Los «cisnes negros» son acontecimientos altamente imprevisibles y poco probables que tienen un gran impacto disruptivo en el conjunto de la sociedad o en un país determinado. Por su naturaleza es difícil afirmar cuáles de las amenazas potenciales pueden dar pie a un evento de este tipo. Pero hay suficientes referencias para saber dónde puede ocurrir un mayor y nuevo problema.
El ataque masivo de Hamás en el territorio de Israel es evidente que ha necesitado preparación humana y mucha logística. Nadie lo esperaba. Ha sido un cisne negro, pero también ha significado una quiebra histórica del sistema de seguridad de Israel. Los cisnes negros de origen humano tienen aspectos mucho más predecibles de lo que parece. Y su incertidumbre nace en gran medida de apriorismos previos que no tenían fundamento suficiente. Es el caso también de la invasión de territorio ucraniano por parte de Rusia. Si no hubiera habido el apriorismo fruto de un cierto complejo de superioridad de que Rusia nunca haría una acción de este tipo (en definitiva es una potencia económica algo mayor que España y menor que Italia), seguramente se pudo evitar. El gran cisne negro que fue la covid y del que aún desconocemos su origen, no deja de ser un accidente a gran escala y, por tanto, de probabilidades bien definidas.
Hoy por lo menos hay 6 grandes ámbitos que pueden dar pie a un evento de magnitud impactante y que pueden aparecer de forma repentina, sobre todo teniendo en cuenta que nuestro siglo se caracteriza por la aceleración y la multiplicación de eventos de este tipo:
1. Un primer ámbito es el de la crisis financiera. Más tarde o más temprano volverá a producirse una grave crisis fruto de burbujas de activos hinchados o de niveles insostenibles de deuda que nos lleven al colapso financiero. Seguramente uno de los capítulos más peligrosos es el de las finanzas que operan fuera de la regulación bancaria, que han crecido de forma extraordinaria. En Reino Unido representa el 332% del PIB, en EE.UU. el 194%, en Francia el 116%, en Alemania el 108% y en España el 73%. Es como una gran bolsa sumergida e insuficientemente regulada que, por su tamaño, como se ve por las cifras indicadas, si peta puede producir un trasiego financiero de terribles consecuencias.
2. Las amenazas a nuestros sistemas de energía y cibernéticos, que van desde los ataques cibernéticos hasta una quiebra de internet, pasando por algo que sería aún más caótico, la caída del sistema eléctrico.
3. Las tensiones geopolíticas. Tenemos el ejemplo de Ucrania y de Armenia. Ahora la situación en Israel, la multiplicidad de armamento atómico. Existe la retórica agresiva. Hay multitud de focos que pueden terminar en un desastre a gran escala.
4. Las pandemias. Ya hemos vivido un ejemplo claro con la cóvid-19. Y los científicos alertan de que este tipo de evento no será ni mucho menos único en el futuro.
5. Grandes crisis ambientales inesperadas. Señalemos dos. El CO₂ fijado en el permafrost ártico. Este tipo de suelo que se mantiene congelado a lo largo de todo el año acumula una gran cantidad de CO₂ y el aumento de las temperaturas puede acabar provocando que en verano se deshiele y emitan a la atmósfera una cantidad ingente de este gas que multiplicaría el efecto invernadero. También existe CO₂ fijado en algunas regiones del fondo marino con lo que se conoce como hidratos de gas que contiene CO₂ y otros gases. Son cristales de hielo que encapsulan el CO₂. Si se produce un cambio importante como es el aumento de la temperatura o la disminución de la presión, este fenómeno desestabilizaría los hidratos y entregarían también grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera.
Naturalmente, el cisne negro puede aparecer en cualquier otro lado, por eso es un evento imprevisible. Pero no está de más que nuestra sociedad compleja y frágil, y sus gobiernos tengan más presente allá donde la racionalidad humana puede actuar de mejor manera para evitar que la desgracia nos castigue.
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