El PSOE de Sánchez y su vínculo con Largo Caballero: Un análisis del socialismo español

El PSOE y su papel en la estabilidad democrática

La percepción del PSOE de Sánchez como un partido fundamental para la estabilidad del sistema democrático y las instituciones políticas españolas es absolutamente lógica. Sin embargo, no refleja la realidad completa de su trayectoria histórica. Cuando asociamos al PSOE con un partido de Estado responsable, en realidad presuponemos que el período en el que gobernó Felipe González es característico del Partido Socialista. No obstante, ahora podemos constatar que esto no es así.

De Rodríguez Zapatero a Pedro Sánchez: Un cambio en la política del PSOE

Este enfoque no fue representativo del pasado histórico del PSOE y dejó de serlo a partir de Rodríguez Zapatero, cuya continuación y profundización ha sido llevada a cabo por Pedro Sánchez. Sánchez ha adoptado deliberadamente una concepción y practica una política que difiere significativamente de la de su predecesor, Felipe González. Esta nueva orientación se entronca, salvando las distancias históricas y las diferencias de cada época, con el PSOE de los años 30, y más concretamente con el ala hegemónica liderada por Largo Caballero, quien también fue secretario general de la UGT, convirtiéndose en un agente político de primer orden.

El PSOE de los años 30: Influencias y comparaciones

Un libro reciente, Fuego Cruzado, de Fernando Rey y Manuel Álvarez Tardío, estudia en detalle el período que comprende desde la victoria del Frente Popular en febrero de 1936 hasta la insurrección militar y civil de julio de ese mismo año, en la llamada primavera republicana. Este libro tiene la virtud, aunque no sea su objetivo principal, de mostrar cuán demoledoras, conflictivas, violentas y antidemocráticas fueron las actuaciones de una gran parte del Partido Socialista, especialmente la facción dirigida por Largo Caballero y la UGT.

De hecho, toda esta parte de la historia encaja mal con el planteamiento de la «Memoria Democrática» y explica por qué se silencia sistemáticamente. Sin embargo, los hechos están ahí y es bueno conocerlos, ya que nos ayudan a entender algo decisivo: el PSOE en la historia de España no ha sido ni mucho menos el partido que lideró y construyó Felipe González.

La transformación del PSOE bajo Felipe González

Dos razones decisivas contribuyeron a esta gran transformación, ahora definitivamente liquidada por Sánchez. Primero, el fuerte liderazgo de Felipe González, cuya formación política no procedía de las filas del socialismo histórico. El PSOE de la transición se construyó inicialmente en oposición al PSOE de Toulouse, hasta que este, por razones obvias, tuvo que pactar. Felipe González fue discípulo del catedrático Jiménez Fernández, un católico comprometido y exponente del ala más demócrata cristiana de la CEDA durante la República, quien también influyó en el surgimiento de los primeros núcleos demócratas cristianos en Madrid, aglutinados en torno a Ruiz-Giménez.

La visión de González era la propia de la socialdemocracia europea y, más concretamente, de la alemana. Este es el segundo factor que moldeó al Partido Socialista, generando una ruptura con su trayectoria histórica. Los socialdemócratas alemanes apoyaron de manera extraordinaria al entonces pequeño Partido Socialista español, que contaba con unos pocos núcleos en el interior. Le aportaron ingentes recursos económicos, formación y asesoramiento; y lo mismo hicieron los sindicatos alemanes con la UGT. Sin el SPD, la historia en España seguramente sería distinta.

Los alemanes actuaban así por afinidad ideológica y porque un futuro miembro de la Comunidad Europea, hoy Unión Europea, tuviera un sujeto político afín. Pero también lo hacían para limitar el crecimiento del Partido Comunista, visto como el gran enemigo de una Alemania Democrática dividida y en parte controlada por la URSS. Por esta razón, el PSOE de Felipe González nunca pensó en pactar con el PCE para conseguir o mantener el gobierno. Estaba en la misma línea que los socialistas alemanes.

La UGT y el cambio sindical

También la UGT, que prácticamente no era nada, se benefició de esta visión germánica y fue construida como un muro de contención ante el predominio de Comisiones Obreras, la única organización sindical que realmente tenía peso e importancia y que estaba, en buena medida, controlada o influida por el Partido Comunista.

Es necesario recordar que, para conseguir este cambio, Felipe González tuvo que jugar fuerte con su propio partido, llegando a retirarse, aunque por poco tiempo, de la política para obligar a la aceptación de su planteamiento congresual de abandono formal del marxismo, siguiendo el ejemplo de la socialdemocracia alemana, que todavía formaba parte de los estatutos del PSOE.

El PSOE de Largo Caballero: un partido antisistema

Sin embargo, la trayectoria previa del partido socialista iba por otro camino. Largo Caballero se oponía al PSOE de Indalecio Prieto, de tal manera que vetó que pudiera ser presidente del Gobierno en 1936. Tras la victoria del Frente Popular, la estrategia del PSOE, guiada por el caballerismo, fue la de dejar el gobierno en manos de la izquierda republicana, un pequeño bloque con débil incidencia electoral, aunque encarnara la bandera de la República.

La debilidad de este gobierno y el desbordamiento en la calle, producido por el socialismo, el Partido Comunista y la UGT, influyeron en el clima de desorden, violencia e inseguridad que reinó en España en la larga primavera de 1936. Durante este periodo, Largo Caballero y sus intelectuales orgánicos clamaron por la ocupación del poder y la dictadura del proletariado.

En la página 434 de Fuego Cruzado se puede leer uno de tantos ejemplos: “La única solución para superar y encarar la crisis económica era el socialismo revolucionario. Entre las medidas concretas que deberían impulsarse, además de la nacionalización de la banca, las minas, las aguas, los medios de transporte y la tierra, el PSOE de Madrid defendía la supresión del Ejército y el armamento del pueblo, la supresión del presupuesto del clero, la confiscación de todos sus bienes y la disolución de todas las órdenes religiosas, el reconocimiento del derecho de autodeterminación e incluso independencia de todas las nacionalidades ibéricas, la supresión de la lengua oficial obligatoria del Estado, que habría de situarse en pie de igualdad con todas las lenguas de la futura Confederación Ibérica, y la criminalización efectiva y rápida de los patronos que incumplieran la legislación social. La forma de alcanzar este propósito era ‘la dictadura legal del proletariado”.

El 5 de abril, en el mitin de unificación de las juventudes socialistas y comunistas celebrado en la plaza de toros de Madrid, Largo Caballero reiteró que la clase trabajadora tenía que apoderarse del poder político y marchar hacia la dictadura del proletariado, que era la verdadera democracia, advirtiendo “que si es preciso lo haríamos pacíficamente, pero que, por circunstancias especiales, saltaríamos por encima de los obstáculos”.

La violencia y el desorden durante la primavera de 1936

A lo largo de toda esta primavera, los enfrentamientos violentos que terminaron con muertos, especialmente con los falangistas, fueron frecuentes. Sin embargo, según los datos del libro, este sería un tema menor, ya que el falangismo era una organización absolutamente marginal en cuanto al número de seguidores e incidencia política.

La gravedad de la actuación socialista, lo que realmente desequilibraba la vida política, era la sistemática apelación a huelgas sectoriales y generales, la agresión a los locales de la oposición de la CEDA, los asaltos a iglesias y a los casinos de «derechas» en los pueblos.

También el Partido Republicano de Lerroux se vio afectado por esta dinámica de intimidación y violencia que se extendía al establecimiento de grupos de control en las poblaciones, la expulsión de concejales electos y su sustitución por comités municipales, la agresividad continuada contra los empresarios de todo tipo, y la ocupación de tierras que afectaba no solo a los grandes terratenientes, sino también a los pequeños propietarios rurales. No es casualidad que estos se constituyeran, desde el primer momento del 18 de julio, en una de las columnas vertebrales de la insurrección militar y civil en las tierras castellanas.

El paralelismo con la situación actual

Este carácter antisistema del propio sistema que ellos habían contribuido a crear, la República, se manifestaba en negar cualquier tipo de concesión y, por tanto, en negar la alternativa a la oposición, especialmente a la CEDA, el primer partido en votos, que en ningún caso cuestionaba el régimen republicano, aunque sí ejercía una dura crítica sobre él.

Todo esto recuerda en cierta medida a la estrategia desplegada por Sánchez, aunque con una diferencia fundamental: hoy en día, la violencia se ejerce a través del control de la información y de la opinión, de la conversión del Estado de derecho en un estado de leyes, de una dictadura de la mayoría, y de la sumisión.

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