En estos momentos es una evidencia de que Cataluña está a años luz de tener perspectiva alguna de cumplir con los horizontes señalados por Europa, para dotarnos de un mix de producción basado en energías que no tengan impacto ambiental. Nuestro retraso en las instalaciones fotovoltaicas y en la energía eólica es descomunal y no por falta de potenciales inversores, sino por los inconvenientes administrativos y territoriales que toda iniciativa empresarial de este tipo provoca.
Pasemos cuentas: no queremos que líneas de muy alta tensión, procedentes de Aragón o Francia, atraviesen el territorio catalán para suministrarnos energía, debido al impacto que tienen sobre el territorio. Queremos que cierren las centrales nucleares que nos aprovisionan de energía, porque rechazamos esta fuente (aunque Europa la recupera temporalmente por necesidad). Tenemos prácticamente congelada la regulación de nuestros ríos para conseguir una energía tan extraordinaria como la hidráulica. No queremos parques de fotovoltaica, ni molinos terrestres, ni en la costa. Nuestras grandes ciudades, todas ellas muy ecologistas, con Colau a la cabeza, tienen una política igual a cero con la autoproducción de energía, empezando por aquella que ya era vieja en los años 70 del siglo pasado, y que es la obtención de agua caliente por la energía solar.
La pregunta del millón es ¿cómo pensamos que Cataluña podrá satisfacer sus necesidades de energía a base de decir no a todo? Luego sucederá lo que nos pasa siempre. Como la realidad acaba apretando, al final deprisa, corriendo y mal vamos poniendo parches. O hacemos esto o construimos universos Mátrix como el de la previsión de la Generalitat en materia de fotovoltaica y eólica. La cosa va así. La energía fotovoltaica representa ahora 344,5 megavatios. Y llevamos años con este tema. Pues bien, la previsión de la Generalitat es que en 2050 hayamos multiplicado esta cifra por 111,6 y alcanzar los 38.474 megavatios.
Todo es muy sencillo: se toma un gráfico, y a partir de 2030 se dibuja una línea recta ascendente de un crecimiento bestial, y ya está. El problema es cómo esto se lleva a cabo en la práctica. Pero no importa porque aquí lo único que hay que salvar son las apariencias de las que se alimenta Mátrix.
La energía eólica terrestre produce en la actualidad 1.271 megavatios y aspiramos a generar 29.000 también en 2050. Y la técnica de la previsión es la misma. A partir de 2030, línea recta hacia arriba hasta llegar al cielo y los que vengan detrás ya sabrán cómo hacerlo.
Es evidente que con este tipo de autoengaños en una cuestión tan decisiva como la energía, sólo conseguimos castigar a los propios catalanes y a nuestra economía.