Este domingo hay unas elecciones cruciales en Hungría en las que Orbán se juega la continuidad de su gobierno.
Hay muchos factores que le van a la contra. Es evidente que Orbán no es sólo el presidente de un estado del centro de Europa, sino que él y la fuerza que representa han ido configurando una alternativa cultural y política en el eje del liberal progresismo, que hoy domina la Comisión y el Parlamento europeos.
Uno de los ejes más importantes de la discrepancia radical en la diferente concepción sobre la persona y la familia. En Hungría Orbán ha velado para que en las escuelas no hubiera una educación de orientación LGBTI ni se introdujera la cultura trans. Todo lo contrario de la posición de la Comisión Europea que considera incluso que estas actitudes son contrarias a la concepción común. Fidesz, partido de Orbán, plantea que no hace otra cosa que aplicar el principio universal del derecho a la educación moral y religiosa que tienen los hijos por parte de los padres.
Por otra parte, las políticas sociales y de ayuda a la familia le han otorgado un gran crédito. De hecho, es el gobernante mejor valorado y con mayor apoyo electoral de todos los gobiernos europeos y es evidente que este hecho no se improvisa.
Sin embargo, esta sólida ventaja democrática no es suficiente si sus puntos de vista culturales, morales y antropológicos discrepan de los que hoy en día dominan en los pasillos de la Comisión y del Parlamento.
También tiene como adversarios a las grandes multinacionales tecnológicas y al gran lobby liberal, con Soros a la cabeza.
La dimensión de esta oposición explica un hecho insólito: la coalición Unidos por Hungría, que agrupa prácticamente a casi todos los partidos del espectro que van desde la ultraderecha, Jobbik, la socialdemocracia, es decir el antiguo partido comunista, liberales y verdes. No deja de llamar la atención que el partido de Jobbik, que estaba a la derecha de Orbán y que está caracterizado por el uso de la violencia y el racismo, ahora, a partir del momento en que forma parte de la alianza, sea presentado como un partido de centroderecha. Misterios de la política.
Pese a la amplia coalición, las últimas encuestas señalan lo que puede ser la victoria de Orbán en alianza con el partido democristiano que alcanzarían el 50% de los votos. Mientras la gran coalición quedaría limitada al 40%. La amplitud de ésta queda contrastada porque sólo aparecen dos partidos adicionales con posibilidad de sacar alguna representación. Con un 4% el Partido Perro de Dos Colas Húngaro que se presenta con una bandera de burla política y anticorrupción, que salvando las distancias que van de un húngaro a un italiano, sería como en su momento fundacional fue el Movimiento 5 Estrellas en Italia, pero con una fuerza mucho más pequeña. El otro partido con posibilidades de quitar representación es Nuestra Casa, que podría conseguir un 4%. Está a la derecha de Orbán con un perfil nacionalista, antiinmigración, anticomunista y anticorrupción.
Es evidente que Unidos por Hungría tiene un programa muy poco definido. Se presenta como un intento de partido que en jerga política se conoce como “atrápalo todo” y su máxima bandera está personalizada a ir contra Orbán.
Se esperaba que las buenas relaciones del presidente húngaro con Putin le pasaran factura con motivo de la guerra de Ucrania. No es algo menor que Hungría reciba gas ruso al precio más ventajoso de toda Europa. Ahora ya, con la campaña finalizada, está claro que su vinculación con Putin no sólo no le ha pasado factura, sino que ha logrado incluso algún rendimiento electoral al presentarse como un hombre que sólo tiene en cuenta los intereses de los húngaros, que vela por mantener la paz, establecer puentes y no favorecer la política de acentuar la guerra, al tiempo que se ha alineado con las decisiones que la UE ha tomado en relación a Rusia.
Este domingo sabremos si la experiencia húngara, que ha dado gobiernos a amplia mayoría en unos años difíciles, se mantiene o viene sustituida por una heterogénea coalición que tiene como palo de pajar derrotar a Orbán.
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