Las elecciones en Extremadura pueden leerse, como casi siempre, de dos formas.
La primera es la lectura rápida, epidérmica, que ofrecen los titulares de los principales diarios españoles.
La segunda, más parsimoniosa, pero mucho más reveladora, es la que emerge de los datos desnudos, comparados con las expectativas creadas por las encuestas. El ejercicio es interesante porque, en esta ocasión, los titulares no solo delatan la inclinación ideológica de cada medio, sino también un grado de coincidencia poco habitual.
El Mundo abría con un inequívoco: «El PP gana, pero necesitará un Vox disparado y el PSOE se hunde».
ABC era aún más contundente: «Histórica victoria de la derecha en Extremadura», probablemente el titular que sintetiza con mayor precisión lo ocurrido.
La Vanguardia, fiel a una tradición de fina sintonía con la Moncloa, prefería subrayar la dependencia del PP respecto a Vox antes que su victoria, y relegaba el derrumbe socialista a un segundo plano.
La Razón hablaba de «derrota histórica de Sánchez».
El Heraldo de Aragón optaba por un titular descriptivo y casi aséptico: «El PP gana, el PSOE se hunde y Vox se dispara». Incluso el Diario de Sevilla, con elecciones propias en el horizonte, reconocía la victoria del PP, advirtiendo del fortalecimiento de Vox.
El denominador común es evidente: el PP gana. El matiz, según el medio, es si lo hace con plenitud, con épica histórica o con la mochila incómoda de Vox. Y, al otro lado, una coincidencia casi unánime: el derrumbe del PSOE es inapelable.
Ahora bien, ¿qué dicen exactamente las cifras cuando las despojamos del ruido mediático?
Primera clave. La suma de la izquierda -socialistas más Unidas por Extremadura- queda claramente por debajo del resultado del PP. Esto introduce una novedad de gran calado: al PP le basta, en cualquier investidura o votación clave, con la abstención de Vox. Cada vez que Vox quiera tumbar una iniciativa del PP, tendrá que alinearse con la izquierda. No es un detalle menor: cambia completamente la geometría parlamentaria y sitúa a Vox ante un dilema político incómodo. Este era, de hecho, el escenario que Alberto Núñez Feijóo parecía perseguir: no la mayoría absoluta, probablemente inalcanzable, sino una hegemonía suficiente.
Segunda clave. El PP supera el 40% de los votos. En un contexto de fragmentación extrema y con una barrera de entrada del 5%, es una cifra extraordinaria. Sin mayoría absoluta, su posición es objetivamente mejor que antes de las elecciones. Cierto es que queda ligeramente por debajo de la media que le atribuían las encuestas -29 escaños en lugar de los 30 previstos-, pero eso no desmerece un resultado muy sólido.
Tercera clave. El PSOE se hunde sin paliativos. Pierde 10 diputados de los 28 que tenía y cae hasta el umbral mínimo que le concedían las encuestas. Es decir: ni siquiera el voto fiel, aquel que resiste en las peores circunstancias, ha comparecido en las urnas. Este voto no ha ido masivamente a Unidas por Extremadura, sino, sobre todo, a la abstención, que alcanza un insólito 38%. Es un rechazo explícito.
La derrota es especialmente significativa porque se produce en uno de los grandes feudos históricos del socialismo, gobernado durante décadas por Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Desde 1983 hasta 2023, solo cuatro años no fueron socialistas. Extremadura se suma así a otra pérdida traumática: Andalucía. Al PSOE le queda, en términos territoriales, un último pilar fundamental: Cataluña. Si el PSC se tambaleara, la hegemonía del socialismo español entraría en fase crítica.
Imposible desligar este resultado de la implicación directa de Pedro Sánchez en la campaña. Contra todo criterio táctico, personalizó una contienda que ya se intuía complicada. Su rostro aparecía en los carteles, asociándose así a un resultado catastrófico. La decisión de mantener a un candidato procesado solo se explica por razones personales y no políticas, y proyecta la imagen de un líder atrapado por sus propias circunstancias.
Por lo que respecta a Vox, su resultado es un éxito. Doble las cifras y se acerca más al PSOE que el PSOE al PP. Esto le da mucha fuerza, pero también responsabilidad, que tendrá que saber administrar. Cada voto contrario al PP le obliga a coincidir con la izquierda, un escenario que puede erosionarle.
Unidas por Extremadura hace un buen resultado, mejor de lo previsto, pero insuficiente. Crece, sí, pero no capitaliza el derrumbe socialista, sobre todo en el mundo rural. Es un aviso serio para el espacio de Sumar y por el liderazgo de Yolanda Díaz, ausente como marca propia en esta contienda.
La lección de Extremadura es clara: cuando los titulares gritan, las cifras hablan más bajo, pero dicen mucho más. Y lo que dicen, esta vez, no admite demasiadas interpretaciones.
Cuando el voto fiel se abstiene, el mensaje es inequívoco. #PSOE Compartir en X






