El gobierno español puede presentar aspectos relevantes de su gestión. Pero está lejos de que pueda contrapasar las grandes debilidades que la gestión del propio presidente Sánchez han generado. Éstas son las más importantes:
1. La percepción sobre su carácter y actitud
Es una valoración muy subjetiva, muy emocional, pero precisamente en los tiempos que corren esta condición le confiere especial importancia a su carencia. Es percibido como una persona distante, fría, que va excesivamente a la suya, que no tiene capacidad de empatizar con la gente y que cuando lo intenta se percibe rápidamente la tramoya del montaje. En la actual campaña electoral hay planteamientos que intentan enmendarlo, pero quizás sea demasiado tarde y son insuficientes.
2. La desmedida concentración de poder en su persona
Es una tentación en el sistema español de la mayoría de los jefes de gobierno, pero Sánchez lo ha llevado a sus últimas consecuencias. Lo ha hecho en el gobierno, en la contradicción de no tener capacidad de imponerse al factor Podemos, lo ha hecho sobre todo en el partido liquidando todo debate interno, con los polémicos nombramientos como la de fiscalía general del estado, TC, el CIS y ha llegado al extremo de convertir unas elecciones municipales autonómicas en plebiscitarias.
3. Los pactos
La estrecha articulación con Bildu y con ERC a la que se añade formar gobierno con UP es ahora una losa que pesa como un muerto en la campaña electoral.
4. El uso sistemático del engaño o, como prefiere definirlo el propio Sánchez, “los cambios de posición”
La numeración sería muy larga, basta recordar sus razones para no gobernar con UP y acabar haciéndolo. El cambio todavía inexplicado de política en relación al Sáhara. Se ha ganado una fatídica fama en este sentido que merma toda su credibilidad. Los anuncios realizados en campaña en las elecciones municipales han contribuido a abrir más esta herida. Y un gobernante con fama de mentiroso tiene serias dificultades para ganar.
5. La incapacidad del diálogo y el acuerdo
Por muy difícil que le haya puesto el PP, la principal responsabilidad de crear un clima en el que sean más fáciles los grandes acuerdos es siempre del gobierno porque es el que tiene el poder. Sánchez ha preferido negar el pan y la sal a la alternativa de oposición y ha ayudado a polarizar al máximo el escenario político. Ahora este juego, si los suyos están desmovilizados por defectos propios, se le girará en su contra.
6. Las leyes de ruptura y las leyes fallidas
La polarización y la falta de diálogo ha supuesto un uso y abuso de leyes que tienen un profundo impacto ético sobre una parte de la sociedad. La del aborto, la eutanasia, ley trans, de educación, con lo que significa de limitación de derechos de los padres. A su vez, su legislación ha sido demasiado a menudo de baja calidad llegando al extremo del escándalo de la ley del “sólo sí es sí” que no es sólo una norma legislativa de la ministra Montero, sino un acuerdo del Consejo de Ministros encabezado por Sánchez. El retraso por rectificar ha acentuado más aún el problema.
7. El bolsillo.
Muy importante. Sánchez dirá que va como una moto, pero el bolsillo de la gente está muy deteriorado. En 2021, último dato disponible, el salario bruto más frecuente, es decir, el que se da en un mayor número de personas, fue de 18.502 euros al año equivalente a un salario mensual de 1.321 euros. Si de esa cifra se quitan las retenciones y sobre todo la Seguridad Social, queda poco más de 1.000 euros al mes. Y éste es el ingreso más frecuente. Por su parte, dos terceras partes de los asalariados cobraron menos de 27.000 euros anuales, el equivalente al doble del salario mínimo. Si al lado de esto situamos cómo evoluciona el precio de la vivienda, las hipotecas y la alimentación, es evidente que una gran parte de la población no está por aplaudir a Sánchez.
8. La natalidad y la productividad
El problema del bolsillo guarda relación con dos graves problemas estructurales españoles que el gobierno pese a la abundancia de recursos y ministerios, no ha logrado ni siquiera enfocar. Por un lado, se trata de la natalidad y por otro de la productividad. Se puede pensar que la cuestión de los nacimientos no tiene efectos a corto plazo, es un error porque recuperar una dinámica demográfica positiva siempre excita la economía y de la productividad no hace falta hablar de ello. Existe una coincidencia generalizada en que éste es el problema central que impide el crecimiento de la renta. España por la dimensión de su economía es el país 15º del mundo, pero por su PIB per cápita cae al puesto 37º, y si ese PIB lo expresamos en términos de igual poder adquisitivo, entonces desciende hasta el puesto 43º. Y esto se debe a que hace años que el crecimiento español no se hace a través de la productividad sino a través del aumento de la población inmigrada, que en su mayor parte aporta una productividad media del orden de un 30% inferior a la de un autóctono. Si España no resuelve este complejo problema, no saldremos nunca de este callejón sin salida que nos aleja del nivel medio de la UE.
9. Nadar en la abundancia de recursos por la inflación y los fondos europeos sin reducir el endeudamiento ni el déficit
Se puede argumentar que gran parte del gasto ha sido para paliar los efectos de la inflación. Cierto, pero el paquete más importante de ésta ha sido populista. No era necesario incentivar el consumo de gasolina subvencionándola a todos los efectos porque es un tipo de política que favorece al sector con mayores ingresos. Ni era necesario establecer la gratuidad total del transporte por ferrocarril porque esto es asumir unos costes y traspasar una sensación de gratuidad que no se corresponde con la realidad. Las recomendaciones estaban claras: concentrar las ayudas en las personas más necesitadas, en las de menores ingresos. No se ha hecho así.
10. Mala gestión de los servicios públicos.
Es una percepción popular que las cosas que dependen del estado no funcionan. Ni el ingreso mínimo vital, ni la cita con la Seguridad Social. Tampoco van bien aquéllas que dependen de su financiación, caso de la sanidad o de su legislación, caso del caos en la enseñanza. De hecho, en los 2 últimos rankings publicados, el de competitividad elaborado por la escuela de negocios suiza I+D y el del Banco Mundial sobre el índice de calidad institucional se produce una convergencia clara en el sentido de que lo que funciona peor en España es precisamente la administración pública. El cuello de botella lo tenemos aquí. En el caso del IMD World Competitiveness Ranking, España en la edición de 2023 ha perdido 11 posiciones hasta el puesto 51 desde el año 2018 en relación con la clasificación de la presencia del gobierno. Ocupamos el puesto 35 en competitividad global, pero en el apartado gubernamental nos situamos 15 sitios más abajo. Está claro que la gente del país le hace funcionar mejor que el gobierno. Y eso al final los políticos también lo pagan.