España presenta claramente un problema del que Cataluña es también un claro reflejo: el número decreciente de hogares con hijos. Sobre un total de 18,6 millones de hogares para una población de 46,6 millones de habitantes, lo que señala que el tamaño medio de cada hogar se sitúa en 2,5 personas, una parte cada vez menor tiene hijos .
Concretamente, si en el 2013 existían 6,4 millones de hogares con parejas con hijos, en el 2019 esta cifra se había reducido hasta el 6,2. Pero es que además la mayor proporción sólo tenía 1 hijo, que era la característica de 2,9 millones, mientras que 2,75 millones tenían 2. Por tanto, la casi totalidad de las familias se situaban por debajo de la tasa de reemplazo de 2,1 hijos por mujer en edad de alumbrar. Las que tenían 3 o más hijos, las hoy calificadas como familias numerosas, sólo representaban 550.000 hogares y van experimentando año tras año una seria reducción, porque las ayudas son claramente insuficientes.
A estas cifras hay que añadir los hogares monoparentales que en su mayoría, las tres cuartas partes, están formados por una mujer y 1 o más hijos. Si en 2013 eran 1,7 millones, en 2019 habían crecido hasta los 1,89 millones y representan ya el 10% del total de los hogares. Mientras las numerosas sólo significan el 3%. Cabe señalar que gran parte de estas familias monoparentales por sus propias características, son las que en mayor proporción y facilidad se sitúan por debajo del umbral de la pobreza relativa. Se sitúan en 3,9 las parejas sin hijos y los hogares unipersonales en 4,7 millones. Éste es otro fenómeno que se va acentuando, el de las personas que viven solas, porque en el 2013 eran sólo de 4,3 millones.
En este tipo de hogar es necesario diferenciar claramente por la edad. Las personas de más de 65 años en estas condiciones de hogares unipersonales significa en la mayoría de casos situaciones de viudedad, y en las de menores de 65 señalan básicamente a personas que no han mantenido el emparejamiento o no han llegado nunca a consolidar. Sea como fuere, este fenómeno presenta otra contrapartida negativa, porque a medida que se produce el envejecimiento de estos hogares, sus demandas de asistencia y servicios sociales son mayores, porque las parejas de edad avanzada tienen mayor capacidad de cuidarse a sí mismas y una mayor autonomía.
Hay, por tanto, tres fenómenos demográficos muy negativos que dificultarán cada vez más la sostenibilidad del estado del bienestar. Uno es el de la escasa natalidad configurada por dos fenómenos diferentes: las familias que tienen hijos, pero en un número inferior al necesario, y aquellas que han decidido no tenerlos, que es una proporción cada vez mayor de la población.
El segundo fenómeno es el crecimiento de los hogares monoparentales por lo que significan de incremento de gasto social y también porque con carácter general, excepciones aparte, los hijos de éstas necesitan una mayor atención académica para poder alcanzar las capacitaciones adecuadas en cada fase del proceso educativo. Y esto significa, o más costes o personas que crecerán con déficits educativos que dificultará su capacidad futura de encontrar trabajo y poseer una productividad significativa.
El tercer fenómeno, ya apuntado, es el de la soledad. El número creciente de personas que viven solas y que ya están o llegarán a esta situación cuando logren la vejez y que no será fruto de la viudedad, sino de la inestabilidad de los emparejamientos. Todo ello crea una bola de nieve que ensombrece el futuro del sistema de bienestar y, lo que es peor, no está presente en la agenda política.