Un queso Gruyère suizo. Así podría describirse metafóricamente el conjunto de doce paquetes de sanciones de la Unión Europea contra la economía de Rusia por castigar su invasión de Ucrania hace dos años. Por cierto, un decimotercero ya está en preparación.
Cuando el presidente ruso Vladimir Putin dio la orden de invadir su país vecino, los organismos internacionales pronosticaron un derrumbe del sector productivo ruso, con numerosos expertos apostando que el PIB del país se contraería entre un 10 y un 20%.
Pero ya en diciembre de 2022 se hizo claro y evidente que la economía rusa dependía mucho menos de Occidente de lo que los analistas habían calculado: en el año de la invasión, el PIB ruso cayó un muy moderado 2,1% (cifras de la Universidad de Harvard).
El año pasado esta pequeña sangría no sólo se detuvo, sino que Rusia experimentó una remontada espectacular teniendo en cuenta la gravedad de sus acciones emprendidas contra Ucrania y la dura reacción occidental que siguió: según el Fondo Monetario Internacional, Rusia registró un crecimiento en torno al 3% para el conjunto de 2023. Así pues, ya ha rebasado su PIB de preguerra.
Es también una cifra por la que los países europeos firmarían con agrado (la eurozona se sitúa en el 0,9% según los datos preliminares de la OCDE), y que rebasa igualmente el 2,5% de crecimiento anual del PIB de los Estados Unidos.
Sin duda, el PIB es un indicador imperfecto, ya que entre otras razones, permite inflar artificialmente la producción de bienes y servicios contabilizando el gasto público realizado bajo condiciones de endeudamiento. Pero que una institución internacional independiente (y en la práctica alineada con el bloque occidental) admita el éxito de la economía rusa en tiempo de guerra resulta revelador.
Sin embargo, los hechos destacables de la economía rusa no acaban aquí.
El propio FMI ha revisado las previsiones de crecimiento del PIB ruso para 2024, mejorándolas sustancialmente del 1,1 al 2,6% de crecimiento. Se trata de la mayor revisión al alza del conjunto de las economías del mundo.
En terrible contraste, las previsiones económicas para Alemania y Francia han disminuido, en cambio, hasta el 0,5 y el 1% respectivamente. La previsión para la eurozona en su conjunto también ha caído de nuevo hasta el 0,9% para el año que está empezando.
Para más inri, la previsión de crecimiento de Rusia según el FMI es mayor que las elaboradas por los propios organismos oficiales del país: el Banco Central prevé un crecimiento de entre el 0,5 y el 1,5% para el 2024, mientras que la del Ministerio de Economía se sitúa en el 2,3%.
Consultado por el Financial Times, el economista jefe del FMI Pierre-Olivier Gourinchas apunta que si bien la economía rusa ha demostrado una resistencia remarcable, los buenos resultados se explican también por el “fuerte estímulo generado por el gasto público en el economía de guerra”. Pero lo mismo podría decirse de Europa y Estados Unidos, donde el gasto y endeudamiento públicos se sitúan en cifras de récord. De hecho, según un informe recientemente publicado en Estados Unidos y difundido por Negocios TV en nuestro país, por cada dólar de crecimiento en 2023, el país ha fiado 2,5 en el endeudamiento.
Mientras, la economía ucraniana sigue derrumbada después de haber perdido entre un 30 y un 40% de su PIB en el 2022, y sin la menor perspectiva de recuperación a la vista.
Los responsables de la UE eluden sus responsabilidades
Un hecho que resulta particularmente preocupante es la desconexión entre los paquetes de sanciones lanzados regularmente por Bruselas y los efectos, o más bien, la carencia de éstos, que producen sobre la economía rusa.
Dicho resumidamente, a pesar de las doce salvas de sanciones, Rusia sigue exportando hidrocarburos y materias primas al mundo entero, e importando componentes tecnológicos occidentales que necesita para su industria de guerra. Por otra parte, su recurso a China ha servido para acabar de romper los restantes lazos comerciales con Europa y Estados Unidos.
Pese a que Rusia tiene cuerda económica sobrada, el alto representante de la UE para los asuntos exteriores, Josep Borrell , se atrevía a afirmar todavía el pasado agosto que “las sanciones contra Rusia están funcionando”. Ante una falta de autocrítica y elusión de responsabilidades tan brutal, poco positivo se puede esperar de las instituciones de Bruselas en estos momentos difíciles.