Mientras que el socialismo desciende de una forma muy notable en la mayor parte de España, en Cataluña se ha convertido en la primera fuerza. Sánchez no baja. El PSC sube. ERC se derrumba.
Pero, atención porque la victoria del PSC tiene mucho que ver con la baja participación porque en realidad ha quedado por debajo en votos de los logrados en 2019. Tantos como 50.000 menos y a la hora de realizar cálculos de futuro, esta referencia hay que tenerla presente.
El independentismo de ERC se ha quedado en casa o en el caso de Barcelona en parte ha votado a Trias. Los republicanos han alcanzado 300.000 votos menos que en el 2019 y han involucionado hasta un estadio similar al que tenían en el 2015. Perdieron el 37% de los votos. Y este contundente bajón tiene fuertes implicaciones porque es evidente que el electorado ha desautorizado la estrategia de ERC y el voto popular ha sometido a censura al gobierno Aragonés.
Por si fuera poco, en votos JxCat supera en 32.000 a los seguidores de Junqueras, que han quedado como tercera fuerza. Los sueños metropolitanos de ERC y «la operación Rufián» ha resultado fallida mientras que recibían golpes muy contundentes en Barcelona, donde Maragall quedaba postergado con sólo 5 concejales y en Girona donde la CUP les ha pasado claramente por delante. Está claro que en la capital del Ter el juego de las familias nostrades, como antes los Nadal, tiene más peso político que las letras con las que se presentan sus representantes en las elecciones.
Vox se hace presente en las cuatro capitales catalanas. Algo insólito también, y emerge con términos más anecdóticos que reales, otra derecha radical nacionalista en Ripoll y en Vic. Pero tampoco hace falta exagerar esa presencia que es más anécdota que categoría política, aunque TV3, siempre viviendo en su imaginario, lo convirtió en uno de los temas de la noche electoral. Catalunya parece que ha transformado al PSC de Sánchez en el partido de orden para arreglar el país. Desde la racionalidad de cómo gobierna Sánchez es difícil entender que de ahí pueda salir algún orden racional favorable al conjunto; es seguramente la añoranza del orden convergente desaparecido.
Y llegamos a Barcelona. Trias lo tenía difícil, pero ha ganado en votos. Otra cosa es que le permitan ser alcalde. Todo depende de la fiabilidad de Collboni, que es muy baja y ahora ya habla de un posible tripartito con Colau y ERC, aunque ha realizado toda la campaña diciendo que salió del Ayuntamiento para presentar una alternativa a la alcaldesa y a los Comuns. Si este tripartito llega a configurarse será el gobierno de los perdedores y del rechazado. Perdedores nítidamente en el caso de Maragall y Colau, y despejado con Collboni que se veía como primera fuerza y alcalde, y ahora si quiere serlo tendrá que hacer un acuerdo que no es fácil de explicar a los ciudadanos. Claro que el político siempre se fía de la mala memoria del votante.
El éxito de Trias muestra un camino y el fracaso de JxCat en Girona es la otra cara. Ahora este partido debe acabar de aclararse qué quiere ser cuando sea mayor.
El resultado de Collboni es aún más corto si se tiene presente que Sánchez se ha volcado en la campaña local, ya que ésta ha sido la primera ocasión en la que un presidente de gobierno cerraba la campaña en Barcelona. Ahora la ciudad queda abierta a la dinámica de los pactos y abre puerta a las incertidumbres de futuro porque en estas elecciones lo único que estaba claro era el rechazo a Colau, a sus políticas, a la supermanzana, al tranvía por la Diagonal, al urbanismo táctico, hacer la guerra al coche, la suciedad, inseguridad.
Sin embargo, a la contra de todo esto, no acaba de definir un proyecto de futuro. Ahora comienza esta nueva etapa y es decisivo que la ciudadanía permanezca atenta si no quiere que en el período posterior de Colau, los políticos gobernantes actúen prescindiendo de las necesidades e intereses de los ciudadanos.