Europa. Como la mantequilla al sol

Europa, continente de luz antigua, hoy mira el futuro con una desconcertante desazón. Los datos dicen sin tapujos que nuestra cuna se está vaciando: el número de niños es la mitad que hace seis décadas. Y nosotros, mientras tanto, debatiendo consignas de inclusión y derechos colectivos, como si esto llenara la casa.

El frío demográfico

En 2023, sólo se registraron 3,67 millones de nacimientos en la UE, un descenso del 5,4% respecto al año anterior —la mayor caída desde 1961—. La tasa de fecundidad se sitúa en unos niveles alarmantes: 1,38 hijos por mujer, muy por debajo de los 2,1 necesarios para mantener a la población. Además, las mujeres tienen el primer hijo cada vez más tarde: la edad media en el nacimiento del primer bebé ha subido a casi 30 años. Nota: nuestra situación es mucho peor. La fecundidad en España es de 1,12 y en Cataluña 1,08. Y seguimos sin hacer nada.

El silencio de las escuelas vacías

En Grecia, el colapso demográfico ya tiene efectos visibles: más de 750 escuelas cerradas, un 5% del total, debido a la carencia de alumnos. Desde 2011 hay más muertes que nacimientos. La tasa de fecundidad nacional cayó a 1,35 hijos por mujer. En otros países como Francia, también se vive una situación crítica: menos de 678.000 nacimientos el pasado año, un descenso del 6,6%, el mínimo desde la Segunda Guerra Mundial. En España y Cataluña el vaciado y cierre de escuelas es algo habitual en cada curso, como lo es que también mueran más personas que nacen.

Envejecimiento y presión sobre el Estado

La población europea envejecida es una realidad tangible: 21,6% de la población ya tiene más de 65 años, y la edad media ha subido hasta 44,7 años. Según proyecciones de Bruegel, el número de trabajadores (edades 20-64) disminuirá en 22 de los 27 países de la UE dentro de 2050, mientras la población de más de 85 años se duplicará. Estamos en la misma situación y en Cataluña, con la característica adicional, que los jóvenes adultos inmigrantes ya se acercan en número a los autóctonos.

La invasión silenciosa

Cuando nuestra propia continuidad produce escasos llamamientos de cuna, aparecen otras voces y otras vidas. La inmigración, lógicamente, llena el vacío demográfico. El problema no es la inmigración en sí, sino que Europa depende de un flujo constante porque su propia fecundidad no la sostiene. En ese contexto, la llegada masiva puede parecer «pacífica», pero tiene un impacto claro: transformar una cultura, un mercado, una comunidad. Y tiene relevancia económica en el caso de España, el perfil de sus inmigrantes hace que se ocupen en sectores de baja productividad. Si no cambia, una gran parte presentará al final de su vida una balanza generacional negativa: habrá percibido más dinero de las administraciones públicas de lo que habrá aportado con sus recursos.

Orden y defensa: debilitada por ideología

Dentro de un clima de igualitarismo entre sexos, muchas fuerzas de seguridad y militares europeas han rebajado requisitos físicos para garantizar cuotas de género favorables a las mujeres, lo que ha debilitado su capacidad real de actuación. Sin fuerza operativa, el estado se queda como una casa con cerraduras de cartón: lindos en teoría, inútiles en caso de presión.

La UE, atrapada en los derechos, olvidando el futuro común

Lo que nació como un proyecto para compartir seguridad y economía, hoy gira en torno a los derechos LGTBI, el lenguaje inclusivo y el feminismo identitarios. Esto no construye una comunidad por lo que valga la pena luchar, más allá de sus acérrimos defensores. Y este distanciamiento afecta especialmente a los hombres, y a los más jóvenes, al margen de que muchas mujeres con visiones de vida muy distintas de las que preconiza, quieras que no el feminismo, tampoco entienden que solo eso sea Europa.

Una identidad común se construye sobre una historia y unas fuentes culturales compartidas, y un proyecto común que sea otra cosa que interminables proclamas feministas y despegue de banderas del arco iris. Es difícil entender la estupidez beligerante inicial con Rusia, empujándola en manos de China, sin constar que Putin en este terreno presenta un proyecto radicalmente opuesto. La guerra de Ucrania nunca habría comenzado si la Unión Europea hubiera visto en Rusia a un aliado en lugar de a un enemigo.

Geopolítica: los grandes observan

La dependencia militar europea de la tecnología estadounidense es llamativa: casi la mitad de los aviones de combate europeos, sistemas de misiles, tanques y artillería provienen de EE.UU. Pese al compromiso de incrementar el gasto en defensa —hasta un objetivo del 5% del PIB—, la industria armamentística europea sigue muy fragmentada y limitada. Rusia y China observan, pacientes y calculadores, mientras la fragmentación interna y las diferencias entre estados europeos reducen la eficacia y capacidad de autodefensa.

El oficio de hacer mantequilla que se derrite

Y aquí volvemos a la metáfora: la Unión Europea podría fundirse «como la mantequilla bajo el sol de agosto». No será una caída heroica llena de batallas y tragedias: será un goteo, una lenta disolución causada por la debilidad interior y por dejar el territorio sin familias y sin capacidad de defensa propia.

Los expertos, como el demógrafo Willem Adema (OECD) y Maria Rita Testa (Luiss, Roma), alertan de que los jóvenes hoy deben hacer frente a incertidumbres laborales, vivienda inaccesible, pandemia, inflación y cambio global. Todo ello factores que retrasarán aún más la decisión de tener hijos.

Conclusión: 

La historia muestra que las grandes civilizaciones no caen primero por la espada externa, sino por la rendición interna. Roma resistió muchas invasiones hasta que el desánimo y la pérdida de sentido la corroyeron.

Hoy, Europa renuncia a tener hijos, desbarata sus cimientos y sustituye la soberanía por la corrección burocrática.

El debate, pues, no es si vendrán los demás —vendrán, porque nosotros lo hacemos posible— sino si queremos ser todavía. Solo hay que observar cómo será el mundo en 2059 con respecto a la población para constatar a lo que debemos hacer frente. Pero ¿dónde están los liderazgos, las organizaciones que nos aportan certezas? Si no actuamos, el futuro no será una explosión, sino un goteo constante: Europa se deshace, lentamente y silenciosamente, como la mantequilla que se derrite bajo el sol implacable de un agosto sin sombra.

Europa se deshace como la mantequilla al sol: sin familias, sin defensa y sin proyecto común. #EuropaEnCrisis #Identidad Compartir en X

El president Illa, en una recent entrevista a La Vanguardia ha reivindicat com a positiu l'elevada pressió fiscal de Catalunya. Comparteixes aquest punt de vista?

Mira els resultats

Cargando ... Cargando ...

Entrades relacionades

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.