¿Por qué «consideración»?
Uso la palabra con la misma intención que -salvando las distancias tan abundantes que separan al autor- San Bernardo de Claraval en la obra del mismo título de la «consideratio» : no es solo pensar o reflexionar, sino detenerse, meditar, discernir y mirar las cosas con profundidad ante Dios.
Bernardo contrapone la agitación y dispersión de las ocupaciones políticas y administrativas con la necesidad de conservar la interioridad, la contemplación y el juicio claro. La consideración en este caso es tanto una disciplina espiritual e intelectual que permite gobernar con sabiduría, pero que considera el “telos” el de un concepto hoy renacido con fuerza como es el del florecimiento humano, que contempla las dimensiones económicas, pero que es limitado por ellas, porque sabe que la realización necesita además de otros grandes componentes, para que una vida, la de un pueblo, rija.
Ramon d’Abadal, 1936: un diagnóstico todavía vigente
El primero de enero de 1936, Ramon d’Abadal escribía en Revisión de la búsqueda de un orden unas palabras que hoy podrían pasar por un editorial contemporáneo. El historiador lamentaba que la política catalana hubiera sido arrastrada por la anécdota y por el instinto, sin una «concepción directiva» ni una reflexión profunda. Denunciaba que nuestros políticos, salvo unos pocos excepcionales, no habían hecho el esfuerzo de adquirir un bagaje intelectual capaz de suplir la carencia de una tradición de gobierno propia.
Su frase más sobrecogedora aún interpela: «Así hemos llegado a no saber muy bien qué queremos, cómo lo queremos, por qué lo queremos, dónde estamos y qué podemos». Y lo que podemos resuena con más fuerza que nunca.
Hoy no estamos a las puertas de una guerra civil, pero sí ante una degradación sostenida de la política catalana. La falta de proyecto, la improvisación constante y la ausencia de un debate riguroso sobre el país que queremos construyen una sensación de estancamiento. Las mismas carencias que Abadal señalaba hace casi noventa años -superficialidad, falta de dirección y de autoexamen- siguen marcando el presente.
Quizá, como él sugería, ha llegado la hora de hacer lo que llamarían los franceses marquer le point: detenernos, mirarnos al espejo y entender qué somos, qué hemos sido y qué podemos ser. Sin este ejercicio, difícilmente Cataluña saldrá del laberinto en el que se encuentra atrapada.
Unos rasgos característicos de Cataluña
- sus debilidades geográficas y materiales,
- la industrialización pionera,
- los tres momentos clave (1714, 1936 y 1939),
- tres de los grandes vectores de fuerza: lengua y cultura, asociacionismo y religión.
Que Cataluña, como comunidad nacional con lengua, cultura y derechos propios, dotada de un amplio autogobierno, llegara hasta la tercera década del siglo XX, a pesar de ser un país de lengua minoritaria y población débil, situado entre dos gigantes históricos en lengua y cultura como España y Francia, parece casi un imposible. Que esto lo haya logrado después de grandes trastornos históricos todavía lo hace más inverosímil. Más difícil todavía.
Desde el siglo XVIII, Cataluña registra inmigraciones de personas de lengua y cultura diferentes, algo que se acentúa de manera extraordinaria en los siglos XX y XXI y que, evidentemente, crea fuertes dificultades y debilidades en lo que se refiere al hecho diferencial y fundamental de Cataluña: su lengua y cultura.
Es insólito que un país con escasos recursos naturales, sin cursos de agua importantes y navegables, sin una agricultura próspera, con pocas llanuras y un territorio montañoso y roto, llegara a desarrollar una de las primeras revoluciones industriales de España y la mantuviera al máximo a lo largo del tiempo.
Históricamente, en el siglo XVII-XVIII, Cataluña tenía un peso económico dentro del conjunto español que no difería demasiado de lo que hoy tiene Extremadura. Era la época en la que quien cortaba el bacalao económico eran Andalucía y Castilla.
Era una sociedad cerreña, malavenida, con un bandolerismo importante y mal comunicada. Esta última característica ha persistido hasta épocas muy recientes. Un país profundamente rural y tradicional, que se abrió camino por sí solo -a diferencia del País Vasco no disponía de los capitales ingleses interesados en explotar el potencial siderúrgico de aquel país- la abundancia de mineral de hierro de alta calidad (pobre en fósforo), muy demandado en Europa, la proximidad del carbón de Asturias, el puerto de Bilbao que facilitaba la exportación hacia Gran Bretaña y la importación de carbón británico: el capitalismo inglés fue decisivo en un principio, con inversiones en la minería y el comercio del hierro, mientras que el capitalismo español (burguesía vasca, naviera, bancaria e industrial) consolidó el proceso creando altos hornos, astilleros y bancos.
Nada parecido tenía Cataluña salvo en el caso del puerto de Barcelona capital para las exportaciones e importaciones. La revolución industrial más grande e importante de España por su dimensión demográfica se hizo en Cataluña y tuvo como epicentro una gran ciudad: Barcelona.
Toda esta trayectoria de éxito, o al menos de superación, ante golpes adversos —algunos de ellos demoledores—, tiene tres momentos clave: 1714, 1936 y 1939.
Cataluña logró superar la crueldad y el destrozo interno de la Guerra del Francés, provocada no solo por los enemigos, sino también por la depredación de las tropas españolas. También sobrevivió a las guerras carlistas y liberales, de una intensidad extraordinaria, que desencajaron y fragmentaron el país.
Todo esto es extraordinario. Pero constato que este “extra” ha terminado y que hemos entrado en un declive —más o menos largo, más o menos lento—, precisamente en uno de los momentos históricos en los que Cataluña ha tenido mayor capacidad de autogobierno. Cómo es posible. La consideración se lleva por dos caminos lógicos; uno que han fallado fuerzas que existían en el pasado y que eran sencillamente necesarias. El otro, que el poder político es incapaz de suplirlas porque es limitado y porque está pésimamente ejercitado.
Cataluña ha sobrevivido en 1714, en guerras carlistas y en 1939. Pero hoy, con más autogobierno que nunca, parece atascada. ¿Por qué? #Catalunya #Historia Compartir en X