Sería bonito, que ética y estética, fueran siempre de la mano. Pero no suele ser así. Esto no significa que haya artistas que tengan una gran ética humana. Pero la historia, nos recuerda que la sensibilidad estética, no necesariamente hace mejor a las personas.
Los mismos jerarcas «nazis» que se extasiaban con la música de Wagner, eran insensibles a los gemidos de los campos de concentración. Schiller en sus famosas «Cartas sobre la educación estética» observa que las etapas históricas de sublimidad artística solían ser etapas de decadencia ética y moral. Por tanto, aquel optimismo platónico que consideraba inseparable bondad, belleza y verdad, la historia no lo ha confirmado.
¿Cuál es la razón por la que ética y estética no siempre van juntas?
Estudios realizados por psicólogos sobre el comportamiento humano, reconocen que cuando se cuidan mucho las formas, a menudo se descuida el fondo, y al revés, cuando cuidamos mucho el fondo, descuidamos las formas.
Como todo en la vida, tanto la ética como la estética deben educarse y trabajar, porque esto no nace por generación espontánea. No diremos que no haya personas con aptitudes artísticas innatas, pero la mayoría de la gente no las tenemos.
La estética y la belleza, son generosas. Para aquellos que no tenemos la traza de ser unos artistas, podemos disfrutar de la contemplación de la belleza, ver una obra de arte, escuchar música, maravillarnos ante un paisaje, o de las formas increíbles de nuestra montaña de Montserrat, o contemplar una puesta de sol.
Parece que estamos perdiendo la capacidad contemplativa, y la estamos perdiendo por la implacable presión de una sociedad consumista que nos distrae con el afán de tener cosas. La sociedad de consumo, de la inmediatez, y de las prisas, no nos deja espacio a la contemplación, y poco a poco se va comiendo nuestra capacidad ética de ser más humanos, más personas y más solidarios.
Estas dos dimensiones, la dimensión humana y ética, y la dimensión contemplativa y estética, nos abren la puerta a una nueva forma de entender la vida, más libre y creativa. Quizás no tendremos tantas cosas, pero valoraremos más las que tenemos, y aprenderemos algo fundamental: que el encuentro con el otro y el encuentro con la naturaleza, es el gran momento que no debemos desaprovechar.