No está claro que la tragedia de los muertos por la Covid-19 sea asumida en toda su dimensión más allá de sus entornos familiares y de relación, a pesar de que su magnitud es histórica. Excepto en la Guerra Civil, nunca Cataluña había perdido tantas personas en un período tan breve de tiempo.
En la primera ola, que va del 9 de marzo al 21 de mayo, murieron 12.850 personas, y esta segunda ola, del 6 de julio al 8 de noviembre, han muerto 3.987 personas . El total es de 16.837 muertos , próximos a los 18.843 de Madrid, a pesar de los estragos que sufrió la capital española en la primera ola. Pero es que en esta segunda su cifra de muertos, 2.630, ha sido claramente inferior a la de Cataluña.
Para situar algunos elementos también trágicos de referencia, se puede mencionar los 3.688 muertos por la represión franquista una vez acabada la Guerra Civil , y con una cifra mucho mayor, los 8.352 muertos que sufrieron la represión del bando republicano en los primeros meses de guerra en Cataluña. Como se puede constatar aquellos dos hechos, que han dejado una amarga memoria colectiva, están lejos de lo que está comportando la Covid-19 hasta ahora. No está claro que esta falta de percepción del desastre que está sucediendo, ayude a asumir los comportamientos necesarios.
Las cifras indicadas proceden de los datos del INE sobre exceso de mortalidad, que es el mejor indicador de los estragos reales que está ocasionando la Covid-19.
La población de Cataluña, las organizaciones que la representan, y aún más el Parlamento y el gobierno, tienen pendiente un análisis cuidadoso de cómo ha sido posible esta catástrofe que además ha sido reiterada, porque Cataluña ya ocupó un lugar destacado en la primera ola, y ahora, a diferencia de Madrid, también está en esta posición en la segunda ola que aún no ha finalizado del todo, si bien ya parece que está dominada. En ambos casos, la mortalidad catalana ha sido claramente superior a la media española. En la primera ola fue del 167,93%, mientras que en España fue de 102,94% por cada 100.000 habitantes. Para la segunda, significativamente menor, la tasa española es de 49,34%, mientras que la catalana es de 52,1%.