- Siempre las elecciones en EE.UU. tienen un impacto más allá del propio país, pero estas lo tendrán de manera especial porque, según sea el resultado, fortalecerá y mucho la actual ola favorable a la derecha alternativa que se está produciendo en el mundo occidental.
- Biden puede quedar invalidado como presidente en lo que se refiere a la política interna si pierde las dos cámaras que, mal que bien, controla. De hecho, solo con que los republicanos ganen en el Congreso, algo muy probable, ya será suficiente para dejarlo muy limitado, sobre todo porque su baja valoración entre el electorado no le permite apoyarse en una opinión pública favorable que rompa el previsible tope del Congreso. Una derrota prepararía ahora mal las elecciones presidenciales del 2024.
- Se eligen hasta 36 gobernadores, y estas figuras, que no se consideran tanto en los recuentos como los diputados y senadores, son clave para el juego político del estado y de cara al 2024 porque son ellos quienes controlan las elecciones. Muchos estados en manos republicanas favorecen el retorno de esta opción a la presidencia.
- Está en juego el símbolo axial del progresismo occidental: el aborto. La sentencia del Tribunal Supremo que dejó sin efecto la otra sentencia precedente de Roe contra Wade, que permitió generalizar el aborto devolviendo la decisión a los estados, hizo pensar a los demócratas que este debía ser su caballo de batalla para conseguir una gran victoria. Ahora son conscientes de que se han equivocado y que el aborto no es un factor determinante para la mayoría de votantes, si se confirman las encuestas, está claro. De hecho, se ha levantado la veda en este tema en la primera potencia económica y cultural del mundo y esto tendrá consecuencias.
- Los republicanos, por su parte, han centrado su campaña en la economía, en muchos estados donde se encontraba este problema, en la educación sexual en las escuelas y en la inmigración. Parece que les ha funcionado mucho mejor. El resultado puede ser que ganen la mayoría en el Congreso, que se renueva de forma completa cada dos años y haya más interrogantes con el resultado del Senado que después se renueva en una tercera parte. De hecho, todo parece concentrado en este último caso en cuatro estados (Pensilvania, Arizona, Nevada y Georgia), que pueden decantar la balanza hacia un lado u otro.
- Algunos mitos electorales se tambalean. Los latinos votan siempre demócrata, sí pero menos. Por un lado, venezolanos y cubanos se decantan mayoritariamente por los republicanos y también abren brecha en la segunda generación de latinos. El hecho de presentarse como defensor de la familia también ha abierto cierta brecha en este bloque, que antes era monolíticamente favorable a los demócratas.
- Algo parecido puede decirse de los católicos votantes demócratas de por vida por varias razones y, que ahora, si bien mantienen en buena parte viejas fidelidades a este partido, se decantan también en una posición sustancial hacia los republicanos, en un cambio que ya se inició en la época de Reagan y que se ha acentuado y consolidado con el paso del tiempo. La cosa está en principio tan reñida que incluso tiene algunas posibilidades de ganar el candidato republicano en la gobernadoría de Nueva York, un estado sólidamente liberal, en la persona de Lee Zeldin que, yendo por detrás en las encuestas, ha registrado un crecimiento tan importante que hace pensar, no es probable, que pueda superar al candidato demócrata. Da una idea de que han cambiado las circunstancias en EEUU cada vez más polarizados.
En todo caso la respuesta la tenemos cerca. A partir de mañana sabremos de qué color se ha levantado la primera potencia mundial.
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