El gran viraje conservador del electorado hispano y afroamericano que favorece a Trump

Los datos de las encuestas electorales y de los estudios más profundos realizados durante las últimas elecciones norteamericanas demuestran que se está produciendo un cambio de tendencia en el voto del  electorado de origen hispano, afroamericano y asiático: cada vez se guían más por criterios ideológicos frente a las urnas.

En cambio, tradicionalmente estos grupos de población han votado siguiendo un criterio racial (un término que en Estados Unidos no tiene la connotación negativa que se le da en Europa), lo que ha aventajado al Partido Demócrata desde los años 60. Fue entonces cuando se instaló la actual grieta política que asimila el progresismo y la apertura a la inmigración a los demócratas, y el conservadurismo a los republicanos.

Así pues, el Partido Demócrata se consideraba como el que mejor recogía las inquietudes de las “minorías raciales”, mientras que el Partido Republicano se asimilaba a la vieja élite blanca protestante de ascendencia anglosajona (la conocida como WASP).

Sin embargo, desde que Donald Trump asumió su polémico -pero también indiscutible- liderazgo del Partido Republicano tras su nominación en las primarias de 2016, el rostro de esta institución, conocida no en vano con el apodo del “Gran Viejo Partido” (GOP), ha cambiado de forma radical.

El Trump de 2016 se ha presentado hasta el aburrimiento como el candidato de la clase blanca trabajadora, perdedora de la globalización .

Si bien es cierto que las «minorías raciales» estuvieron infrarrepresentadas en el cuerpo electoral que propulsó Trump en la Casa Blanca en 2016, también es cierto que ya en las elecciones de 2020 el candidato republicano recogió un número notablemente mayor de votos provenientes de norte -americanos no blancos.

Cuatro años después esta tendencia se ha hecho aún más evidente. El porcentaje de adultos no blancos que se identifican como demócratas está cayendo en picado desde 2016, pasando de cerca del 70% en torno al 55%. Una tendencia, por cierto, particularmente acentuada entre los hispanoamericanos, que paradójicamente constituyen el grueso de la inmigración reciente en Estados Unidos.

La principal explicación de este fenómeno, que favorece claramente a Trump y jugará en contra de Biden en las elecciones de este año, es que gracias a una sociedad cada vez menos segregada, el criterio racial como factor decisivo del voto está dejando paso al criterio ideológico. Un apunte importante es que esta mejor integración está resultando posible gracias a una base cultural común, enmarcada en el cristianismo y los valores occidentales fundamentales que hispanoamericanos y afroamericanos comparten con los estadounidenses blancos.

En cualquier caso, muchos estadounidenses de ascendencia africana o hispana se sienten suficientemente integrados como para votar según sus verdaderas ideas políticas, y no por el color de piel. Y mira por dónde resulta que estas ideas son bastante conservadoras.

Efectivamente, varios estudios han demostrado que numerosos votantes afroamericanos e hispanoamericanos del Partido Demócrata afirmaban a su vez ser partidarios del derecho a las armas, o contrarios a la idea del intervencionismo estatal. En 2012, tres de cada cuatro afroamericanos que se declaraban conservadores afirmaban al mismo tiempo votar por los demócratas. Actualmente, menos de dos de cada cuatro mantienen ese doble posicionamiento conservador-demócrata.

Pocos norteamericanos blancos que se declaraban demócratas coincidían, en cambio, con estos postulados. Y a la inversa, cara al electorado no blanco las medidas que entusiasman a los demócratas blancos, por ejemplo en el terreno de la ideología de género, el wokismo o la retirada de fondos a la policía, están resultando profundamente contraproducentes.

En definitiva, el apoyo masivo del electorado no blanco del que hasta ahora ha disfrutado el Partido Demócrata se explica por razones históricas, culturales y comunitarias. Esta adhesión de dichas “minorías raciales” a los demócratas es, pues, una aberración histórica que el paso del tiempo y la mejor mezcla social de Estados Unidos están por fin corrigiendo.

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