“¿Cuántos conflictos internacionales puede una superpotencia gestionar al mismo tiempo?” Esta pregunta la escribe Gideon Rachman, el veterano periodista de asuntos internacionales del Financial Times, pero recoge un sentimiento muy extendido entre los expertos en geopolítica.
Se pregunta hasta qué punto Estados Unidos puede gestionar a la vez la guerra de Ucrania, el conflicto entre Israel y Hamás y las provocaciones de China hacia Taiwán y los países del sudeste asiático.
La administración de Joe Biden intenta mantener la credibilidad de Estados Unidos como aliado en cada una de estas tres situaciones, pero la oposición republicana llama a reducir los compromisos en el extranjero del país.
Moscú se prepara para desgastar a Kiev hasta su extenuación
Un recorte que tienen muy claro debe empezar por Ucrania, una guerra que según dicen sus detractores ya ha durado demasiado tiempo y no tiene ninguna perspectiva de solucionarse por la vía militar.
Efectivamente, resulta incontestable que el enfrentamiento militar se ha estancado y Moscú se prepara para desgastar Kiev hasta su extenuación, sabedora de que Ucrania se está vaciando de sus fuerzas vivas y que el apoyo occidental se tambalea. Y como ya apuntamos, Rusia cuenta, contra todas las previsiones occidentales, con abundantes recursos económicos para conseguirlo.
Este fallo republicano para reducir su implicación en el extranjero tiene sus razones. En el ámbito interno, Estados Unidos atraviesa uno de los periodos más convulsos de su historia.
Guerras culturales
En primer lugar, encontramos las llamadas guerras culturales (“culture wars“), desencadenadas principalmente por la galaxia del marxismo posmoderno woke.
Este movimiento difuso, a menudo presentado en los medios tradicionales en su vertiente más simpática antirracista o feminista, busca en realidad acabar la labor de pensadores como Jacques Derrida y destruir lo que queda de los fundamentos de la civilización occidental.
En uno de los últimos y grotescos episodios de estas guerras culturales, las rectoras de tres de las universidades más importantes del país se negaron a condenar los llamamientos de grupos de estudiantes supuestamente propalestinos a iniciar un nuevo genocidio contra los judíos.
Como era previsible, la expansión de este movimiento extremista ha tenido el efecto de galvanizar a la oposición conservadora y asustar a las clases medias, estas últimas más preocupadas por mantener el orden que por las proclamas ideológicas de uno u otro bando.
Inmigración descontrolada
Otra fuente de tensiones en Estados Unidos, la inmigración fuera de control, otro fenómeno estrechamente ligado con la ideología progresista que insiste en presentar a todo inmigrante como intrínsecamente bueno y vulnerable.
Sin ir más lejos, la ciudad de Nueva York se declaró hace unas semanas en crisis por la llegada masiva de inmigrantes, principalmente provenientes de Iberoamérica y la saturación del sistema de acogida. El propio alcalde demócrata, Eric Adams, advirtió de que estaba en riesgo la Nueva York que el mundo entero conoce.
Biden, que prometió dar un giro de 180 grados en materia de política inmigratoria, ha tenido que desdecirse ante la gravedad del fenómeno, y defiende ahora detener a los inmigrantes antes de que éstos lleguen a la frontera estadounidense.
Saqueos en los comercios
Estados Unidos viven también sumidos en una oleada inaudita de saqueos en los comercios de todo tipo, siguiendo un procedimiento bautizado como “smash and grab“, traducible como “rompe y recoge”. Se trata de intrusiones relámpago protagonizadas por grupos de individuos que irrumpen a plena luz del día en establecimientos de moda, tecnología o alimentación, y se llevan el máximo de bienes antes de que la policía pueda intervenir.
Varios cambios legislativos recientes, una vez más vinculados con ideologías, permiten a los delincuentes salir penalmente indemnes de la mayor parte de actuaciones. Un clima de impunidad se ha ido instalando hasta el punto de que el año pasado en el sector del comercio al por menor las pérdidas han sido de récord histórico.
Elecciones el próximo año
En definitiva, los problemas internos de Estados Unidos han generado una situación potencialmente explosiva. El actual presidente Joe Biden lo tendrá muy difícil para presentarse como un candidato creíble para enderezar la situación del país, entre otras razones porque tiene una clara preferencia por la agenda internacional. Exactamente, al contrario del que Donald Trump promete.
Llegados al estadio actual, las renovadas tentativas de repintar Trump como un “peligro para la democracia” pueden caer en un saco roto. No sólo porque perdieron buena parte de su credibilidad una vez Trump dejó el poder en 2020, sino porque en situaciones de emergencia, el orden siempre se impone entre todos aquellos que tienen algo que perder.