A estas alturas JxCat tiene todos los números de ser el gran derrotado del independentismo y ver reducido su peso electoral hasta el declive más absoluto. Los factores que operan en ese sentido son poderosos.
La tendencia incansable al fraccionamiento de la antigua CiU, que se convirtió en CDC para pasar a ser el PDeCAT, demostró ser muy inestable acabando en convertirse en un pequeño partido, mientras que de él surgía la componente principal de JxCat. Ahora esta formación está dividida por la participación o no en el gobierno, sino por la mitad, casi, y eso afecta a su futuro a corto plazo. Mientras el PDeCAT a su vez ha dado lugar parcialmente a una nueva formación, Centrem, que no acaba de estabilizarse. Por tanto, todo este estado político sufre una fragmentación y falta de estabilidad desde que CiU desapareció.
Un segundo factor es la pérdida muy importante de cargos, muchos de ellos relevantes, y de los recursos que llevan emparejados y de la influencia que éstos generan. También significa una reducción en los ingresos del partido que, en buena medida, se alimentan de una parte de los salarios de los altos cargos. Pérdida de influencia y dificultades económicas son dos lastres a añadir al listado de dificultades.
JxCat no tiene unos objetivos (otra cosa es la finalidad; la independencia), ni un proyecto suficientemente definido, y eso en política castiga y mucho porque el discurso que solo contiene afirmaciones finalistas tiene un escaso recorrido, sobre todo cuando las emociones, el entusiasmo y la fe, han desaparecido en buena parte de las bases y de la calle, y también es escasa la confianza en los dirigentes.
Todas estas dificultades vienen a confrontarse con el reto de las municipales. Una cita a corto plazo que cogerá al partido empezando un nuevo estadio, el de fuerza opositora, para el que tiene una experiencia escasa. Una variable en este ámbito es el caso particular de Trias, primero si se acaba presentando y segundo si obtiene o no un buen resultado. Si todos los astros se alinean bien en ese caso podría ser una buena inyección para el partido. Pero no está garantizada.
Sin que tenga un camino fácil todo juega a favor de ERC que, además, cuenta con su pacto con Sánchez, que le da ventajas en relación al poder del estado, aunque de ellos no se saque ningún rendimiento por la cuestión teóricamente central de la amnistía y la consulta pactada. ERC juega con la ventaja de que todo el mundo la da por ganadora en su pulso con JxCat y, porque sabe y saben que puede seguir gobernando incluso en caso de que gane el PSC.
Las cartas están repartidas y las de Junts son francamente malas. Sólo un factor disruptivo fuerte podría alterar ese escenario. Y este factor se llama Puigdemont. Concretamente su vuelta a Cataluña. Imaginémonos el escenario: viaje en coche acompañado de un pequeño equipo, seguido por un grupo de periodistas seleccionados, que después narrará en términos épicos todo el viaje.
Se hace presente en Barcelona de incógnito. Hay convocada una rueda de prensa sin anunciar que estará, pero que sí se dará una gran noticia. Puigdemont hace su aparición. Cientos de personas se concentran en la calle, dan espectáculo y hacen imposible un hipotético acceso de la policía. Puigdemont declarará que ha vuelto para impulsar desde el país la independencia, que es diputado europeo y que si le detienen se vulnerará el derecho de todos los diputados de este parlamento. Se termina la rueda de prensa y desaparece.
Pero sigue. Va haciendo actos por todas partes hasta que en un momento determinado, de eso se trata, le detienen, lo llevan a Madrid e ingresa en prisión: ya tenemos al Mandela catalán.
Inmediatamente, sale la reivindicación de que se lo come todo: Puigdemont libertad!!! También hay revuelo más o menos modesto a nivel europeo. Su nombre vuelve a estar presente en los medios de comunicación de todas partes. Está encarcelado el presidente elegido y diputado europeo. La campaña de Junts ya está hecha. Volvemos a tener el entusiasmo creado y un objetivo muy concreto para empezar: ¡Libertad Puigdemont! JxCat renace y se convierte en hegemónica en el espacio independentista. ERC solo puede ir a remolque con un gobierno que solo dispone de 33 diputados de los 68 necesarios para la mayoría absoluta.
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