Ya se conocen los datos, ahora ya definitivos, del importe que ha representado el rescate bancario de la pasada gran crisis. El Tribunal de Cuentas lo ha valorado en 66.577 millones de euros, que corresponde a 1.407 euros por habitante, y si se quiere para mayores de 18 años, pues unos 2.030 euros. Traducido en relación a los hogares representan la cifra de 3.560 euros para cada uno de ellos. Es una cantidad muy importante.
Pero lo que más llama la atención y preocupa son sus consecuencias. Mientras que la crisis ha comportado el aumento de la pobreza, de la desigualdad extrema de personas, que han visto reducir sustancialmente sus ingresos o perderlos totalmente, el mundo bancario, lo que hace referencia a todo su nutrido grueso de altos directivos y consejeros, no ha visto reducir en absoluto sus ingresos ni su patrimonio. Y aquí es necesaria una reflexión de cara al futuro que es importante.
Una cosa es que dejar caer a los bancos sea peor remedio que la enfermedad, y otra cosa es que la crisis y su coste la tengamos que afrontar entre todos, especialmente un sector de población, mientras que los principales responsables del mundo financiero no registran ningún cambio ni en su renta ni su patrimonio. Salta a la vista de que existe aquí un desequilibrio nocivo.
Tiene que haber una proporcionalidad de la distribución de los costes de la crisis, de modo que los que más tienen la soporten en una proporción mayor que los que tienen menos, porque incluso, aunque esta proporcionalidad tenga una magnitud superior, su nivel de vida se verá mucho menos afectada que el de la gente con menores ingresos.
No se entiende como un país que vive gobernado por las denominadas fuerzas progresistas asuma de forma tan impasible esta grave contradicción. De la misma forma que cuando las cosas van bien se distribuyen importantes incrementos en las retribuciones y patrimonios de la élite económica de la sociedad, cuando van mal las cosas deberían asumir un coste también proporcionalmente superior. Éste es un razonamiento de toda justicia. Además en el caso bancario hay que distinguir entre el mantenimiento de la estabilidad de la institución por el bien del conjunto del sistema, de los ingresos de los vértices que los dirigen, que deberían haber afrontado de forma muy significativa el coste del rescate.
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