Es evidente que no todo se resume con el crecimiento del PIB ni con la renta de las personas, aunque sea un factor muy importante. Otro elemento determinante es el de la desigualdad.
En este caso, según la fuente que se consulte y el período que se examine, la situación de Catalunya varía. Por ejemplo, según el informe FOESA de 2016 y aplicando el índice de Gini, Cataluña ocupaba una posición muy retrasada, se situaba en el puesto 14º entre las diferentes comunidades autónomas. Lo mismo que si en lugar de utilizar este índice se aplicaba otra medida habitual, el ratio 80-20. En otras observaciones el sitio de Cataluña es ligeramente mejor, pero igualmente poco halagador porque ocupa el puesto 12º entre las 17 comunidades autónomas. En el ratio 80-20, que nos dice cuántas veces más ingresa el 20% de la población con mayor renta en relación al 20% de menor ingresos, la posición catalana era la 14a. En una comparación europea, según el índice de Gini,
En cuanto a la pobreza relativa, la conclusión es muy diferente si se usa la renta mediana española o la catalana, porque este indicador lo que determina es qué porcentaje de población se encuentra por debajo del 60% de la mediana de la renta del territorio. Naturalmente, como este valor es menor en el caso de España, la población afectada en Cataluña se sitúa en el 14%, pero al utilizar la renta mediana entonces nos situamos muy por encima, en el 20%.
Un indicador más restrictivo es la denominada tasa de privación material severa de uso generalizado en la Unión Europea. En este caso, Cataluña ocupa el 10º puesto, cuando en 2003 estaba en la 7ª posición.
En general, en todos los indicadores que se pueden utilizar en este ámbito de desigualdad, nuestra posición en España fluctúa entre el 7º y el 14º puesto.
Otros indicadores más específicos y menos generalizados que los anteriormente citados, y que son utilizados por la OCDE, demuestran que en la dimensión social Cataluña presenta una gran debilidad en relación con los valores medios españoles, en relación con el estado de la comunidad y la red social de soporte, especialmente la familia. Somos la penúltima comunidad autónoma en este terreno y también, y aún más acentuado, en relación con el medio ambiente y un indicador concreto del mismo, el de la contaminación por partículas (PM2,5).
Ocupamos el puesto 13º en relación con la seguridad, expresada en homicidios por 100.000 habitantes, la misma posición en compromiso cívico y participación electoral y la 10ª en viviendas, expresada en la relación de habitaciones por persona. Estos serían los puntos más flacos que tendrían como expresión síntesis de todo ello, la satisfacción con la vida en la que Cataluña ocupa el 9º puesto y se sitúa por debajo de la media española.
Los puntos fuertes relativamente son, el de los ingresos porque ocupamos la 4a posición, la salud, en términos de mortalidad y esperanza de vida que ocupamos la 5a, y ocupación y en paro la 6a.
¿Qué podemos concluir de estas cifras?
En primer lugar, que existe un importante decalaje entre lo que expresa el nivel de renta y el conjunto de indicadores sociales y socioeconómicos, que señalan un escenario mucho peor al que correspondería en términos comparativos a los del conjunto de España. La segunda consideración es que ni en el mejor de los casos ocupamos el podio, nos situamos en una de las tres primeras posiciones, entre las comunidades autónomas de España.
La lectura final de todo ello es inequívoca: Cataluña va retrocediendo, en unos aspectos más que en otros, siempre es posible encontrar entre los múltiples datos algunos favorables. Pero el grueso de éstas y aquellas que cualitativamente son más determinantes, señalan en la misma dirección: si queréis no le llaméis decadencia, díganle decaimiento. Pero más suave o más intensa, el bajón continuo .