El 1 de julio, Hungría asumía la presidencia rotatoria de la Unión Europea. Además de la atención que genera su primer ministro Viktor Orbán por sus posiciones disonantes con el establishment de Bruselas en aspectos como la cultura, la inmigración o la política exterior hacia Rusia, el pequeño país de Europa central toma temporalmente las riendas de una UE en plena redefinición política a raíz de las elecciones al Parlamento Europeo del pasado junio.
Una coincidencia que al morbo de tener Orbán formalmente en el puesto de mando se le añade una sustancia nada despreciable. Y eso a pesar de que los tres partidos tradicionales de la UE (populares, socialistas y liberales) se han salido rápidamente con la suya para excluir a la derecha alternativa de Giorgia Meloni del reparto de cargos clave para la próxima legislatura europea de cinco años.
Sin embargo, Hungría ha anunciado un programa político ambicioso para los próximos seis meses, que incluye asuntos de especial interés para Orbán y sus socios europeos como la lucha contra la inmigración ilegal, pero también temas inesperados y especialmente espinosos como son el futuro de los subsidios agrícolas europeos y el reforzamiento de la industria de defensa europea.
Este último aspecto merece especial atención por el inesperado papel que Hungría juega a escala europea.
Es conocido que Hungría es lo más cercano a un socio que Rusia dispone en la UE actualmente. Su papel en la guerra de Ucrania se ha caracterizado por dificultar todo lo posible el envío de armamento a Kiev, por ejemplo bloqueando los fondos destinados a compensar a los países que den armas a Ucrania.
Pero, por otra parte, Hungría es un excelente alumno en materia de gasto en defensa, destinando el 2,11% de su producto interior bruto en 2024, claramente por encima del objetivo del 2% fijado por la OTAN.
Además, Hungría compra armamento europeo en abundancia, desde carros de combate y artillería autopropulsada alemana hasta misiles y helicópteros franceses, pasando por aviones de caza suecos.
Según el embajador húngaro en la UE Bálint Ódor, un 85% de las compras de armamento realizadas en un vasto programa de modernización de las fuerzas armadas lanzado hace ocho años se han realizado en la industria europea. Sin contar con que el país acoge varias fábricas de armamento, municiones y componentes de sistemas militares de empresas del Viejo Continente.
Hungría cuenta con utilizar estas excelentes cartas de presentación para avanzar varios proyectos en materia de industria de defensa, un ámbito que puede esperar el apoyo de países clave como Alemania y Francia.
En concreto, se espera que durante la presidencia húngara avancen dos proyectos clave: la Estrategia Industrial de Defensa Europea (conocida por sus siglas EDIS en inglés) y el Programa Industrial de Defensa Europeo (EDIP), ambos orientados a reforzar el complejo militar-industrial del Viejo Continente.
Sin embargo, para avanzar Hungría deberá desplegar grandes esfuerzos para convencer a sus habituales, y abundantes, detractores. El propio ministro de la UE de Hungría, János Bóka, ha afirmado al diario Politico que él y su gobierno «somos conscientes de que seremos escrutados muy atentamente para saber si cooperamos de forma sincera con los estados miembros y las instituciones [europeas]» .