Es una evidencia clamorosa que, en lugar de reducirse la violencia sexual, se ha extendido como un incendio de gasolina en nuestra sociedad, con el agravante de que cada vez son más jóvenes la gente que lo intenta y que parece ser que ha puesto de moda la tontería brutal de las violaciones grupales. Las manadas de menores, como ha registrado el último caso en Badalona, están a la orden del día y las agresiones en grupo también. La cifra es escalofriante, en el 2021 se registraron 3 violaciones en grupo cada 2 días, 10 a la semana. Esto nunca había pasado.
¿Qué está pasando? Influencian muchos factores, pero lo que queda claro es que el conjunto de las políticas inspiradas por el socialismo primero, y UP después, han fracasado clamorosamente y quien paga el fracaso son las propias mujeres. Pero también lo ha hecho el PP, porque con ésta como en otras materias su acción es una simple clonación socialista; hacen lo mismo sólo que con un perfil más bajo.
El último gran escándalo es el resultado de la ley del “Sólo sí es sí”, que ahora el Tribunal Supremo ha acabado confirmando que ha sido un desastre técnico, una ley mal hecha, pero que contó con la encarnizada defensa de Irene Montero e Ione Bellarra, dos ministros de Sánchez, de la delegada del gobierno por estas materias, Victoria Rosell, pero también con la necesaria colaboración de la ministra de Justicia del PSOE y del grandísimo amén del presidente del gobierno Pedro Sánchez, que no se estuvo «de apuntarse el tanto» de su aprobación y hacer grandes elogios.
Con esta lista de errores llevados por el orgullo, cabe añadir el de la fiscalía, que ahora el Tribunal Supremo deja en evidencia que una vez más quería ayudar a su dueño en el gobierno.
Sin embargo, el problema es mucho más profundo que todo esto. En los inicios de la época Zapatero, antes de que empezara la ola de este feminismo agresivo que tuvo como primera pieza la ley integral contra la violencia de género, un texto prácticamente único en Europa, España junto con otros países de la Mediterráneo, como Italia y Grecia, estaba a la cola en materia de delitos sexuales. Pero esto ha ido cambiando con el paso del tiempo y hemos ido escalando posiciones.
De acuerdo con los últimos datos, los delitos sexuales por 100.000 habitantes son encabezados en Europa, por Dinamarca con 91,9 y por Francia con 87,2. Hay un primer grupo que se sitúa entre los 50 y 100 delitos de este tipo por 100.000 habitantes, que además de los dos citados se le añaden Bélgica, Finlandia e Irlanda. Hay un segundo bloque que se sitúa entre los 20 y los 49 delitos, encabezado por Alemania, con Austria, Luxemburgo, Portugal y España, que se sitúa en 23,48 delitos registrados, ligeramente por encima incluso de los Países Bajos, cosa que evidentemente no era así. En la cola siguen estando los países que nos acompañaban antes, Italia con 8,8, Grecia, Polonia con 7,7 y Hungría con 5,1.
¿Qué ha pasado para qué estos países que siguen abajo de toda la mesa que, por tanto, no tienen un problema importante de violencia sexual, se hayan mantenido en este estadio mientras que España vaya evolucionando año a año al alza cuantitativamente y a más con fenómenos cualitativos tan preocupantes como las “manadas” y el incremento de acciones cometidas por menores de edad?
Pues lo que hay que decir con toda claridad es que la diferencia radica en las políticas públicas que España viene adoptando desde 2005. Es precisamente en el transcurso de estas casi dos décadas que la dinámica española ha empeorado considerablemente. Seguro que existen otras razones, porque las causas no son únicas, pero las que se alegan a piñón fijo no sirven para explicar la diferencia con países como Italia, por ejemplo cuando se argumenta que la extensión de la pornografía es una causa. Ciertamente influye, pero los hombres y adolescentes de nuestro país no están mucho más expuestos que los italianos. Y así podríamos ir desmontando causas, no por olvidarnos de la acción sobre ellas, sino por determinar la causa principal, que queda clara que es las políticas del gobierno en esta materia. La violencia sexual seguirá subiendo mientras éstas permanezcan y la cultural impulsada desde los ámbitos gubernamentales y de la izquierda sigan yendo en la orientación que han seguido hasta ahora.