Incendios forestales: ya se sabía, ya se sabía…

Ya se sabía, ya se sabía… Y, al cabo de más de una semana, apareció el comandante Sánchez. Llegó solemne, mandó parar y anunció la gran solución: ¡un Pacto de Estado! Mientras tanto, el fuego siguió haciendo su trabajo: devorar.

La escena recuerda a una metáfora doméstica. Imagine que, en pleno agosto, sufre un ataque de asma brutal. No es la primera vez, pero ahora lo deja sin aliento. El médico de siempre está de vacaciones y, por teléfono, no atiende ni a su sombra. Las enfermeras, también ausentes. Usted aguanta como puede, con remedios insuficientes, hasta que, tras días de penuria, el doctor reaparece.

Le explica su agonía, aunque no haría falta. Él, muy serio, arruga el ceño, pone rostro de trascendencia y sentencia: “usted sufre de la emergencia climática; es urgente un pacto climático para su ciudad”. Frase solemne, mirada al horizonte, problema resuelto… en su mente. Usted lo observa, boquiabierto, y piensa con razón que este médico confunde el tomate para untar con el cinabrio. “Y mientras tanto, ¿qué hago con mis pulmones?”, le grita el sentido común.

Nuestro médico se llama Sánchez. Y su receta para los incendios forestales es la misma: remitirse al Pacto de Estado del 2022. Lo que pensaríamos de aquel médico es lo que conviene pensar del presidente: irresponsable, impotente, cínico… o todo a la vez. Rodeado, además, de colegas con idéntica vocación por la inanidad.

Porque, y esto está en la base, ya lo sabíamos. No era sorpresa. Estábamos advertidos. Tras años de abandono forestal, la sequía prolongada, la primavera húmeda y las olas de calor, todo pedía medidas especiales, un mando claro, un interlocutor único. Ya en 2022 se quemaron 306.555 hectáreas; fue un aviso brutal. Ni caso. Este verano vamos por 348.196, y aún no se ha acabado. El año 2023 fueron menos, pero cerca de 100.000. ¿Qué ha hecho el Gobierno ante estos antecedentes? Nada. Irse de vacaciones. Increíble.

Y lo más pintoresco: nadie sabe, ni el propio Sánchez, quién coordina en el Gobierno la lucha contra los incendios.

Está Margarita Robles, la UME, por una parte, y por otra el  retraso habitual en desplegar unidades de ingenieros (¿tienen capacidad operativa?); Marlaska, con Protección Civil, que hacen ruedas de prensa; y el mastodóntico Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico —bonito nombre, resultados catastróficos—, donde flota como alma en pena la vicepresidenta Sara Aagesen. Una ministra que colecciona desgracias: las obras incumplidas del barranco del Poyo en la DANA de Valencia, el famoso “Gran Apagón” (con dos explicaciones oficiales contradictorias) y ahora los incendios. Más catástrofes en menos tiempo, imposible.

En teoría, su ministerio tiene competencias forestales, dispone de las BRIF, de los aviones Canadair, de los helicópteros Kamov, de equipos de prevención, análisis y coordinación nacional. En teoría. En la práctica, nadie sabe dónde se esconden. Desde la gran “explosión” de 2022, ¿qué se ha prevenido, qué se ha estudiado, qué se ha aplicado? La respuesta es un eco vacío.

El Gobierno funciona como un reino de taifas sin jefatura. Y su presidente, maestro en la inhibición, se aparta de toda dirección, no sea que la adversidad lo salpique.

España arde, Sánchez llega tarde y propone un pacto que no apaga ni una cerilla. #IncendiosForestales #PedroSánchez Compartir en X

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