En el oscuro proceso de negociación de JxCat con el PSOE ha surgido, según informaba la buena fuente de La Vanguardia, una «imaginativa solución» por parte de Puigdemont. La de considerar a Cataluña una minoría nacional dentro del estado español.
Sería, evidentemente, cómo reclamaba Puigdemont en su intervención del 5 de septiembre, un acuerdo histórico pero evidentemente como error, como un gran error. Sólo intereses muy subjetivos o una persona alejada de los parámetros del catalanismo político, como podría ser el abogado de Puigdemont, Gonzalo Boye, y es una hipótesis, puede engendrar tal parida, que transmutaría la afirmación de Catalunya como realidad nacional y la transformaría en una minoría. Y esto lo haría porque de este modo podría acogerse al marco de protección de las minorías nacionales de Europa de 1998. De esta forma seríamos como los moravas de Chequia, los alemanes en Dinamarca, los daneses en Alemania o los suecos en Finlandia.
Gracias a la iniciativa de Junts, los catalanes «ascenderemos» a la categoría de los samis en los países nórdicos o de los albaneses en Macedonia del norte. Fantástico. La reivindicación nacional de Catalunya, independentista o no, nunca ha querido presentarse como una minoría en el sentido de que habitualmente se le da a esta palabra en Europa, sino como una nación.
¿Alguien se imagina a los escoceses presentándose como una minoría en lugar de hacerlo como la nación escocesa? Claro que no. Que haya un marco europeo para las minorías desde hace muchos años, ya se ve lo que da de sí, es un marco para protegerlas de la discriminación, pero no existe ninguna minoría en europea que tenga la capacidad, reconocimiento y competencias, aunque nos parezcan pocas, que tiene Cataluña. A los vascos nunca se les ha pasado por la imaginación presentarse como una minoría nacional, a pesar de que una parte importante de su país permanece en territorio francés, en una proporción mucho mayor que la que significa el Rosellón y la Cerdaña francesa para l conjunto de Cataluña.
Según la información hecha pública, parece que una razón para inclinarse por esta aberrante solución es que el Tribunal de Justicia de la UE, que retiró con su sentencia la inmunidad como europarlamentarios a Puigdemont y otros, hacía una referencia a la posibilidad de que un estado deniegue la extradición de una persona si se demuestra que ésta pertenece a un “grupo objetivamente identificable” y por supuesto, ese grupo identificable, que ahora no queda claro cuál es, la haría más evidente si Puigdemont pudiera decir que pertenece a la minoría nacional catalán y se acoge al ordenamiento jurídico de la UE. La explicación no es nuestra, es, como hemos visto, la que aparece en varios medios y si fuera exacta sería una manifestación terrible de cómo los intereses personales se sitúan por encima de los intereses de Cataluña de forma clamorosa.
La confusión política que se generaría, si prosperara la idea de JxCat de proclamar Cataluña como minoría nacional, sería demoledora y liquidaría todo el proceso histórico, iniciado con el catalanismo cultural, de recuperar la afirmación nacional de Cataluña.
No sería dispararse un tiro en el propio pie, sino cortarse las dos piernas por encima de las rodillas. Y es que los sueños de la razón producen monstruos.