Como los antiguos augures, las encuestas pueden destriparse para leer su interior. Hay que decir que es mucho más limpio y pulido que lo que hacían los antecesores con las tripas de bueyes y ovejas. Quizás la fiabilidad actual es superior que la de entonces, pero no está del todo demostrado.
Los augurios nos dicen que, si no hay algún hecho especial, la tendencia es que la participación sea baja, no tanto porque lo diga la respuesta directa de los encuestados, porque esta cuestión de quien irá a votar siempre es la más difícil de dilucidar, como porque la fidelización de voto de los distintos partidos es muy baja, hay mucha gente que duda y esto puede engrosar el abstencionismo a la hora de la verdad.
Los máximos de fidelidad de voto corresponden a En Comú Podem y al PSC, y se sitúan en un modesto 67-66%. Naturalmente, algunos están peor. Por ejemplo, JxCat sólo tiene fidelizado al 54% de sus votantes y tiene un extraordinario 38% de indecisos. Su ventaja es que apenas presenta pérdidas significativas de voto, sólo una pequeña fracción hacia la Aliança Catalana. Por tanto, Junts queda relegado a la tercera posición, que puede llegar a discutirle la primera a los socialistas, y esto dependerá en gran medida de si Puigdemont consigue un impacto espectacular o no.
Naturalmente, no se trataría de palabras, porque todo esto de «lo volveremos a hacer» y estas historias están muy devaluadas, sino de hechos. Su irrupción presencial sin duda le daria la vuelta a toda la campaña, pero el personaje hasta ahora ha demostrado que es más partidario de la lógica de Ulises que de la épica de Aquiles.
El PP presenta un grado de indecisión también notable, un 30%. El gran interrogante es si va a conseguir reunir todo el voto anti Sánchez, que es muy grande. Si hace caso a los amigos de Madrid, levantarán la bandera del antiindependentismo, si hacen caso a la lógica política, la bandera del antisanchismo. Entre estos dos polos se moverá la bondad de sus resultados.
Vox, que tiende a declinar, tendrá ventaja si la participación es baja, porque estas condiciones favorecen el voto más motivado y el suyo lo es.
Para quienes el escenario pinta peor, en primer lugar, y de forma más destacada, es para ERC. Sólo tiene una fidelización del 43%, una cifra muy baja, que lo es aún más si se considera que se trata de un partido gobernante. Y, por tanto, una parte del pescado está vendido porque la gente que vota no lo hace pensando en sus promesas de futuro, sino en la valoración de la gestión de gobierno. Además, sufre fugas de voto en sentido opuesto hacia Junts y hacia el PSC y eso dificulta frenarlos porque si intenta detenerlos, puede conseguir multiplicar las pérdidas para el otro.
Aragonès en las preferencias como presidente queda mal parado, pese a gozar de las prerrogativas y la teórica autoritas del cargo. Puigdemont es el preferido por el 21% de la población y alcanza el 73% entre JxCat e incluso un 29% entre los votantes de ERC. Le sigue Illa con un 18%, pero solo alcanza el 60% de la preferencia entre los votantes socialistas, así que le reconocen un liderazgo, pero no despierta pasión electoral. Y por último Aragonès, en tercer lugar, 16% de las preferencias como presidente, pero atención porque sólo un 365 de los votantes de ERC se inclinan por él y eso es una grave limitación. La consideración de que como político nunca ha llenado el escenario presidencial se hace aquí perfectamente evidente.
El partido socialista de Illa tiene ante sí dos importantes retos: superar la crítica que ahora se producirá por su gestión de la covid, cuando era ministro de Sanidad, y el hecho de ser un simple subalterno silencioso de Sánchez, con toda la carga negativa que el presidente del gobierno hoy en día lleva en la mochila. Y todo esto teniendo 1 de cada 5 votos en el terreno de la indecisión. Si no logra hacerlos aterrizar y terminan volando a otros partidos o a la abstención, la cifra actual de intención de voto, que le sitúa entre el 22% y el 24%, podría reducir las expectativas en torno al 20% y quedar entonces muy al alcance de JxCat, que ya parte de un 18,5% en el peor de los casos y, por tanto, el sorpasso de Puigdemont está lejos de ser una entelequia.
Los Comunes están muy abajo, pero si la abstención es alta pueden mantener su cuota porcentual por el voto de los fieles. Un diagnóstico similar puede realizarse para la CUP.
En cualquier caso dos conclusiones parecen claras. Hay partido para la primera posición e Illa no lo tiene ganado, sobre todo si hay gente que cree que la mejor forma de castigar a Sánchez no es el voto al PP, que no suma nada por su posición secundaria, sino a través de Puigdemont, aunque lo haga tapándose la nariz porque si Illa no queda en primera posición el derrumbe del gobierno español será notorio. El otro factor es que ninguno de los candidatos a presidente tiene la preferencia de un número notable de catalanes y eso significa que tendremos un presidente aritmético, pero no político.