Los resultados de las elecciones europeas en Francia, sin duda los más comentados en toda Europa, ofrecieron a pesar de la clara primera posición de Agrupación Nacional de Marine Le Pen y Jordan Bardella, la imagen de un país profundamente fragmentado.
Pese a que la lista liderada por Bardella obtuvo un respetable 31,4% del voto, la segunda fuerza política, Renacimiento del presidente Emmanuel Macron, sumó tan sólo el 14,6%. Esto sitúa a Francia en un escenario con una miríada de seis fuerzas políticas «medias», enfrentadas entre ellas y con peso electoral suficiente para ser tenidas en cuenta.
En contraste, los resultados en España dejaron en evidencia la resistencia del bipartidismo PP-PSOE: a pesar de la clara victoria de los populares, las dos grandes fuerzas lograron concentrar prácticamente el 65% del voto total.
Sin embargo, Macron anunció la misma noche electoral la disolución del parlamento y la convocatoria de elecciones legislativas en Francia el 30 de junio y el 7 de julio (primera y segunda vuelta, respectivamente).
En cuestión de horas, el escenario de la fragmentación mutó en uno de polarización en medio de una frenética sucesión de eventos.
Nuevo Frente Popular
En un primer momento, las formaciones políticas de izquierda y de extrema izquierda decidieron presentar candidatos únicos a cada circunscripción, conformando una alianza bautizada Nuevo Frente Popular (de tristes resonancias en España, y que en Francia también apareció en los años 30 del siglo pasado por primera vez).
El acuerdo se hizo al parecer de espaldas al líder de la lista que obtuvo los mejores resultados en las europeas entre las izquierdas, el socialista moderado Raphaël Glucksmann, aunque más tarde accedió a otorgarle legitimidad.
En la práctica, el Nuevo Frente Popular ha adoptado el programa político de la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon, Francia Insumisa, y ha logrado imponer a sus candidatos en una mayoría de circunscripciones ante la desesperación de una parte de los votantes socialistas, muy críticos con Mélenchon.
Aunque es muy difícil avanzar los resultados en las legislativas que esta coalición anclada en la extrema izquierda podría obtener, la suma de los votos de los socialistas, Francia Insumisa, ecologistas y comunistas en las europeas fue del 32% de los votos.
Bloque Nacional
Ante el peligro electoral que supone esta coalición, las derechas reaccionaron de forma caótica. Varias voces de los Republicanos, el partido heredero del gaullismo, y también de Reconquista, el partido del periodista Eric Zemmour, apelaron a conformar un Bloque Nacional (término con connotaciones igualmente inquietantes en España) con el Agrupamiento Nacional de Le Pen.
Sin embargo, la cúpula de los Republicanos se declaró contraria a esta posición, y el propio presidente del partido, Eric Ciotti, fue desautorizado por su comité ejecutivo y expulsado… Una decisión que la justicia invalidó el viernes 14 de junio.
Tres cuartos de lo mismo le sucedió a Marion Maréchal, cabeza de lista de Reconquista en las europeas y abogada de la unión de las derechas, lo que le valió la expulsión por parte de Zemmour.
Prever los resultados que un posible Bloque Nacional podría obtener en las legislativas resulta aún más difícil que en el caso del Nuevo Frente Popular, puesto que las relaciones entre sus componentes resultan aún más complicadas.
Pero cabe apuntar que los tres partidos de derechas mencionados obtuvieron el 44,2% de los votos, y por tanto disponen de un potencial más elevado que la alianza antagonista (al menos teóricamente).
Por encima de este guirigay, Emmanuel Macron tiene varias cartas.
La primera y más evidente es que Agrupación Nacional gane las elecciones legislativas (sin o con coalición de derechas) y deba formar un gobierno. Situación que los macronistas explotarían para dejar en evidencia la supuesta incompetencia de Le Pen. Además, sería previsible que sus ministros tuvieran que hacer frente a una feroz resistencia interna de los cuerpos de la administración pública (el profundo estado), anclados a la izquierda.
La segunda es, en caso de que los comicios den un parlamento excesivamente dividido para formar una mayoría, volver a jugar la carta del orden y apelar a la responsabilidad para intentar formar un gobierno de unión nacional que reagrupe a los diputados menos extremistas de todos los lados. Una opción atractiva sobre el papel, pero de la que Macron ha abusado demasiado desde que llegó al poder en el 2017, agotando las reservas de políticos dispuestos a apoyarle.
La tercera y que no hace falta descartar es que el sistema electoral francés de dos vueltas desemboque en una inesperada victoria de la extrema izquierda. Un escenario que podría producirse si los macronistas son excluidos en primera vuelta en un número importante de circunscripciones, haciendo que el duelo en la segunda sea entre Agrupación Nacional y el Nuevo Frente Popular.
En este último caso, a Macron no le quedaría más remedio que seguir el mismo juego que con Le Pen, pero no es difícil concebir que un gobierno dominado por la extrema izquierda sea aún más incómodo para Macron que uno de extrema derecha, especialmente en materia económica, fiscal y social.
No es difícil concebir que un gobierno dominado por la extrema izquierda sea aún más incómodo para Macron que uno de extrema derecha, especialmente en materia económica, fiscal y social Share on X