La guerra de Ucrania es un sinsentido que perjudica, en primer término, al pueblo ucraniano, con mucha menor medida a Rusia y también claramente a Europa.
En abril de 2022 por la intermediación de Turquía estuvo a punto de firmarse un alto el fuego entre Ucrania y Rusia. Pero EEUU y la OTAN presionaron para que este hecho no se convirtiera en realidad. Y desde entonces el conflicto se va alimentando con un riego controlado de armamento y recursos para la guerra que se libra en el territorio ucraniano y que está destruyendo el país y sobre todo a sus gentes.
El general alemán retirado Harald Kujat, antiguo jefe del estado mayor y expresidente del comité militar de la OTAN, declaró por ese asunto que “todos los muertos ucranianos y rusos desde el 9 de abril del 2022 se deben a que se impidió que Ucrania firmara un tratado de paz con Rusia”.
¿Por qué esto es así?:
EEUU lo tiene claro, como lo muestran las declaraciones de alguno de sus senadores , cuando afirma que la ayuda militar en Ucrania es la mejor inversión en seguridad que ha hecho EEUU a lo largo de su historia. La razón es muy concreta, consideran que sólo con un gasto del 3% de su presupuesto militar anual han degradado al ejército ruso en un 50% sin perder ninguna vida americana. Naturalmente en el balance no figuran las vidas ucranianas.
Esta intervención con voluntad de deteriorar a Rusia como potencia ha tenido, sin embargo, efectos muy contraproducentes para los mismos intereses que propugnan EEUU: el apoyo popular a Putin, trampas del régimen autoritario incluida, es muy fuerte y no hay ningún cambio de régimen a la vista. Es más, si algún día se produce, no está claro que sean las fuerzas más dialogantes las que lleguen al gobierno.
También las sanciones de EEUU han hecho más daño a la economía europea que a la rusa. El impacto de prescindir del gas ruso (por cierto, España lo ha hecho en una medida muy escasa), ha tenido consecuencias nefastas, de las que, por ejemplo, la economía alemana aún no se ha recuperado.
Tercera cuestión nada menor, se ha empujado a Rusia a manos de la gran esfera china y eso es lo que menos nos interesa como europeos.
El régimen de sanciones que se han aplicado no ha causado daños significativos en Rusia, sin embargo, sí han servido para crear un rechazo bastante generalizado en la mayor parte del mundo contra el ejercicio de poder y de dominio en el orden mundial de EE.UU. y por extensión, aunque no sea exactamente así, de occidente.
El rechazo a Europa que se está produciendo en África y la presencia creciente de Rusia debe colocarse también en este balance, que tiene como factor más negativo haber debilitado extraordinariamente el principio de disuasión nuclear, que es un factor imprescindible para la seguridad mundial. Hoy Europa está peor situada que nunca en su proyección exterior, y la guerra de Ucrania es un factor determinante.
A todo esto, el creciente compromiso militar con Ucrania acentúa el problema del conflicto, pero no asegura la victoria por parte de este país. El envío de caza-bombarderos F-16, la autorización para que utilicen armas de largo alcance para atacar territorio ruso, la llegada de contingentes militares europeos para asesorar al ejército ucraniano, la alocada petición de que puedan atacarse los aviones y misiles rusos desde territorio OTAN; todo esto no resuelve el problema de la debilidad militar ucraniana sobre todo porque falla en el recurso fundamental, el factor humano que es una evidencia de que lo que serían las nuevas levas para sustituir a unas fuerzas diezmadas y agotadas después de dos años de guerra, no quieren ir al frente. Y esta dificultad es una señal clara de que la victoria es imposible.
Lo que ocurre es que cada día en que no se hace nada por la paz, el país y sus recursos quedan más destruidos y aumenta el riesgo del uso del arma nuclear por parte de Rusia para forzar un alto el fuego, y lo que sería aún más peligroso, una respuesta del mismo tipo.