Como desgraciadamente ya viene siendo habitual, el debate en el Senado entre el presidente del gobierno y el jefe de la oposición no sólo no aportó ninguna solución, sino que los diagnósticos fueron sesgados o débiles. Se le puede perdonar en parte a Núñez Feijóo porque sólo tuvo 15 minutos de intervención más una breve réplica, pero se vuelve imperdonable en el caso de Sánchez que gastó más de 2 horas para realizar un diagnóstico del país.
Todo el debate careció de un dato fundamental, claro y concreto, que se puede resumir en un concepto y que se expresa en cifras del Eurostat. Entre 2017 y 2021 España es el país que obtiene peores resultados de la UE, de tal modo que ve decrecer su riqueza por habitante, el PIB real descontada la inflación. Este período coincide exactamente con el tiempo que Sánchez lleva gobernando.
El PIB español se redujo entre esos dos años en casi 1.000 euros, de 24.430 a 23.510 euros. Es la caída más significativa y señala que en el 2021, antes de entrar en la nueva crisis generada por una inflación disparada, España era más pobre que en el 2017. Hay otros países que logran malos resultados, pero a años luz del español.
Por ejemplo, Italia disminuye su PIB por persona en 30 euros y pasa de 26.730 euros a 26.700, por cierto, que la distancia entre Italia y España que Zapatero ya dio como algo superado, tiende a aumentar pese a la inestabilidad y los avatares políticos de ese país. Austria es otro caso que registra una leve disminución, en este caso de 120 euros, que pasa de 36.980 a 36.860 euros. Todos los demás incrementan en mayor o menor medida su situación, como Portugal que, pasito a pasito, se va acercando a España y ahora ya tiene una riqueza por habitante de 17.920 euros. Francia registró una ligera mejoría de unos 200 euros. Alemania, país en una situación difícil, mejoró con 70 euros. En realidad en toda Europa las mejoras y descensos son poco significativos porque expresan cifras anuales, que en realidad significa que la riqueza de los europeos se ha mantenido prácticamente congelada en estos últimos cuatro años. Sólo en el caso español la diferencia cercana al millar de euros tiene significación. En esta radiografía hay una gran excepción que es Irlanda, que da un salto adelante extraordinario y pasa de 53.400 euros a 70.530. Es el líder económico de la UE.
Hay que subrayar dos aspectos de este escenario. El estancamiento de la UE en estos últimos años y la incapacidad española de recuperar posiciones.
Existe una segunda forma de observar esta riqueza, que es la denominada “ppp”, es decir, expresar el PIB en términos de paridad de poder adquisitivo, porque es evidente que con 1 euro no se puede comprar lo mismo en Alemania que en Portugal.
Durante el período de expansión del franquismo, España se aproximó mucho al valor 100, que expresa la media comunitaria de ese valor adquisitivo. Luego se cayó y ha ido fluctuando. Fue en el 2011 cuando el país volvió a acercarse más, alcanzando 93 puntos sobre los 100 de media. Pero fue flor de un día y el retroceso fue produciéndose. En el 2020 se había caído hasta los 86 puntos.
Deberíamos mirar muy atrás, los primeros años de la vida del euro, para encontrar una diferencia tan grande con este indicador, que no expresa sólo el valor de la producción, sino que nos da una idea de la prosperidad, del nivel de vida de la población.
Lo crudo y pelado es que España rueda por la pendiente y que este proceso se ha acentuado en los actuales gobiernos Sánchez. Y esa trayectoria de medio plazo que seguramente tiene causas más lejanas en el tiempo, no emergió para nada en el debate del Senado, ni forma parte del análisis de la oposición. Es un error terrible, porque hace que los españoles, y especialmente los catalanes, empresarios incluidos, no tengan conciencia clara de este lento proceso, pero continuo, de bajón económico, que precisamente porque es específico de España señala que tiene causas propias.
El centro de estudios Bruegel en Bruselas, señala como una de las razones de esta situación la baja productividad de la economía española. Un problema crónico que lleva décadas durando, y al que no se le pone solución porque se sigue confiando para salir del paso en sectores de bajo valor añadido, como el de la construcción y sobre todo ahora el turismo.
Un segundo factor, que no emerge con fuerza suficiente, es el fuerte crecimiento del empleo público, que multiplica por cuatro en términos relativos el avance del sector privado desde la época precrisis; en otros términos se está pagando gran parte del empleo a base de los presupuestos públicos.
Y a este factor se le añade un tercero, que es la gran cantidad de personas que no trabajan a tiempo completo. Los indicadores del número de ocupados de contratos y afiliación a la Seguridad Social no son representativos del movimiento real de trabajo efectivo que tiene España y que se expresa en la cantidad de horas trabajadas.
Si en lugar de examinar la productividad en bruto o del trabajo, lo hicieran mirando la productividad total de los factores (PTF), el resultado sería más deprimente todavía.
Éste es el problema del país, y desgraciadamente está fuera de toda agenda pública.