Bajo el gobierno Sánchez, aunque el problema viene de más atrás, se multiplican los hechos que así lo indican. En estos momentos con el problema del presunto caso de espionaje a independentistas se ponen de manifiesto las enormes contradicciones de la democracia española y la incapacidad de todos los partidos de darles una respuesta positiva.
El problema, que puede llegar a afectar a la estabilidad del gobierno Sánchez, arranca de un punto muy concreto: la ley de secretos oficiales que regula aspectos como lo que ahora está sobre el escenario. Pues bien, ésta es una ley firmada por Franco. Es producto de la más estricta legislación franquista y fue promulgada el 5 de abril de 1968 con el fin de regular qué información sensible puede tener conocimiento público y en qué condiciones. El reglamento que desarrolla la ley es un decreto también del período franquista, el 242/1969. La pregunta es de qué sirve tanta ley de la memoria histórica y democrática, que se dedica a trasladar cadáveres de sitio, a sacar plaquetas conmemorativas de edificios y monumentos, pero que al mismo tiempo acepta que después de tantos años nos sigamos regulando por leyes franquistas y que este hecho sea asumido tranquilamente por el propio PSOE. Y, lo que es aún más escandaloso, para ERC que ha levantado la bandera de la dureza, porque en ningún momento nadie ha pedido que esta ley se modifique. Es decir, acabe como acabe el actual catalangate, la ley que lleva la firma de Franco quedará vigente. ¿Cómo puede pretenderse un estado democrático y de derecho si mantiene legislaciones de una época que el propio gobierno intenta borrar de la memoria? ¿ No será que se utiliza el franquismo en función de los intereses partidistas de cada momento?
La presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, seguramente la peor presidencia desde que el congreso fue restablecido, ha demostrado con una decisión, una más, ese carácter fake de nuestra democracia, porque en medio de la partida ha modificado las normas del juego. Dado que la comisión de secretos oficiales regulada por la ley franquista de 1968 y cuya composición es reglamentada por el Congreso, exige una mayoría cualificada de 3/5 partes para ser elegido como miembro de ésta, y como el PP, Cs y Vox se oponían a la presencia de Bildu, Batet ha modificado las condiciones y ha decidido que es suficiente con la mayoría simple.
Es una modificación muy desafortunada porque cuando se trataba de las 3/5 partes, lo que se estaba diciendo es que su formación debía partir de un consenso de la cámara y hacerlo por mayoría es dejar su composición en manos del poder ejecutivo, que es una forma como otra de laminar la capacidad legislativa de controlarlo, más en un aspecto tan importante como son los secretos oficiales.
Es totalmente inaceptable, y no es la primera vez que ocurre. Recordemos que gracias a Batet el Congreso de los Diputados estuvo meses y meses de inactividad, sin capacidad de control del gobierno durante la covid, precisamente cuando el país vivía una situación de emergencia, exigía una atenta vigilancia del segundo poder sobre el gobierno.
También hay que recordar que hace años que Sánchez no lleva a cabo el obligatorio mandato sobre el estado del país sin que la presidenta del Parlamento haya reclamado nunca ese deber que el jefe del gobierno tiene en relación al ejecutivo.
Y por si fuera poco, ahora mismo el gobierno acepta llevar como ley el importante conjunto de medidas anticrisis. Hasta hace unas horas su pretensión era aprobarlas como decreto ley. La diferencia no es menor. Este instrumento no permite desplegar enmiendas y todo va a blanco o negro, se aprueba o no se aprueba. Mientras que en la tramitación como ley, al menos existe el debate para que los diversos partidos políticos puedan decir la suya y someterla a votación. Parecería lógico que en un tema tan importante como la crisis y las medidas a adoptar para paliarla, el gobierno pactara el máximo consenso y concierto de todas las fuerzas políticas. Pero no era así. El decreto ley era un “trágala”, lo aceptas sin tocar una coma o votas en contra. Ahora, como Sánchez ha visto que posiblemente no tendrá mayoría para sacarlo adelante, ha modificado por necesidad, y de un día para otro, el proceso de aprobación.
La forma de gobernar en España, más los vicios ya adquiridos fruto de la partitocrática, han llevado al deterioro de la democracia hasta convertirla en un asunto fake.