El trasfondo cultural del primer ciclo bursátil del franquismo (5). Educación (y II)

Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

A la Universidad y a las Escuelas Técnicas Superiores se añade el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), creado en 1939.  Absorbe la importante y prestigiosa labor que, desde 1907, realizó la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y el conjunto de centros e institutos relacionados.

El CSIC se constituyó para ser el órgano rector de la ciencia y la cultura del país. En 1942 se modificó la Ley para reforzar el sistema de colaboración con la universidad, al tiempo que establecer institutos mixtos.  Más adelante, en 1945, se crean las primeras plazas de personal investigador, en un grandioso marco compuesto por patronatos, institutos y centros de investigación.

La ley de 24 de noviembre de 1939 crea el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el Reglamento de 10 de febrero de 1940 dispone la correspondiente estructura organizativa con seis patronatos y diecinueve institutos.

El Patronato Raimundo Lulio, responsable de las ciencias filosóficas, teológicas, jurídicas y económicas, incorporaba los Institutos “Luis Vives” de Filosofía, “Francisco Suárez” de Teología, “Francisco de Vitoria” de Derecho y “Sancho de Moncada” de Economía.

El Patronato Marcelino Menéndez Pelayo responsable de Humanidades, tenía los Institutos “Antonio de Nebrija” de Filología, “Benito Arias Montaño” de Estudios Árabes y Hebraicos, “Jerónimo Zurita” de Historia, “Gonzalo Fernández Oviedo” de Historia Hispa-noamericana, Diego Velázquez” de Arte y Arqueología y “Juan Sebastián Elcano” de Geografía.

El Patronato Alfonso el Sabio, encargado de las ciencias físicas, químicas y matemáticas, disponía de los Institutos “Jorge Juan” de Matemáticas,”Alonso de San-ta Cruz” de Física, “Alonso Barba” de Química y también del Observatorio Astronómico.

El Patronato Ramón y Cajal, para las ciencias biológicas y naturales, contaba con su propio Instituto de Investigaciones Biológicas y el “José Acosta” de Ciencias Naturales. A la vez, se vinculaba con el Instituto de Investigaciones Clínicas y Médicas adscrito a la Facultad de Medicina de Madrid y con los institutos y centros dependientes de la Dirección General de Sanidad. 

También se relacionaba con el Patronato Alonso Herrera del cual dependía la misión biológica de Galicia y la tutela de los Institutos Nacional de Investigaciones Agronómicas, de Investigaciones y Experiencias Forestales y de Biología Animal, dependientes del Ministerio de Agricultura.

Y, por último, el Patronato Juan de la Cierva Codorniu, del cual dependían los Institutos “Leonardo Torres Quevedo” de Material Científico y el Instituto del Combustible. Además, se integran en el mismo los Institutos y Laboratorios que se van estableciendo en consonancia con la política de reindustrialización para el desarrollo de la investigación técnico-industrial. 

Asimismo, a modo de Patronato se establecía la Junta Bibliográfica y de Intercambio Científico y la Comisión Hispanoamericana.

El Instituto de España

Previamente al CSIC, se había fundado el Instituto de España, fruto de diferentes reglamentaciones que empezaron a dictarse a partir de diciembre de 1937, en el marco de la Junta Técnica del Estado, y que culminarían en enero de 1938, ya en ejercicio el primer gobierno franquista. Se constituyó como “el Senado de la Cultura y de la Ciencia”, para orientar y dirigir las políticas al respecto.

Específicamente, debía encargarse de establecer los textos únicos de enseñanza primaria, con sus redacciones y ediciones respectivas y, genéricamente, “mantener y estrechar la fraternidad espiritual de las Academias Nacionales”, restituyéndoles el atributivo de “Reales”.

Las Academias

En aquel entonces, las academias operativas eran la Española (creada en 1713), la de la Historia (creada en 1738), la de Bellas Artes de San Fernando (creada en 1714), la de Jurisprudencia y Legislación (creada en 1763), la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (creada en 1847), la de Ciencias Morales y Políticas (creada en 1857) y la Nacional de Medicina (creada en 1861).  Más adelante, se crea la Nacional de Farmacia (1932), más tarde la de Ingeniería (1994) y ya en 2017, la de Ciencias Económicas y Financieras que, fundada en 1949 de ámbito provincial, consiguió su incorporación al Instituto de España al ser premiada por el gobierno por manifestar su “españolidad” cuando el “procés” de independencia de Cataluña.

A diferencia de los colegios profesionales, las academias son instituciones de investigación y divulgación cultural, científica y artística y sus representantes, los académicos, suelen ser eminentes intelectuales de los diferentes ramos.

Los colegios profesionales

Los colegios profesionales, en cambio, son asociaciones de carácter profesional, integradas por quienes ejercen la correspondiente profesión y que son reconocidos y/o controlados por el Estado, designándose a sus miembros como colegiados. (En el caso de actividades manuales o artesanales, el rol de los colegios lo realizan los gremios).  Dada una tal diferenciación, es evidente que la historia de los colegios profesionales se remonte a épocas antiguas, precisamente porque su objetivo es la habilitación, la tutela y el control de la profesión. 

En aquellos oficios de rango abolengo, su origen se sitúa en la Edad Media. Se tiene noticia que el primer Colegio de Notarios se crea en 1238. En Valencia nacen los de Medicina (1325) y de Farmacia (1441). Más adelante, en 1758 el de Abogados y así sucesivamente para diferentes profesiones. Los orígenes de la actual regulación se remontan a la Ley de Sanidad de 1855 y su obligatoriedad arranca en 1898. La colegiación, con sus pros y sus contras, es hoy una realidad singular en el caso de notarios, médicos, farmacéuticos, abogados, ingenieros, arquitectos, economistas…

El Instituto en su formato originario perduró algo más de un año, como consecuencia de que los cometidos culturales y científicos pasaron a depender del CSIC. Consecuentemente, el Instituto, de acuerdo con el nuevo Estatuto de 1947 solo tendrá como objetivo la coordinación entre las Academias Nacionales y la representación de las mismas ante el Ministerio de Educación.

En ese contexto, la relación entre el Instituto y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas fue compleja en el marco de la desavenencia entre los respectivos impulsores. El Instituto respondía a los planteamientos de Sainz Rodríguez y el Consejo a los de Ibáñez Martín.
El Instituto, de acuerdo con Sainz Rodríguez, pretendía ser el rector de la política cultural y científica del país, sin sujeción al ministerio, centralizado en Madrid e independiente de la Universidad. El Consejo, según Ibáñez Martín, era el “Estado Mayor” del ministerio, con descentralización territorial y relacionado con la Universidad.

Ambos heredaban todo el montaje institucional existente antes de la guerra, es decir, la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y de la Fundación Nacional para Investigaciones Científicas. Su organización era diferente.

El Instituto se regía por una Mesa compuesta por representantes de la alta cultura, con un presidente que inicialmente y por poco tiempo fue el compositor Manuel de Falla, sucediéndole luego el propio Sainz Rodríguez; un vicepresidente, el físico discípulo de Blas Cabrera, Julio Palacios, encargado de la estructura operativa, y un secretario, Eugeni D’Ors que, precisamente, era quien había inspirado la idea a imagen de la Académie francesa y que, con tal reflejo, su cargo tenía carácter de perpetuidad.

El Consejo, por el contrario, se caracterizaba por la existencia de un presidente, Ibáñez Martín, un vicepresidente, José López Ortiz (luego obispo de Tuy) y un secretario general, omnipresente y ejecutivo, el químico, catedrático de Farmacia, introductor de la edafología en España, posterior sacerdote del Opus Dei y rector de la Universidad de Navarra, José María Albareda.

Relegado el Instituto, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas deviene la institución clave para la cultura y la ciencia, con particular atención en su primera etapa a la de carácter aplicado y tecnológico acorde con la política de reindustrialización del momento. (De hecho, la interrelación con el Instituto Nacional de Industria la llevaría a cabo el Patronato Juan de la Cierva, que a partir de 1942 la presidencia sería compartida en la persona de Juan Antonio Suances).

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