Vivimos en una era en la que la inteligencia artificial (IA) está penetrando en todos los ámbitos de nuestra vida, y el mundo animal no es la excepción. Se están desarrollando sistemas capaces de descifrar emociones, diagnosticar enfermedades y optimizar el bienestar de los animales de granja y compañía. Esto, sin duda, representa un gran avance, pero también plantea preguntas éticas y prácticas que no podemos ignorar.
Proyectos pioneros: la tecnología al servicio de los animales
Uno de los proyectos más innovadores es IntelliPig, que desde 2023 monitorea el bienestar de los cerdos en granjas. No solo mide su alimentación y salud, sino también su bienestar emocional. En la misma línea, la Universidad de Haifa ha desarrollado una IA capaz de detectar el dolor en ovejas con mayor precisión que los propios humanos. Y en los Países Bajos, la aplicación EPWA permite medir el dolor en caballos y burros mediante el reconocimiento facial. Estos avances tienen el potencial de transformar la ganadería y el cuidado de los animales domésticos, facilitando diagnósticos y tratamientos más eficaces.
Un beneficio real, pero ¿con qué implicaciones?
La IA puede mejorar el bienestar animal en muchas áreas:
- Diagnósticos veterinarios más rápidos y precisos.
- Programas de alimentación y vacunación personalizados.
- Control del estado emocional y la salud mediante sensores y dispositivos inteligentes.
No obstante, es aquí donde surge el dilema. Confiar en la tecnología para comprender a los animales puede alejarnos de la conexión natural que los humanos deberíamos tener con ellos. ¿De verdad necesitamos una aplicación para saber si un perro está feliz o si un caballo tiene dolor? ¿No estamos sustituyendo la empatía por algoritmos?
El peligro de deshumanizar (o desanimalizar) el vínculo
Uno de los mayores riesgos de depender de la IA en la relación con los animales es que podría reforzar una visión puramente utilitaria de ellos. En la ganadería industrial, por ejemplo, esta tecnología podría servir más para aumentar la productividad que para garantizar un verdadero bienestar.
Además, si bien estas herramientas pueden ayudar a los veterinarios, también podrían reemplazar su criterio humano con el de una máquina. Y eso es peligroso. No todo puede medirse con datos y algoritmos, especialmente cuando hablamos de emociones y sufrimiento.
Hacia un equilibrio entre tecnología y humanidad
La IA ofrece oportunidades increíbles para mejorar la vida de los animales, pero no deberíamos depender exclusivamente de ella. La observación, la experiencia y la intuición humana siguen siendo esenciales. La tecnología debe ser una herramienta complementaria, no un sustituto del vínculo que los humanos debemos mantener con los animales.
Si usamos la IA con responsabilidad y ética, puede ser una aliada para garantizar un mundo donde los animales sean mejor comprendidos y cuidados. Pero nunca deberíamos olvidar que, en el fondo, lo que ellos necesitan no es solo un diagnóstico preciso o una dieta optimizada, sino respeto, libertad y un trato digno.