La corrupción política en España es sistémica. La Conferencia Cívica de Regeneración Política

Contenido

  1. España en caída libre: los datos son irrefutables 
  2. La estructura del sistema: corrupción no como desviación, sino como norma 
  3. De la democracia a la partitocracia: el modelo de Sánchez 
  4. La corrupción más grave es la del poder 
  5. Un sistema que ha perdido toda legitimidad 
  6. Moralidad individual, pero también sistema institucional 
  7. Regenerar desde abajo: el papel de la sociedad civil 
  8. Un precedente inspirador: el levantamiento cívico estadounidense 
  9. Estrategia: acumular fuerza, paso a paso 
  10. Primer paso: una Conferencia Cívica de Regeneración Política 
  11. Conclusión

1. España en caída libre: los datos son irrefutables

España ocupa el puesto 46 de 180 países en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) correspondiente a 2024, publicado por Transparencia Internacional, el ranking de referencia mundial en esta materia. Esta posición supone una caída de diez puestos respecto al año anterior y representa el peor dato para España en las últimas tres décadas.

La puntuación: 56 sobre 100 (donde 100 representa máxima transparencia). España comparte posición con países como Chipre, República Checa y Granada, y se sitúa por detrás de naciones como Ruanda, Botsuana, Costa Rica, Arabia Saudita y Portugal. Dentro de la UE, España ha descendido del puesto 14 al 16 de 27, superada por Letonia y Eslovenia. Y esto era antes de los escándalos de corrupción de 2025 (Koldo, Ábalos, Cerdán).

El informe atribuye este retroceso al estancamiento de las reformas anticorrupción, la demora en la transposición de directivas europeas y la inexistencia de una estrategia nacional efectiva. El diagnóstico es claro: España es una «democracia defectuosa» y la corrupción, tanto percibida como real, va en aumento.

Este declive forma parte de la herencia política de Pedro Sánchez. Pese a llegar al poder prometiendo regeneración, su gobierno no solo incumplió los compromisos adquiridos con la OCDE y la Unión Europea, sino que acentuó los mecanismos favorables a la corrupción.

No se trata solo de los casos de Koldo, Ábalos o Santos Cerdán —minimizados por figuras como Gabriel Rufián—. También están implicados altos cargos como la expresidenta de ADIF (con 6.000 millones de euros en fondos europeos bajo su responsabilidad) o el último Director General de Carreteras. Ninguno de estos casos fue mencionado por los socios parlamentarios del Gobierno. ¿Por qué? Porque la corrupción, lejos de ser un accidente, es un componente estructural del sistema partitocrático que Sánchez ha llevado al extremo.

2. La estructura del sistema: la corrupción no como desviación, sino como norma

La corrupción en España no es una suma de casos aislados. Es un sistema. Un entramado estructural que opera bajo la lógica del interés partidista, no del bien común.

Un ejemplo paradigmático fue el nombramiento de José Luis Ábalos como ministro de Transportes. Maestro de primaria sin formación técnica, accedió a un ministerio clave no por méritos, sino por su vinculación con Sánchez como secretario de Organización del PSOE. Desde ese cargo podía dirigir las infraestructuras con impacto electoral y canalizar adjudicaciones hacia grandes empresas con acuerdos de retorno pactados a través de intermediarios. Esta práctica, lejos de ser una excepción, se ha dado en todos los gobiernos con capacidad de control institucional.

A esto se suma otro tipo de deterioro ético: casos de contratación en empresas públicas de mujeres por mantener relaciones íntimas con miembros del entorno de Ábalos. La corrupción afecta así no solo al ámbito económico, sino también al moral y al institucional.

3. De la democracia a la partitocracia: el modelo de Sánchez

El problema de fondo es que España ha sustituido la democracia por la partitocracia. Pedro Sánchez no ha reformado este sistema: lo ha llevado al paroxismo. Su objetivo ha sido colonizar el Estado: someter todas las instituciones —desde el CIS hasta el Banco de España, Correos o incluso Telefónica— al aparato del partido.

El caso del CIS, dirigido por José Félix Tezanos, es ilustrativo. Tras 41 sondeos, con 40 de ellos fallidos, sigue en el cargo porque no se le exige rigor, sino obediencia propagandística. Este tipo de corrupción no es económica, sino política: manipula la opinión pública desde el poder institucionalizado.

Las medidas anticorrupción anunciadas por Sánchez son débiles y carecen de legitimidad. España tiene el “contador a cero” en su estrategia nacional contra la corrupción, según la OCDE. ¿Cómo puede esperarse una regeneración real si el Gobierno ha tomado control de la Fiscalía, del Tribunal Constitucional, de los entes reguladores y de grandes empresas públicas?

4. La corrupción más grave es la del poder

El nombramiento de directivos afines, el control mediático, la manipulación del CIS, la sumisión del Tribunal Constitucional: esto es corrupción en su forma más peligrosa. No hablamos ya de comisiones o contratos, sino de poder absoluto sin contrapesos.

Ejemplos como la absolución en el caso ERE o la reciente declaración de constitucionalidad de la Ley de Amnistía —en contra del criterio del Supremo— ilustran un hecho dramático: el Constitucional ha usurpado el papel del sujeto constituyente. Y esto rompe la base misma del Estado de Derecho, que emana de la soberanía popular y no de la simple decisión parlamentaria. La soberanía reside en el pueblo y la concretado en la Constitución, que todos, también el Gobierno y el Congreso deben obedecer.

5. Un sistema que ha perdido toda legitimidad

En 2022, el 58% de las empresas españolas identificaban la corrupción como una dificultad grave para hacer negocios. La media europea era del 34%. España está por detrás incluso de Italia. Solo Chipre, Grecia, Rumanía, Croacia y Bulgaria están peor. Estos datos no son ideología: son hechos.

Y cuando el presidente del Gobierno nombra al CEO de Telefónica con fines de control político, queda claro que ya no hablamos de errores, sino de una voluntad clara de instrumentalizar el poder económico y mediático en favor del partido gobernante.

6. Moralidad individual, pero también sistema institucional

Son necesarios líderes honrados. Sin virtudes personales no hay ética pública, pero sin instituciones que limiten el poder, esas virtudes se diluyen. Necesitamos una reforma estructural del sistema político.

Las propuestas de regeneración del Gobierno son un simulacro. Y sus socios parlamentarios no solo no tienen voluntad de regenerar: su prioridad es asegurarse un trozo del pastel institucional. Por eso, el primer paso es obvio: convocar elecciones. No como solución definitiva, sino como condición mínima de higiene democrática.

7. Regenerar desde abajo: el papel de la sociedad civil

La única salida real no vendrá de los partidos. Vendrá de una sociedad civil organizada, libre, decidida a recuperar su papel soberano. Y eso requiere medidas concretas. Cito solo dos a título de ejemplo:

  1. Separar lo político de lo técnico: solo ministros, secretarios de Estado y sus gabinetes deben ser cargos de confianza. Todo el resto del aparato público debe ser profesional, con mandatos fijos, selección por mérito y rendición de cuentas ante el Parlamento, no ante el Gobierno.
  2. Eliminar las subvenciones públicas a los partidos: su financiación debe venir de los ciudadanos, mediante la declaración de la renta. Así como se marca una cruz para la Iglesia, debe marcarse para los partidos. Solo así serán responsables ante el ciudadano y no ante el aparato.

Estas dos medidas irían al corazón del sistema partitocrático. Porque, más allá del teatro parlamentario, hay dos cosas que todos los partidos acuerdan sin discusión: el reparto de subvenciones y el aumento de sus sueldos. Ahí está su verdadera prioridad. Y en esto hay que incidir para cercenar la partitocracia.

8. Un precedente inspirador: el levantamiento cívico estadounidense

El caso de Estados Unidos a principios del siglo XX demuestra que un movimiento cívico bien articulado puede cambiar las reglas del juego. Allí, el periodismo de investigación —con figuras como Lincoln Steffens (La vergüenza de las ciudades) y Upton Sinclair (La jungla)— abrió una etapa de reformas democráticas que limitaron el poder de los partidos y devolvieron protagonismo al pueblo.

Entre las medidas adoptadas, destacan:

  • Iniciativa legislativa popular.
  • Referéndum vinculante.
  • Revocación de leyes o cargos.
  • Comisiones independientes de control.
  • Elección directa de senadores.

No se trata de copiar, sino de recordar que el cambio es posible si hay voluntad y organización ciudadana.

9. Estrategia: acumular fuerza, paso a paso

La clave es organizarse sin partidos. En EE. UU. surgieron ligas cívicas, asociaciones reformistas, federaciones de consumidores. Hoy necesitamos algo similar: organización estratégica y acumulación de fuerzas.

Esto implica avanzar por fases sucesivas, donde cada victoria parcial permita sumar más apoyos, más legitimidad, más capacidad. El primer paso sería constituir un núcleo motor: una base fundacional compuesta por unas cien personas relevantes en distintos ámbitos sociales y entidades comprometidas con la regeneración política, todas ellas independientes de los partidos.

10. Primer paso: una Conferencia Cívica de Regeneración Política

Esta base fundacional debería impulsarse a través de una Conferencia Cívica de Regeneración Política, con tres objetivos inmediatos:

  1. Reclamar elecciones generales como condición previa necesaria. No como final de trayecto sino como inicio.
  2. Redactar una llamada abierta a la ciudadanía que denuncie la situación y convoque al compromiso moral y político.
  3. Esbozar una primera hoja de ruta, para avanzar hacia una regeneración democrática profunda.

Un principio debe quedar claro desde el inicio: sin elecciones generales, no hay regeneración posible. Solo con un nuevo marco parlamentario puede abrirse la vía a una transformación institucional real.

11. Conclusión

La corrupción política en España no es un accidente, sino el resultado lógico de un sistema partitocrático en descomposición, acentuado por Sánchez y el actual PSOE, con la colaboración de la mayoría de partidos. La respuesta no es esperar a que cambien las cúpulas, ni confiar en promesas huecas. La única salida real es una acción cívica: serena, organizada, democrática, pero firme. La sociedad civil debe recuperar su papel soberano. Porque si no lo hacemos nosotros, los ciudadanos libres, nadie lo hará.

Twitter: @jmiroardevol

Facebook: josepmiroardevol

 

Entrades relacionades

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.