Por primera vez en su historia, la UE se puso en modo “guerra”. Lo que no hizo durante el largo conflicto de los Balcanes, que necesitó la intervención directa de EEUU para ponerle fin, ahora ha actuado militarmente pero sin intervención directa en la invasión rusa de Ucrania.
Los Balcanes fueron un gran fracaso para Europa. Ahora que ha hecho lo contrario, ¿ha sido un acierto? Todo depende de cuál sea la finalidad que se pretende. Si es la de forzar la paz, cabe decir que la Comisión Europea y la mayoría de los gobiernos lo están haciendo muy mal. Si la finalidad, alineada con el propósito de EE.UU., es desgastar a Rusia a expensas de la destrucción ucraniana, entonces la valoración debe ser diferente.
Porque la realidad es que Ucrania está quedando desmenuzada en términos materiales, sobre todo en el este del país, pero también en lo que es más importante, en capital humano. Los varones jóvenes están muriendo o quedando discapacitados como causa de la guerra. A lo que se añaden la cifra cada vez más elevada de los que se han ido para evitar ir al frente.
Ucrania no da cifras sobre sus bajas, como tampoco lo hace Rusia. El Pentágono ha realizado una reciente evaluación hasta este mes de agosto situando las bajas ucranianas en 190.000 entre muertos y heridos y 300.000 por parte de Rusia. La proporción de 2 a 3 no es buena para Kiev. Primero porque el que ataca, Rusia, debe tener muchas más bajas que el que defiende, y segunda porque el ejercido y población de Rusia es mucho mayor que la ucraniana. Y si se mantiene esa proporción, la guerra será insoportable para el país más pequeño.
La causa fundamental del elevado número de bajas ucranianas es la contraofensiva que han emprendido contra las líneas rusas. En febrero de este año la cifra estaba situada en 100.000, que son muchas, pero que ahora se han doblado sin que las líneas del frente defendida por los rusos se hayan movido significativamente, y lo que es peor, se ha perdido gran parte del material pesado, tanques incluidos, entregado por Europa y EE.UU. Y es que existe una realidad espectacular y menospreciada. Ucrania hace una contraofensiva moderna sin soporte aéreo. Esto va contra las más elementales normas tácticas y estratégicas y sólo puede significar un continuado desgaste. Con el agravante de que el gobierno de EEUU calcula que a la contraofensiva le queda un margen de 6 semanas hasta que empiecen las lluvias de otoño y después el invierno, que hacen muy difícil todas las operaciones.
En este contexto, parece evidente que si se quiere evitar profundizar en la gran destrucción humana y material de Ucrania, Europa debería trabajar por la paz y no por la guerra. Porque las consecuencias no sólo las pagan los ucranianos en su carne, sino también de forma menos trágica el conjunto de Europa.
Ahora mismo se ha producido una gran ruptura al declarar Polonia que no seguirá entregando material militar a Ucrania como respuesta a la entrada masiva de trigo y otros cereales que hunde al mercado polaco. De hecho, la UE ya estableció que el grano de Ucrania podía transitar por ese país del este, ya que no puede utilizar la vía marítima del Mar Negro, pero no podía venderlo. Pero, he aquí, que el pasado viernes la CE anunció que levantaba ese veto. Polonia Hungría, Chequia, los más afectados por los productos agrícolas ucranianos, se opusieron. Zelenski criticó a Naciones Unidas lo que entendió que era una falta de solidaridad y el gobierno polaco ha reaccionado retirando su ayuda militar, que ha sido muy importante. En esta actitud también pesa la proximidad de las elecciones generales en las que el peso de los agricultores es muy importante.
La guerra de Ucrania castiga también a la población europea, porque no sólo drena dinero, sino porque estimula la inflación y el cierre del grifo del gas ruso, ha trastornado el cimiento industrial de países como Alemania y cuestiona la transición energética. Es otra forma de pagar la guerra de Ucrania.
Los menosprecios a Putin, con los que tarde o temprano tendrá que negociar, es otro error que tiene en Borrell un protagonista destacado. Todo ello hace que la CE en la novenza de países como Francia, Alemania, España y Holanda nos conduzca por un callejón que en ningún caso tiene buena salida y plegado de riesgos.