La violencia puede ser física, pero es evidente que también puede serlo verbal. Es tan evidente que el Código Penal castiga determinados excesos. El problema es que como el CP no deja de expresar correlaciones de poder, sólo los castiga de un determinado tipo, pero no de otro. Juana Dolores e Irene Montero son dos prototipos de esa galaxia de la progresía que se considera con derecho a practicar la violencia verbal en el campo político.
¿Qué pasaría si alguien que no pertenece a esta galaxia utilizara expresiones como odio, orgullo y furia dirigiéndose a los contrarios y a los propios? Pues éste es el lenguaje que utilizan públicamente como gran argumento estas señoras.
Juana Dolores Romero es una catalana que escribe poesía y se define en wikipedia como actriz española nacida en El Prat de Llobregat en 1992. Su currículum, como se puede observar, es muy corto, pero ganó en el 2020 el premio Amadeu Oller por su poemario “Bijuteria”. Y esto lo que vende es de valorar y de indicar una determinada calidad. Pero su llamada no viene de ahí, no es literaria, sino de su furiosa presencia en Twitter y, lo que le ha acabado de encumbrar es una entrevista en el 3/24 que le hizo Xavier Grasset y en la que se quedó descansada atacando a TV3, a la gente que trabaja, a Xavier Trias, al catalanismo y a todo lo que se mueve. Pero todo esto es legítimo y hasta cierto punto TV3 muchas de estas críticas se las ha ganado a pulso.
Lo que ya no es tan legítimo es que escriba y se jacte de que a ella la mueven dos motores: “el odio de clase y su amor de mujer”. Afirma que estos son los dos únicos sentimientos que la hacen twittear una y otra vez, y para que no queden dudas reitera al final del artículo que dedica su odio y su amor y se declara favorable a la lucha de clases. Esto lo hace en uno de sus artículos en El País, pero no es una excepción con el tipo de expresión que utiliza. Se habla de normalizar, es una frase querida por la progresía, porque de tanto normalizar están normalizando el odio a quienes piensan distinto. La pregunta es si declarar que se odia en nombre de la lucha de clases corresponde o no a una figura del CP, precisamente la del delito de odio, o éste sólo está restringido cuando la persona odiada pertenece a una determinada categoría específica, como puedan ser homosexuales y otros.
Irene Montero, por su parte, ya ha hecho toda su carrera política a base del exabrupto y la descalificación gruesa de quienes no comparten sus puntos de vista en su intervención en el otorgamiento de los premios del ministerio de Igualdad, los llamados reconocimientos “Arcoiris” para galardonar a personas que se han destacado por apoyar a los grupos de presión LGTBI. En este contexto dio un discurso que era también su despido de la política de primera línea, dado que sus compañeros de organización han asumido su liquidación. Y no pudo dejar de afirmarse que es “tiempo de mucho orgullo y mucha furia trans”.
¿Podemos considerar que la política es la práctica que procura el bien común, si ésta está llena de afirmaciones propias de orgullo y ataques a los demás en los que se apela a la furia y al odio? Parece que no. El problema es que además los que hacen un menor uso de este lenguaje, como son Vox, se llevan la exclusiva de la descalificación en este terreno, mientras que los que lo utilizan sistemáticamente, protegidos por la esfera mágica de la progresía, tienen bula y así van sembrando de furia y odio nuestra sociedad. Y así se utilizan expresiones frívolamente calificando de fascista al que nada tiene que ver con el fascismo, o utilizando la palabra “ultra” como descalificativo.
Ultra no significa otra cosa que «más allá». Entonces, ¿qué significa un ultracatólico? ¿Qué va a misa todos los domingos? ¿Que defiende la vida y critica el aborto? ¿Qué significa ser ultraconservador? ¿Qué está para que no toquen nada de los bosques, y esto sería un parque natural? ¿Qué está para que se mantenga el matrimonio de acuerdo a la unión entre un hombre y una mujer? Todas estas personas son sujetos de la ira y el odio que se promueve desde la esfera de la progresía y, como se creen dotados de bula, no ven ningún tipo de culpa y responsabilidad en su actitud.