A parte de los datos económicos, disponemos de varios indicadores complejos que nos permiten observar en qué medida la evolución económica se traduce en progreso social.
Uno de estos índices, que además nos permite una comparación a escala europea, es el Índice de Progreso Social (SPI por sus siglas en inglés). Este sistema de indicadores se estructura en tres grandes apartados: las Necesidades Humanas Básicas, el Bienestar Fundamental y, por último, lo que se denomina Oportunidades de Progreso y Bienestar Fundamental.
En este contexto, ¿cómo queda la fotografía de Cataluña? La respuesta es que mal y sus datos deberían alertarnos porque son una buena pauta de dónde se encuentran las principales debilidades.
De las 272 regiones europeas, Cataluña ocupa el puesto 165 por su SPI, por tanto, muy abajo, más considerando que aquí se encuentran todas las regiones de los países de la antigua URSS, las del sur de Italia, Grecia, Portugal y España. Otro punto de referencia es que, si buscamos nuestro lugar por la dimensión del PIB catalán, éste ocupa el puesto 58, por tanto, una vez más, como ya hemos visto en algunos de los diagnósticos anteriores, hay un decalaje muy importante entre bienestar social y dimensión económica.
De los 12 grandes apartados que ponen en el índice, en 7 presentamos un nivel peor que la media, en 4 somos parecidos y sólo en 1 ocupamos un lugar mejor. Este último hace referencia a la salud y a la alimentación.
De los 50 indicadores en los que se dividen aquellos grandes apartados, en 26, es decir la mitad, estamos peor que la media, en 20 igual y sólo en 3 obtenemos una mejor posición. Se trata de la esperanza de vida la tolerancia con los inmigrantes y la homosexualidad En este último somos casi campeones.
Los perfiles en los que estamos peor no nos auguran un buen futuro porque hacen referencia a la educación secundaria y al abandono escolar. Está claro que con la nueva ley Celaá las cifras quedarán sensiblemente modificadas porque, sin exámenes y con poca exigencia, es evidente que podemos presentar unos datos mejores, aunque la realidad señale todo lo contrario. El problema educativo debería centrar mucha atención porque ocupamos el puesto 250 con sólo 22 regiones por detrás. Además también logramos una mala calificación en relación con los jóvenes que ni estudian ni trabajan y la formación continua.
El otro gran flanco débil es la poca confianza en las instituciones: gobierno, sistema legal, policía y corrupción. También falla el capital humano, la sociedad del aprendizaje y el buen funcionamiento de las instituciones, componentes imprescindibles para asegurar el éxito del progreso de un país.
Asimismo, está claro que la vivienda constituye un agujero negro porque ocupamos el lugar 182. A pesar de que tenemos gobiernos desde hace unos años que se declaran ecologistas, lo que nos caracteriza son los malos indicadores en relación con la calidad del medio ambiente, estado del agua y su depuración. Sobre todo en el aspecto atmosférico, los puntos débiles son la contaminación por partículas (pn10) y el ozono. Éste es el paquete fundamental donde nuestra posición es peor, si bien no es único porque se podrían añadir los aspectos relacionados con la seguridad.
En definitiva, cuando en esta escala trasladada a España, Cataluña ocupa el 12º puesto entre las comunidades autónomas con sólo 5 por detrás nuestro, cabe concluir que nuestra dinámica y perspectiva en cuanto a las condiciones que determinan el progreso social va por mal camino.
¿Está en decadencia Cataluña? (IV): renta y desigualdad