El economicismo en el que con tanta facilidad se cae impide ver el factor más importante a largo plazo en las lógicas de poder: la población.
Observemos el estado del mundo bajo aquella perspectiva con datos del 2018.
Europa sin Rusia tenía 537 millones, y perdiendo población que era compensada por la inmigración extra europea. A este total, ya en otras circunstancias, cabría añadir los 144 millones de rusos.
A nuestro lado, separados solo por el Mediterráneo, se encuentra la gran África. El segundo continente en importancia demográfica. Casi 1.288 millones de habitantes y creciendo hoy con países como Nigeria con 200 millones y Egipto y Etiopía en el orden de los 100 millones. Un país tan vecino como Argelia tiene una población parecida a la española, 42 millones. Dos características destacan del contexto demográfico africano. Su crecimiento, que continúa siendo alto; de hecho, es la región del mundo que más aumenta de población y la condición de ser mayoritariamente joven. África es, exactamente, todo lo opuesto de Europa y cuenta, además de un mar que nos separa, con sobre todo, otra separación, la de la renta per cápita, unas 10 veces superior en el lado europeo. Es imposible que con este panorama no exista un flujo de población emigrante y creciente hacia este apéndice del gran continente asiático que es Europa. Contemplar pasivamente esta evidencia es olvidarse de cómo terminó Roma.
Norte América y Centroamérica con una población de 587 millones de habitantes, digamos que la gran mayoría pertenecen a Estados Unidos, 327 millones, y México con 131 millones, el país de lengua española más grande del mundo, 3 veces mayor que España.
América del Sur es la segunda región del mundo empezando por la cola tiene tan solo 428 millones de habitantes, de los que casi la mitad, 211, pertenecen a Brasil. El conjunto se encuentra viviendo casi siempre en medio de una crisis económica o política, y con una parte de estos países se han visto contagiados a través de España, por una determinada visión de la progresía, sus tasas de natalidad se están ralentizando, sin que ello signifique un mejor crecimiento económico. En este sentido, si no cambia de orientación, su futuro no es halagüeño.
El peso demográfico del mundo se concentra en Asia con 4.568 millones de habitantes. Junto con África, constituyen la gran mayoría, si bien su natalidad resulta mucho menor. Los dos grandes gigantes demográficos son China con 1.420 millones de habitantes y la India con 1.350 millones. Pero en otro rango, aunque muy grandes para el tamaño europeo, hoy se encuentran dos grandes países islámicos: Pakistán con 200 millones e Indonesia con 267 millones. También se encuentra el segundo país católico más grande del mundo: Filipinas con más de 100 millones. Japón une a su potencial económico sus 127 millones de personas, pero en plena dinámica de regresión y envejecimiento.
Entre este continente y África se encuentran la gran mayoría de los habitantes del mundo.
Y en la cercanía relativa del gigante asiático encontramos la pequeñez del quinto continente, solo 41 millones de personas, menos que España, repartidos sobre todo entre Australia y en menor media Nueva Zelanda. El futuro y la emigración desde Asia, va también a trastocar este espacio vacío.
A la anciana Europa y en una medida especial a España, que tiene un déficit vegetativo desde 2015, se le ha olvidado que sin población no hay país. Y también, segunda máxima, que si cambia la población también se cambia el país.