Irán atrapado entre la vergüenza y la guerra abierta

Desde que el consulado iraní en Damasco fue bombardeado el 1 de abril, produciendo varios muertos entre la guardia revolucionaria, el régimen iraní buscaba la forma de vengarse contra su enemigo mortal, Israel, para quien proclama la destrucción total desde hace 45 años.

A pesar de su enemistad histórica, hasta ahora Israel e Irán no habían intercambiado fuego con armamento arrojado desde sus respectivos territorios. Algo que cambió la madrugada del domingo 14 de abril, cuando Irán realizó un ataque contra territorio israelí, parece que buscando objetivos únicamente militares y no civiles.

Aunque el ataque de Irán fue neutralizado por Israel, Irán atravesó una línea que incrementa sustancialmente los riesgos de su apuesta.

Efectivamente, Teherán se sitúa entre dos riesgos opuestos, los dos potencialmente catastróficos por la agresiva política regional que conduce la principal potencia chiíta del mundo.

Por un lado, si su respuesta es masiva, el riesgo es provocar un conflicto bélico en toda regla, inflamando todo Oriente Medio. Y si Israel siente su existencia amenazada, podría llegar a emplear su disuasión nuclear (que no equivale, al menos en un primer momento, a utilizar el arsenal atómico contra objetivos militares o civiles).

Por otra parte, si la respuesta de Irán no genera daños sensibles a Israel (lo que todavía no se ha producido a pesar del primer ataque), dejará en evidencia su impotencia justo en un momento en que el régimen de los ayatolás se intenta presentar como el primer y único verdadero defensor de los musulmanes de Tierra Santa.

Para evitar un riesgo y otro, Teherán ha declarado que su venganza sería «calibrada».

Tanto los países cercanos a Irán como las naciones occidentales han exigido contención al gobierno de Teherán.

Además, la venganza de Teherán paradójicamente ha dado oxígeno al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en un momento en que Estados Unidos empezaba a darle la espalda a raíz de su voluntad de proseguir los combates en Gaza pese al elevado coste en vidas civiles.

El presidente estadounidense Joe Biden advirtió a Irán que no atacara a Israel, añadiendo una nota de apoyo bien explícita: “estamos comprometidos con la defensa de Israel, apoyaremos a Israel, ayudaremos a Israel a defenderse e Irán no vencerá”.

Israel lleva desde los ataques perpetrados por el grupo terrorista Hamás el pasado 7 de octubre una guerra sin cuartel contra sus enemigos regionales: Hamás en la franja de Gaza, pero también Hezbolá en la frontera norte con Líbano y contra los milicianos de estos grupos y otros vinculados con Irán desde el territorio de Siria.

La estrategia que Irán parece estar desplegando contra Israel desde entonces consiste en obligar al estado hebreo a mantenerse en una situación de alerta insostenible a largo plazo, generando fatiga entre las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad, incomodidad para su población civil y haciendo que la opinión pública mundial se vaya poniendo en su contra.

Sin embargo, por otra parte, cabe señalar que Israel está habituado a soportar este tipo de presión con sus vecinos árabes y con Irán desde hace décadas.

La venganza de Teherán paradójicamente ha dado oxígeno al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en un momento en que Estados Unidos empezaba a darle la espalda Share on X

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