Barbra Joan Streisand nació en la ciudad de Nueva York en 1942. Es cantante, actriz y directora de cine. Ganó un Oscar por Funny Girl (1968) y otro en 1977 por la composición de Evergreen, la canción de “Ha nacido una estrella”. En los años 80 se pasó a la dirección, y se dirigió a sí misma en Yentl (1983) y El príncipe de las mareas (1991), película que obtuvo varias nominaciones al Oscar. Creó la “Barbra Streisand Foundation” en 1987 para impulsar causas políticas liberales. Una fundación reconocida por su apoyo a asociaciones que defienden los derechos humanos, gays y mujeres maltratadas. (1)
En los años 80 era sin duda uno de los personajes más populares del planeta. Pero las nuevas generaciones la conocen por un incidente (provocado seguramente por haber sido mal asesorada) que ha dado lugar al denominado “efecto Streisand”.
En 2003, un fotógrafo aficionado (Kenneth Adelman) tomó fotografías desde un helicóptero de su casa en Malibú y las difundió en su web en Internet (www.californiacoastline.org). El objetivo de Adelman era mostrar el esplendor de la costa de California y denunciar su erosión por el exceso de edificación para protegerla de la especulación. En su web había más de 12.000 fotos de la zona.
Streisand, muy molesta, decidió demandar al fotógrafo por violación de su privacidad con la intención de que se eliminaran las fotos de la red. En el momento de presentar la demanda, sólo 7 personas habían descargado las fotos de su mansión, entre ellas los abogados de la cantante. Cuando se dio a conocer la noticia, un mes después, 420.000 personas habían visitado la web. Las fotos siguen disponibles en Internet y la demanda de Streisand no prosperó. Fue condenada a pagar a Adelman 177.000 dólares en concepto de costas y honorarios de abogados. Había solicitado 10 millones de indemnización por invasión de su intimidad y el juez desestimó la petición.
Desde entonces conocemos como “efecto Streisand” todo aquel fenómeno en virtud del cual el intento de eliminar o censurar en Internet determinados contenidos puede provocar lo contrario: la difusión masiva de dichos contenidos en la red.
Imaginad que publicáis un libro, o un tuit, o una información en radio o televisión sobre un personaje conocido y éste (asesorado por sus representantes y abogados) considera que habéis invadido su privacidad, aunque no haya contenido alguno que pudiera considerarse calumnioso ni injurioso, incluso podría considerarse publicidad beneficiosa para el famoso.
Cualquier intento de censura o supresión del contenido de dicha información amenazando con acudir a vías judiciales se convertiría en viral en las redes. Y de repente, todo el mundo tendría interés en saber lo que ha ocurrido, aunque luego se llevaran una decepción. Y además, el intento estaría condenado al fracaso, ya que acabaría perdiendo la demanda al prevalecer la libertad de expresión y de información.
Es de manual de primero de comunicación que, por ejemplo, la manera más efectiva de disparar las ventas de un libro es intentar censurarlo. Es lo que ocurrió en su día con libros como “Persépolis” o la saga de “Crepúsculo.” Y es que las personas somos curiosas por naturaleza, y la prohibición de un contenido nos impele a buscarlo de manera compulsiva. Recordad la escena inicial de “Tesis”, la ópera prima de Alejandro Amenábar. Esa cabeza que no puede evitar girarse para ver qué ha ocurrido con aquella persona que se ha arrojado a las vías del metro. El morbo nos supera.
Lamento que Barbra Streisand, de quien recuerdo especialmente su magnífica versión de “Memory”” (de la banda sonora de “Cats”), haya pasado a la historia por un grave error de sus abogados. Pero los tiempos de la censura han pasado a mejor vida.
(1) Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Barbra Streisand. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado de https://www.