Francisco: cambio de estilo, no de doctrina

Francisco ha sido el Papa de los gestos, sobre todo de sencillez y misericordia ante las flaquezas humanas. Ha mostrado empatía hacia los católicos divorciados en situación irregular y las parejas homosexuales. También ha promovido el papel de las mujeres en la Iglesia. Pero si alguien creía que estos gestos eran el preludio de cambios radicales en la doctrina, no entiende que es la Iglesia. Pese a que Bergoglio, por talante y estrategia, a menudo quería agradar al mundo, como Papa tenía claro que la fe, y la doctrina y moral que se derivan, tienen un fundamento mucho más sólido que las modas y costumbres de cada época.  

Estos días hemos oído repetidamente que ha sido un Papa renovador y valiente, adjetivos que no se utilizan para referirnos al papa Benedicto XVI, aunque los principales cambios de Francisco antes ya los había iniciado e impulsado su predecesor, en la persecución contundente tanto de la pederastia como de las irregularidades financieras en la Iglesia.

Está claro que Francisco ha sido un Papa mucho más popular que Benedicto. Ratzinger ha sido uno de los grandes teólogos del último medio siglo. Pero en la era de las imágenes y de los mensajes breves y chocantes, se valoran más los gestos y guiños que el esfuerzo perseverante del pensamiento para encontrar la verdad en medio de la niebla y discernir cómo actuar. Además, en cuanto fue elegido Ratzinger, el progresismo cultural dominante le tildó (injustamente, pero eso parece que no tenga importancia) de intransigente, de Dóberman.

Francisco ha sabido adaptarse mucho mejor a la comunicación de nuestro tiempo, con frases de impacto que soltaba en entrevistas informales, con un estilo “campechano”, a veces jugando al límite de la ortodoxia católica, con mensajes no siempre claros… Y que a menudo quedaban en esto, en frases para titulares, pero ulterior profundización.

Unos ejemplos. En un tiempo en el que el problema para muchas familias no es el exceso de natalidad, sino su grave déficit, para apelar a la “paternidad responsable” dijo ante los periodistas en el avión: “Algunos creen, perdonar la expresión, que para ser bueno y católico debemos ser como conejos”. Este fue el titular en los medios. Mucho menos eco se dio al resto de sus palabras, que aconsejaban “que la media sea tres por familia para mantener a la población”.

Durante otro vuelo, dijo una de sus frases con más eco: «En un lobby no todos son buenos, pero si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? El Catecismo de la Iglesia Católica explica y dice que no deben marginarse a estas personas y que deben ser integradas en la sociedad». No hace falta recordar qué parte de este comentario ocupó los titulares y a cuál se le puso sordina. Es difícil conjugar los breves mensajes de alto impacto con la precisión y claridad. Usar la palabra gay ya es caer en la trampa conceptual parada por el lobby que menciona. Un pastor católico no puede obviar que no es lo mismo ser gay que ser homosexual. Esto segundo es moralmente neutro, mientras que el término «gay» ya supone la legitimación o exaltación de los actos homosexuales.

Era propio de Francisco ir alternando una de fría con una de caliente, para intentar acercarse a los más alejados, pero sin alejarse demasiado de los próximos. La interesante expresión “colonizaciones ideológicas” la utilizó en una homilía de 21 de noviembre de 2017, en la que denunciaba “…novedades” malas, hasta llegar a considerar normal “matar a niños” o perpetrar genocidios” para “anular las diferencias”, tratando de hacer “limpieza” de Dios con la idea de ser “modernos” y al compás de los tiempos”». Y varias veces más para condenar la ideología de género, que anula las diferencias naturales entre el hombre y la mujer y siembra la confusión antropológica.

Pero unos años después, pidiendo perdón ante el primer ministro Justin Trudeau y representantes de los indígenas canadienses, afirmó que “la colonización no se detiene, sino que en muchos se transforma, se disfraza y se disimula”. Si esto pretendía ser una crítica sutil a la colonización woke del siglo XXI, que ha tenido en Trudeau uno de sus líderes mundiales, pasó muy desapercibida. Este había exigido a la Iglesia que pidiera perdón por la noticia aparecida, sin pruebas consistentes, del hallazgo de supuestas fosas de niños enterrados en escuelas estatales encomendadas a la Iglesia.

Es bueno pedir perdón cuando hay un motivo que lo justifica, pero cuando quién te lo exige es un político rematadamente woke y anticatólico como Justin Trudeau, hay que ser prudente. Al final, este no ha rectificado ni ha pedido perdón cuando hace pocos meses la propia investigación impulsada por el gobierno canadiense concluyó la inexistencia de cuerpos de niños indígenas enterrados a los patios de aquellos colegios. No ha sido un asunto menor, puesto que la falsa acusación abonada por Trudeau provocó el incendio de un centenar largo de iglesias en todo Canadá. Pase lo que pase, aquí solo pide perdón la Iglesia, a tiempo y a destiempo.

Para concluir, en la época de confusión antropológica y moral que nos ha tocado vivir, al nuevo Papa le pedimos sobre todo mucha firmeza y claridad en la transmisión de la fe.

@ros_arpa

Publicado en el Diari de Girona el 2 de mayo de 2025

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