La Vanguardia y los demás diarios: anatomía de un sesgo

Los medios de comunicación no explican sólo el mundo: lo construyen. Su selección de lo noticiable, la jerarquía de las palabras y la elección de las fotografías conforman un imaginario, es decir, un marco mental compartido que organiza la percepción de la realidad. Lo imaginario es lo que hace que un hecho parezca trascendente y otro insignificante; que una crisis aparezca inevitable o una denuncia, anecdótica.

Y ese imaginario no es neutro. Cada diario, con su orientación ideológica e intereses editoriales, dibuja una cartografía propia del mundo. Hasta aquí, nada nuevo. La diferencia es que hoy disponemos de metodologías rigurosas que nos permiten objetivar estos sesgos, medirlos, compararlos y cuantificarlos.

Se trata de análisis cuantitativos de la información, una rama de las ciencias sociales que transforma textos, titulares, discursos y datos en variables medibles. Mediante esta técnica —habitual en periodismo, comunicación política, marketing, inteligencia empresarial e incluso análisis de riesgos— podemos describir, medir e interpretar grandes volúmenes de información de forma numérica, llegando a conclusiones fiables y reproducibles. Permite:

  • Detectar patrones y tendencias en el conjunto de noticias.
  • Comparar grupos (periódicos, partidos, actores políticos).
  • Medir intensidades informativas: qué se amplifica y qué se esconde.
  • Predecir comportamientos mediáticos.
  • Evaluar el impacto de una crisis o de un escándalo.

Cuando el análisis cuantitativo se combina con el análisis cualitativo, el resultado es poderoso: emerge un mapa nítido de los imaginarios mediáticos, de sus lagunas y de sus elipses. Y el caso de las portadas del 11 de diciembre es un ejemplo especialmente revelador.

La Vanguardia: un universo paralelo (o cómo evitar lo que no convenga)

La portada de La Vanguardia de hoy funciona como un estudio de caso. Si el objetivo es identificar qué omite un medio, su primera página es casi un manual.

Tres de las cuatro columnas principales están dedicadas a temas internacionales o sociales que evitan frontalmente el escándalo político que hoy sacude al gobierno español. Los titulares centrales son:

  • «EE.UU. quieren ver las redes sociales de los turistas antes de permitirles entrar»
  • «Los españoles cambian EEUU por Asia en Navidad»

Es decir, Estados Unidos, Trump, la geopolítica y el turismo de Navidad. ¿Temas relevantes? Quizás sí. ¿Temas centrales en la agenda política española del día? En absoluto.

Más significativa aún es la decisión de elevar a gran titular promocional la figura del  Mago Pop, convirtiendo a Barcelona en «capital mundial de la magia». Un recurso editorial que, en un contexto informativo cargado de noticias adversas para el gobierno, opera como pantalla y desplazamiento narrativo.

Y mientras los escándalos de corrupción que afectan al Gobierno Sánchez llenan las portadas del resto de periódicos, La Vanguardia los reduce a:

  • un recuadro pequeño donde incluso se omite que el detenido es expresidente de la SEPI y no solo un ex directivo como señala,
  • y, aún más sorprendente, una noticia sobre el esperma de un hombre cuyo gen cancerígeno engendró a 197 niños.

Cada una de estas piezas no es falsa ni irrelevante por sí sola; pero lo inaudito es la falta de proporción respecto a lo que sucede hoy en la política española. En términos de análisis cuantitativo, es un sesgo gravitatorio: desaparición de los temas nacionales contrarios al relato editorial.

La portada omite detalles clave del día, como:

• la detención de la fontanera del PSOE y de un expresidente de la SEPI por presunta manipulación de contratación y su relación con la vicepresidenta Montero.
• omite toda referencia a los escándalos sexuales que sacuden al PSOE, con el último caso, la dimisión del muy poderoso en el socialismo gallego presidente de la Diputación de Lugo.
• y la entrega del Premio Nobel a Maria Corina Machado, que La Vanguardia menciona de pasada, sin contextualizar ni explicar.

Estas ausencias no son accidentales. Constituyen un imaginario editorial que minimiza las noticias críticas con el gobierno y amplifica temas inofensivos o exóticos.

El Mundo y ABC: la realidad sin anestesia

Si La Vanguardia construye un imaginario de distanciamiento y distracción, El Mundo y ABC adoptan la posición contraria: enfocar directamente el corazón del conflicto político.

El Mundo destaca:

 «Detenido por corrupción un protegido de Montero»

Este diario subraya -como también lo hace ABC- la conexión directa con la vicepresidenta e insiste en el término protegido, cargado de significado político.

ABC, aún más contundente, abre con:

«La UCO detiene a la fontanera del PSOE y a un hombre de confianza de Montero por malversación»

El énfasis aquí recae en la cadena de responsabilidades, no solo en el hecho policial. El texto señala claramente la relación con el núcleo del gobierno. El resto de la portada está ocupada por la noticia internacional del día, que La Vanguardia ha reducido a anécdota:

María Corina sale de la clandestinidad para recibir el Nobel

Donde La Vanguardia ofrece solo una frase descontextualizada, ABC y El Mundo explican lo esencial: la entrega del Nobel y el significado político de este gesto.

En términos de teoría de la comunicación, podríamos decir que estos dos diarios optan por una estrategia de transparencia conflictiva: quieren que el lector entienda que existe una crisis, y quieren que la identifique con el gobierno.

El País: filogovernamental, pero todavía periodista

El País mantiene su línea editorial habitual: cercano al gobierno, pero no hasta el punto de esconder la evidencia. Su portada recoge, con toda corrección informativa, las detenciones del día:

«Detenidos Leire Díaz y un expresidente de la SEPI» Añade el subtítulo: «El PSOE corta cabezas para frenar la sangría de un fin de año aciago»

Es decir, la noticia existe, es contada, y no es relegada a un rincón como hace La Vanguardia. También destaca la noticia del Nobel, con una fotografía potente y un titular que cita textualmente la frase de Machado: «Venezuela volverá a respirar».

La ausencia de eufemismos y la existencia de contexto muestran que, a pesar de su orientación, El País mantiene cierto compromiso con la jerarquía informativa .

En un análisis comparativo, El País se encuentra a medio camino entre la contundencia crítica de El Mundo y ABC y la evasión sistemática de La Vanguardia.

El resultado: cuatro diarios, cuatro imaginarios

Lo que revela el análisis de hoy está claro:

  1. La Vanguardia construye un imaginario alternativo

Elude las malas noticias para el gobierno y las sustituye por temas laterales, internacionales o lúdicos. En términos cuantitativos, reduce el peso de las noticias adversas hasta casi hacerlas desaparecer.

  1. El País reconoce la realidad, a pesar de suavizarla

No enmascara los hechos, pero los presenta con un marco interpretativo favorable a la estabilidad del gobierno.

  1. El Mundo y ABC proyectan un imaginario de crisis sistémica

Amplifican la responsabilidad política y subrayan su gravedad.

La conclusión es innegable: los periódicos no cuentan el mismo país. Y el país que cuentan depende del país que desean construir.

La buena noticia es que, gracias a las metodologías de análisis cuantitativo y cualitativo, este sesgo ya no es invisible. Puede medirse, compararse y demostrarse. Y el caso del 11 de diciembre muestra, con especial claridad, hasta qué punto La Vanguardia se ha desviado del patrón informativo general, incluso respecto a otros medios tradicionalmente cercanos al gobierno.

Cuando la realidad se construye en cuatro columnas, las omisiones pesan tanto como los titulares.

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