Las fuertes reacciones contra el racismo que se han generado en los EE. UU. y que también han tomado fuerza en el Reino Unido y en Francia, han llegado, si bien de una manera muy atenuada, a nuestro país. La punta de lanza de esta reacción está conducida por Unidas Podemos y, en el caso de Cataluña, por la organización política de Ada Colau, En Comú Podem.
Es sabido que la reacción ha pasado de manifestaciones y determinados actos de vandalismo a la acción contra estatuas que se consideraba que eran expresión del racismo y esclavismo del pasado. Esto está sucediendo con muchas estatuas de personajes de la Confederación en los EE. UU. Su número y permanencia es tal que para un observador no informado podría dar a entender que nunca habían perdido la guerra. Algo hay de verdad, al menos en el sentido de que nunca firmaron la paz, es decir, reconocieron la derrota. Al margen de esta cuestión histórica que alcanza a la guerra más sangrienta jamás mantenida por los EE. UU., las agresiones a las estatuas se han extendido en términos difíciles de justificar. Por ejemplo, la imagen de Colón ha sido reiteradamente atacada y dos de sus monumentos destruidos. En el Reino Unido, la agresión se ha cebado con Churchill, el hombre que se negó a firmar ningún acuerdo con el régimen nazi y que condujo a su país a la victoria contra él, y contra Baden-Powell, fundador del gran movimiento scout, la fraternidad de jóvenes de todas las razas y religiones más grande del mundo y el éxito más importante logrado nunca en la pedagogía del ocio de niños, adolescentes y jóvenes.
Y esta ola, en nuestro caso una pequeña marejadilla, ha llegado también a Cataluña, cuando la presidenta de En Comú Podem al Parlamento, Jessica Albiach, declaró que «desmontar la estatua de Cristóbal Colón en Barcelona sería una buena medida». Lo dijo en una entrevista en el diario Ara, equiparando la situación de los EE. UU. con la de nuestro país, hasta llegar a afirmar que «aquí hay un racismo que es institucional«. También explicó que el 12 de octubre no es una fecha a celebrar. Esta voluntad de derribar el monumento a Colón tuvo, sin embargo, un recorrido temporal escaso, porque prácticamente al día siguiente ya modificaba su declaración afirmando que lo que se necesitaba era «contextualizar la estatua». Ya no se trataba de derribarla sino de ponerla en un contexto, sin explicar a qué se refería, porque si se trata de reconocer que no se pueden mirar con ojos de hoy los actos del pasado y presentar la historia como una realidad en blanco y negro, no es necesario, es una evidencia sabida. En todo caso, lo que sí es evidente es la facilidad con la que los comunes se apuntan a un bombardeo si este es la última expresión de lo que les parece que es lo que se lleva en ese momento, haciendo tabula rasa con la tradición y cultura del país, y la razón histórica en la que viven, y que dicen representar al menos en parte.
Ahora la patata caliente queda en manos de Ada Colau. ¿Contextualizará el famoso monumento a Colón la alcaldesa? Y en caso de que lo hiciera, ¿cómo lo haría sin desvirtuar el homenaje histórico que la ciudad que ahora rige hizo al descubridor de América? Porque, no lo olvidemos, el monumento fue erigido con motivo de la exposición universal de 1888, y desde entonces ha sido símbolo de la ciudad, de un tiempo a esta parte desplazado por otro símbolo, este religioso, la Basílica expiatoria de la Sagrada Familia.