Los medios de comunicación, no todos pero sí buena parte, se han abocado a anunciar que el Tribunal Supremo ha dictado una sentencia que hace que al menos un 25% del horario lectivo en las escuelas de Cataluña se imparta en castellano. Hay que decir de entrada que no existe tal sentencia. Lo que ha habido es la no aceptación a trámite del recurso de la Generalitat contra la sentencia, por otra parte bien conocida, del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que establecía esa delimitación idiomática. La sentencia, por tanto, no es de ahora y lo único que se ventilaba en esta ocasión era el recurso de la Generalitat.
Aragonès ha respondido de la forma más lógica: sacando pecho y diciendo que el catalán no se toca. Y el PP ya ha reclamando al gobierno español que haga el favor de intervenir para que la vieja sentencia se aplique, mientras Sánchez mira hacia otro lado.
Tenemos, por tanto, un nuevo conflicto óptimo para ERC y JxCat porque pertenece a la categoría de conflicto virtual, que eso sí, tiene siempre el riesgo potencial de transformarse en un problema social, aunque este escenario no se ha producido aún nunca en Cataluña donde, a pesar de los intentos, no ha habido ningún problema de convivencia entre el catalán y el castellano. ¿Por qué le va bien a ERC este tema? Pues porque como hemos visto pueden sacar pecho y, al hacerlo, no han de atacar al gobierno a Sánchez, sino a una instancia mucho más inaccesible como es la justicia. Esperamos que no saquen más punta de lo necesario y que no estimulen las reacciones adversas.
Porque lo que importa, y eso es lo que quiere obviar el gobierno de Cataluña, es la situación real del catalán en la escuela. Recordémosla. El día 4 de este mes de noviembre el Departamento de Educación hizo público un informe revelando el mal estado del catalán como lengua de uso en las escuelas y el empeoramiento que ha registrado en el transcurso de los años. Según este informe oficial, hace 15 años el 56% de los alumnos se dirigían al profesor en catalán. Ahora son menos del 40%. Fijémonos en que, incluso, hace 3 quinquenios la situación no era buena porque casi la mitad del alumnado se dirigía a los profesores en castellano. Ahora supera el 80% .
Pero hay más, en 2006 el 68% de los alumnos hablaban entre ellos en catalán, ahora sólo lo hace un dramático 20%, si llega. En la escuela actual en la que teóricamente la inmersión del catalán es total (que es lo que quiere paliar la sentencia del TSJC), el 80% hablan en castellano en su uso relacional entre ellos. Pero es que además los maestros también en esa fecha se dirigían a los alumnos casi siempre en catalán en un 68%, y ahora quienes lo hacen no llegan al 50%.
El Departamento de Educación anunció que emprendería un plan para resolver este problema sin, sin embargo, informar de cuáles son las causas de tal descenso, ¿por qué si el catalán ocupa todo el espacio lingüístico en la escuela, menos de la mitad de los maestros se dirigen a los alumnos en castellano? ¿Qué tipos de lengua vehicular es ésta? ¿Y cómo es posible que teniendo el catalán como lengua absoluta de enseñanza no lleguen al 20% los alumnos que se hablan entre ellos en catalán? ¿Qué ha sucedido?
Seamos honestos por una vez en el tema de la lengua, que es vital para nosotros, y que el gobierno y la escuela reconozcan que lo del catalán como lengua vehicular es una ficción, que lo fue en un período determinado, pero que hace años que se ha ido decantando hacia un popurrí que depende del territorio y la escuela en concreto, y que la utilización de valores que expresan medias sólo ayudan a confundir.
En las escuelas donde la lengua social mayoritaria es el castellano, como en gran parte de los barrios de Barcelona y el Área Metropolitana de Barcelona (AMB), muchos de los centros tienen el castellano como lengua básica y no el catalán, y el tema de la inmersión lingüística es una entelequia. En contrapartida, en los territorios de la hegemonía de la lengua catalana, la escuela sí hace un uso completo del catalán como lengua vehicular. Y ese escenario bien conocido por los lingüistas presenta dos problemas. El primero es derivado de que precisamente en los ámbitos territoriales con mayor uso del castellano, debería haber una mayor presencia del catalán en la escuela para corregir este hecho, mientras que sobre todo en comarcas, ya les iría bien a los alumnos tener una mayor participación del castellano para lograr un mejor dominio de esta lengua. Por tanto, el problema del 25% no es tal problema. ¿Qué más quisieran en muchas escuelas de Barcelona y del AMB que el 75% de las clases fueran en catalán? La realidad actual está muy lejos de esa cifra.
Si al gobierno de Cataluña, los medios de comunicación y los partidos les interesa realmente el futuro y presente de la lengua catalana, lo que deberían hacer es primero conocer las causas del bajón y actuar pedagógicamente y no policialmente sobre ellas. Segundo, conseguir que lo que estableció el TSJC sobre el 25% fuera un valor medio real, es decir que en todos los centros se produjera este escenario. Si éste fuera el objetivo y se alcanzara, Barcelona y su gran entorno los 5 millones, de los 7,5 millones que habitan Cataluña, conocerían una segunda revolución lingüística, como la primera que fue la introducción del catalán como lengua vehicular de Jordi Pujol. De paso no estaría de más que la Generalitat, que dispone de dinero sobrado, presentara unas buenas estadísticas sobre el uso horario del catalán y castellano, centro por centro y comarca por comarca, porque sin este mapa de situación difícilmente podremos ver el progreso.
Pedimos que una vez más el ruido político no oculte la realidad del problema, impidiendo la respuesta necesaria.