El fin de la excepción alemana

Aunque todavía no ha sido nombrado canciller, el democristiano alemán Friedrich Merz, vencedor en las recientes elecciones federales, hace semanas que se prepara para dar el paso a gobernar la primera economía europea.

Tras desdicharse de sus promesas de campaña en materia de inmigración para atraerse el apoyo del partido socialdemócrata SPD, Merz se ha girado recientemente hacia los Verdes , el otro partido superviviente del gobierno predecesor (los liberales, el tercer partido que conformaba la coalición semáforo de Olaf.

El candidato democristiano ha pactado con los ecologistas un plan de gasto (léase, de endeudamiento) masivo que volcará cientos de miles de millones de euros sobre la economía alemana, haciendo especial énfasis en las infraestructuras climáticas y la defensa. Merz ha tenido que abandonar por el camino otra parte de su discurso electoral, como no anteponer medidas climáticas al crecimiento económico.

El acuerdo con los Verdes debería permitir aprobar una enmienda para excluir el gasto de defensa del freno constitucional alemán a la deuda pública, que hasta ahora había logrado mantenerse en torno al 60% del Producto Interior Bruto, abriendo un fondo especial de 500.000 millones de euros fuera de control presupuestario ordinario.

En concreto, Merz ha pactado excluir todo el gasto que sobrepase el 1% del PIB en defensa de las cuentas ordinarias. También quedará excluida la ayuda a países que sufran «agresiones contrarias al derecho internacional», una demanda explícita de los ecologistas.

Un mecanismo tan ingenioso para endeudarse sin control nada tiene que envidiar de otras ideas recientes en materia de gasto público, como las de Pedro Sánchez en España, quien ha pedido que la lucha contra el cambio climático entre también dentro del cómputo de defensa.

Tras ganarse el apoyo del SPD, Merz dependía de los ecologistas, ya que necesita una mayoría de dos terceras partes de la cámara baja para aprobar la enmienda.

Vale la pena añadir que la enmienda se votará en una triquiñuela legislativa de muy poca talla democrática, como es enmendar la constitución a toda prisa antes de que se estrene la nueva legislatura, en la que los partidos partidarios de la medida ya no reunirán las dos terceras partes de los escaños necesarios.

Con todos estos movimientos, Merz dirige lo que queda de la locomotora alemana hacia la misma vía por la que ya han pasado otros grandes países europeos, desde Francia hasta Italia: la del incremento drástico del endeudamiento público sin obtener resultados económicos duraderos.

La razón es que si algo han demostrado los alemanes estos últimos años es que no son ni más inteligentes, ni más serios, ni más demócratas que países como Grecia o España. Así pues, ¿por qué debería funcionar en Alemania el mismo programa que ha fracasado en todas partes?

Europa vive el fin de la excepcionalidad alemana.

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