Junto a la intelectualidad monárquica, también interactuó parte de la “familia militar”.
Un grupo de altos cargos de los ejércitos (tierra, mar y aire) que presionarían a Franco, con ahínco, pero sin éxito, para reinstaurar la monarquía, provocando lo que se conoce como “las crisis del primer franquismo”, con el trasfondo de los enfrentamientos entre militares y falangistas, por un lado, y por el otro, la continuidad vitalicia en el caudillaje.
Sorprende, en este contexto de defensa de la reivindicación monárquica, el posicionamiento favorable de una parte de la oposición republicana en el exilio.
Recién fundada en México Acción Republicana Española el 14 de abril de 1941, décimo aniversario de la proclamación de la Segunda República, se lanzó un llamamiento a las democracias occidentales en solicitud de ayuda para derribar a Franco, argumentando que “sin una España libre no será posible una Europa libre”.
En esta línea, Indalecio Prieto, presidente del Gobierno, en divergencia con Martínez Barrio, que presidía la República, defendía la idea de reconstruir un gobierno republicano, que se presentaría a los aliados como alternativa al franquismo, en el cual se daba una aproximación a la monarquía. Ofrecía, de salir adelante la iniciativa, la celebración de un referéndum sobre la forma de estado, monarquía o república. La propuesta no prosperó, la cual cosa contribuyó a que a renglón seguido presentara su dimisión.
Las cosas quedaron como estaban y, en definitiva, una vez aprobada y refrendada la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, Franco consiguió la tan anhelada legitimación monárquica del régimen.
Sorprende, en este contexto de defensa de la reivindicación monárquica, el posicionamiento favorable de una parte de la oposición republicana en el exilio Share on X