A pesar de la imagen de modernidad y estado del bienestar modelo que Suecia sigue proyectando en todo el mundo, el país escandinavo atraviesa una crisis de criminalidad y de orden público inaudita.
Y según ha reconocido la primera ministra, la socialdemócrata Magdalena Andersson, las causas de este mal se encuentran en el laxismo en el ámbito de la inmigración en Suecia.
En una rueda de prensa poco habitual, y tras una inaudita oleada de violencia callejera motivada por razones religiosas que causó más de 100 heridos entre las fuerzas de orden público, Andersson admitió la semana pasada que la integración de los inmigrantes en Suecia había fracasado.
Andersson apuntó que “la integración ha sido demasiado débil al tiempo que hemos conocido una inmigración masiva. Nuestra sociedad ha sido demasiado inconsecuente con esta cuestión, y los medios asignados a la policía y los servicios sociales, demasiado ligeros”.
“Actualmente, Suecia está compartimentada en sociedades paralelas. Todos vivimos en el mismo país, pero en realidades totalmente distintas” Magdalena Andersson, Primera Ministra de Suecia
La primera ministro concluyó: “En nuestro país se ha instalado una segregación tal que, actualmente, Suecia está compartimentada en sociedades paralelas. Todos vivimos en el mismo país, pero en realidades totalmente distintas”.
La ola de violencias del fin de semana de Pascua encuentra sus orígenes en el desafío lanzado por Rasmus Paludan, un líder de extrema derecha conocido por quemar ejemplares del Corán, el libro sagrado de los musulmanes, en público. Según afirma, su intención era desde el principio demostrar que los inmigrantes musulmanes son violentos.
La reacción a la provocación lanzada por Paludan no se hizo esperar: en todas las ciudades donde se había anunciado la quema de un Corán estallaron revueltas en las que se arrojaron piedras e incendiaron vehículos de la policía mientras se entonaba la proclama yihadista de «llah akbar ”.
Uno de los hechos más sobrecogedores para la opinión pública fue comprobar cómo mujeres e incluso niños participaban en los episodios violentos. Para evitar ser linchados, hubo policías que dispararon munición real.
Uno de cada cinco habitantes ha nacido en el extranjero
En tan sólo 20 años, el número de personas nacidas en el extranjero en Suecia ha aumentado un 80%. Esto implica que hoy, uno de cada cinco habitantes ha nacido en el extranjero y uno de cada cuatro recién nacidos tiene al menos un progenitor extranjero. Y de éstos, la gran mayoría provienen de países no europeos.
De hecho, un porcentaje importante de estos recién llegados fueron acogidos originalmente como refugiados, y no como inmigrantes económicos. Una política voluntarista que se inició con la guerra de Yugoslavia en los años 90, y que el conflicto en Siria aceleró dramáticamente. Tan sólo en 2014 Suecia repartió más de 160.000 permisos de residencia.
Un esfuerzo supremo que despertó la admiración de todo Occidente. Pero que poco después ha demostrado rebasar las capacidades del reino escandinavo. Ya en 2020, ante una situación interior cada vez más complicada, el gobierno sueco recortó el número de nuevos permisos de residencia a 25.000. Una medida que llegó demasiado tarde.
En los últimos 20 años han provocado cambios rapidísimos en la fisonomía urbana del país, hasta el punto de que numerosos suecos no reconocen sus barrios. Los episodios de las últimas semanas han dejado en evidencia que partes enteras del territorio escapan al control de las autoridades públicas.
El año pasado, Suecia registró un total de 342 tiroteos que causaron un total de 46 muertes. Se trata de la tasa por millar de habitantes más elevada de Europa. El 85% de los autores y a la vez de las víctimas de estos episodios son de origen extranjero, o bien nacidos fuera de Suecia según datos aportados por el diario francés Le Figaro.
Actualmente, Suecia está compartimentada en sociedades paralelas. Todos vivimos en el mismo país, pero en realidades totalmente distintas Share on X