España no presenta buenos datos económicos y este hecho constituye una sorpresa porque todo el mundo esperaba que la reanudación fuera mucho más fuerte, al menos porque la caída en 2020 ha sido la de mayor magnitud de Europa, que sólo el efecto rebote debería haber provocado unas cifras mejores de las que se están produciendo.
El crecimiento de España para este año ha quedado al final reducido al 4,1%. Viniendo de dónde veníamos es poco, más si se considera que la zona euro crecerá un 5,5%, casi 1,5 puntos de diferencia, cuando precisamente se había vaticinado todo lo contrario. El consenso de todos los panelistas de FUNCAS, que agrupa prácticamente a todas las entidades que hacen previsiones sobre la evolución del PIB, sitúan el crecimiento para el próximo año en el 5,7%, a pesar de la importante inyección de fondos europeos, y aunque la previsión anterior era del 6,1%.
Al mismo tiempo, la inflación está disparada. Es la más alta de Europa, sólo superada por los tres minúsculos países bálticos. Se situará en el 5,2%, claramente por encima de Alemania (4,6%), Francia (3,2%) e Italia (3,1%). Esta última cifra más la previsión del crecimiento italiano, llama más la atención para el escenario español, porque lo habitual era que Italia presentara cifras siempre peores que las españolas. Que esto no sea así comienza a dar una pista de donde está el problema.
Asimismo, se considera por parte de algunos intérpretes de la coyuntura económica que la falta de crecimiento ha sido provocada porque el gobierno no ha gastado lo suficiente para ayudar a salir de la crisis. Ésta era la tesis, por ejemplo, que se mantenía en las páginas de La Vanguardia. Pero los datos sobre déficit y endeudamiento no van en esa dirección. El déficit español en 2021 se situará en el 125,3% y habrá crecido casi 30 puntos desde 2019. En términos absolutos es la cuarta economía más endeudada de Europa tras Grecia, que es un caso muy especial después de su quiebra, Italia y Portugal. Pero al mismo tiempo ha sido uno de los países donde también el endeudamiento ha crecido a mayor ritmo, mucho más que el francés, el alemán y que en general el de toda la zona euro. Por tanto, no parece lógico pensar que el gasto ha sido insuficiente. Más bien, las encuestas señalan otro problema.
La bolsa de ahorro acumulado por las familias a lo largo del 2020 y que se considera una potente inyección para reanimar la economía, no se está haciendo efectiva en la medida en que cabía esperar. La gente no gasta. Todavía continúa bajo el signo del ahorro. Una gran mayoría de la población tiene miedo y desconfía del futuro. En otros términos, el gobierno con su política no inspira la confianza suficiente para que la gente crea que ya puede normalizar su gasto, y en política, y más aún en economía, la confianza lo es todo. Tendríamos, por tanto, aquí un problema que podríamos llamar clásico. Las expectativas de la población sobre el futuro a corto plazo no son buenas. Y esto a pesar de las importantes aportaciones de los fondos europeos que ya han empezado a llegar.
Falla la capacidad del gobierno Sánchez de inspirar la confianza suficiente con su política económica para que los ciudadanos puedan creer que las cosas irán bastante mejor en el futuro inmediato. Está claro que las previsiones sobre el paro, que es uno de los problemas estructurales de la sociedad española, no son buenas pese a las cifras de éxito que se han apuntado en estos meses. La previsión es que se cerrará el 2021 con un paro del 15,2%, pero lo peor es que la previsión para el próximo año es de llegar a diciembre con el 14,4% de paro. Es evidente que con cifras de esa magnitud el panorama está lejos de esclarecerse.