Donald Trump fue acusado repetidamente de proteccionista. En 2016 era uno de los peores crímenes que podrían cometerse para buena parte de las élites de su país, incluyendo a oe Biden.
Seis años después, su rival y ahora presidente no sólo no ha rectificado esta tendencia iniciada por Trump, sino que está haciendo que Estados Unidos profundice aún más en su proteccionismo económico, hasta el punto de inquietar en serio a su principal aliado, la Unión Europea.
Recordemos que fue Biden quien firmó una orden ejecutiva tan explícita como Buy American el año pasado.
Ahora, el presidente de Estados Unidos ha propuesto un nuevo paquete de medidas supuestamente para hacer frente al cambio climático por un valor de 370.000 millones de dólares. La cuestión es que incluyen numerosos incentivos para que las empresas se aprovisionen dentro de los Estados Unidos en vez de depender de las importaciones.
Por ejemplo, la “Inflation Reduction Act” (ley de reducción de la inflación) incluye exenciones impositivas a los compradores de coches eléctricos fabricados en Estados Unidos, así como créditos industriales para las empresas que inviertan localmente en fuentes de energía alternativas (entre las que figura, por cierto, la energía nuclear).
Francia ya ha alzado la voz y ha apuntado que podría perder más de 8.000 millones de euros en inversiones que se desviarían hacia Estados Unidos a causa de las medidas de Biden.
En Francia, los compradores de coches eléctricos pueden beneficiarse de un subsidio de hasta 7.000 euros independientemente del país de fabricación del automóvil. Si la legislación estadounidense se aprueba, se ofrecerían hasta 7.500 dólares a los compradores, pero sólo si el vehículo se produjo en el país.
La semana pasada, el presidente francés Emmanuel Macron convino con el canciller alemán Olaf Scholz la necesidad de dar una respuesta europea conjunta.
Entre las opciones que la Unión Europea estaría estudiando figuran imponer aranceles en su entorno, recurrir ante la Organización Mundial del Comercio o presionar a Washington para que se incluyan los bienes y servicios europeos dentro de los beneficiarios de las medidas estadounidenses.
Sin embargo, si se aplican cambios amplios la legislación, es posible que Biden tenga que devolver el texto al Congreso para una aprobación.
Macron, que en Francia es criticado por haber aprobado la venta de empresas estratégicas francesas en capital estadounidense durante su mandato de ministro de la economía bajo François Hollande, ha levantado últimamente la bandera del proteccionismo.
En una entrevista reciente en televisión, Macron afirmó que “tiene China que está protegiendo su industria, Estados Unidos que está protegiendo su industria, y Europa que es una casa abierta” y se mostró partidario de un régimen europeo de subsidios industriales.
De momento, los alemanes se han mostrado más tímidos. Su ministro de finanzas, el liberal Christian Lindner, ha defendido que la respuesta europea a las medidas estadounidenses no puede consistir en establecer su propio régimen de subsidios, sino que debería reforzarse la competitividad de Europa para evitar que las empresas se lleven sus inversiones a Estados Unidos.
Hay que esperar a ver si la vía diplomática actualmente abierta entre Estados Unidos y Europa da frutos, pero es esperable que las tensiones en torno a la protección del sector industrial sigan aumentando en un contexto geopolítico cada vez más tenso, y en el que las partes se concentran cada vez más en sus más urgentes intereses individuales.
La idea de una guerra comercial abierta entre Europa y Estados Unidos, totalmente impensable hace 10 años cuando se estaba negociando el malogrado TTIP (Asociación Transatlántica por el Comercio y las Inversiones), aparece cada vez más como una posibilidad en un horizonte no demasiado lejano.