El 17 de septiembre el Tribunal Supremo decidirá sobre la inhabilitación de Torra. La sentencia, previsiblemente favorable a la inhabilitación, se producirá y será comunicada en un máximo de 10 días a partir de esa fecha. Por lo tanto, pueden ser menos y situar el límite del mandato de Torra entre el 22 y el 27 de septiembre.
Si espera al último momento previo a la comunicación para convocar elecciones, y dado que la legislación marca un plazo de 45 días, en este escenario, las elecciones en Cataluña se producirían en los primeros 10 días de noviembre. Por lo tanto, este sería uno de los horizontes electorales.
Pero hay otro, y es que al final y por sorpresa Torra decida convocar elecciones en agosto. Si lo hiciera en torno al 12 de agosto, las elecciones se podrían realizar el 27 de septiembre, que es domingo, y por tanto la campaña electoral se produciría inmediatamente después del 11 de septiembre, lo que siempre es una buena fecha para el independentismo.
Ahora bien, lo que pesa es que Puigdemont y Torra tengan resueltos sus líos para presentar una candidatura que en este momento no tiene un candidato claro, ni siquiera la denominación con la que se presentaría a las elecciones, dadas las reticencias del PDeCAT a disolverse en medio del magma que representan los independientes de JxCat, la Crida, más nuevas incorporaciones que se puedan producir, sobre todo procedentes de la ANC. Esta resistencia del PDeCAT se ve acentuada porque hay, grande o pequeña, la amenaza de pérdida de efectivos que puedan pasar a engrosar el nuevo PNC. Esta es una de las principales incógnitas del panorama electoral y la que principalmente lo condiciona todo. En cuanto a los candidatos, dos nombres, los dos del sector más radical, parecen hoy los mejor situados. Se trata del consejero Puigneró y del presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, Canadell.
La otra gran incógnita es qué acabará sucediendo con la representación política del nuevo catalanismo y si se producirá o no un acuerdo entre los 5 grupos hoy presentes en el escenario: Units, PNC, Lliures, La Lliga y Convergentes. Hay que ver si tienen capacidad de ponerse de acuerdo o no. Esta es una piedra de toque, porque en el caso de que no sea así, la fuerza política resultante verá favorecida la credibilidad de su discurso sobre la necesidad de recoser el país, dado que ni siquiera habrán tenido capacidad de unirse entre aquellos que, sin ser iguales, son más parecidos. También quedará debilitada la opción porque los que permanezcan fuera restarán votos, pocos o muchos. En este escenario, Units presenta una ventaja no pequeña, dado que es la única formación que se habría presentado ya a unas elecciones y, por lo tanto, tendría derecho a espacios electorales públicos. Esta cuestión de orden práctico lo sitúa como un elemento central de la cohesión.
La irrupción de la candidatura de Albert Batlle en una amplia entrevista en La Vanguardia del domingo 21 de junio genera una nueva dinámica. El teniente alcalde de Seguridad Ciudadana de Barcelona tiene una acreditada trayectoria política en cargos de difícil realización, porque ha sido director general de la policía y antes director general de prisiones. En su ejercicio, y a pesar de las dificultades, porque son tareas poco agradecidas, Batlle siempre ha salido bien parado, y su capacidad ha sido reconocida incluso por los adversarios. Posee por tanto un material escaso hoy en día, que es la solvencia política.
La urgencia de que los partidos catalanistas lleguen a algún tipo de conclusión es ya ahora extrema, porque prácticamente casi no tienen tiempo para difundir la marca y el que acabe siendo el candidato definitivo. Hay que recordar que, para que una opción tenga un mínimo de posibilidades de sacar un resultado significativo, debe ser conocido por el 70% del electorado.