Se ha argumentado, y TV3 hace un especial énfasis, que el independentismo supera el 50% de votos. Es una definición inexacta si se añaden una serie de concreciones importantes que enmarcan la dimensión real de este tipo de voto.
La primera es que se trata del 50% sobre la gente que fue a votar, y esto dado la cifra de abstención, es una proporción francamente pequeña. En términos de censo electoral, este voto ha significado sólo el 27,2%, 10,4 puntos porcentuales (pp) por debajo del 2017, 8,6 pp menos que en 2015, y 6,1 pp. inferior al de 2012. El independentismo apenas ha superado obtener un voto por cada elector, una cifra muy similar a los partidos que no postulan esta opción, que significan el 25,2%.
En contrapartida, la abstención ha aumentado hasta alcanzar el 46,5%, más del doble de las elecciones anteriores, y 14 puntos por encima de la que se produjo en 2012 y que hasta ahora era la más grande de esta serie del proceso. Además, hay que considerar que los votos en blanco y nulos (muchos, 41.000!) Se cuentan como participación, pero en realidad expresan rechazo.
El engrosamiento de la abstención no tuvo el mismo efecto entre los dos bloques porque medido en relación a las elecciones de 2017, 10,4 pp ., ha perdido el independentismo en favor de la abstención, pero las fuerzas que se oponen lo han hecho en una proporción mayor aún, 15,1 pp; es decir un 50% más. Hay, por tanto, una cantidad muy importante de personas, hasta el 25,5%, que habiendo formado parte de uno de los dos bloques en el pasado, ahora han decidido no ir a votar. En este sentido, y en cuanto a los efectos Illa, ha tenido un buen resultado en términos relativos, pero a la vez ha sido incapaz de evitar la extraordinaria desmovilización del voto no independentista.
Si se analiza el comportamiento electoral de las cuatro últimas elecciones, se puede constatar que hay entre un 12% y un 25% de ciudadanos que se sitúan en la abstención circunstancialmente, pero que no forman parte de los que han abandonado de forma plena la responsabilidad de votar. De hecho, se puede ajustar más este electorado y situarlo entre el 15% y el 20% considerando los dos bloques. Son electores que volverán a votar en otras condiciones de oferta política y también de mayor normalidad sanitaria. Es una cifra tan grande que se sitúa en el orden de magnitud de las tres primeras fuerzas ganadoras de estas elecciones: PSC, ERC e JxCat. Lo que sucede es que proceden en una proporción de 1 a 1,5 de los dos bloques, independentista y no independentista.
Finalmente, hay que considerar, y éste ya es un dato menor, que para llegar al 51% de los votos emitidos, se ha añadido el resultado del PDeCAT y del PNC, que son de un independentismo más que relativo, en el umbral de lo simbólico o casi.
La realidad pura y dura es que referido a la presencia en el Parlamento, las fuerzas que postulan la independencia en términos relativos están donde estaban, entre el 47% y el 48%, y en términos absolutos han registrado un descenso de 700.000 votantes.