Los perfiles estilizados de la crisis que nos atenaza ahora y en un futuro pueden resumirse en estos términos:
- Amenaza de recesión. Es un peligro que EEUU contempla en unos términos quizás más inexorables que cómo se ve en Europa, a pesar de que nuestro continente tiene más números de sufrirla que EEUU.
- Crisis alimentaria. Que es sobre todo una crisis del principal cereal, el trigo, a consecuencia de la guerra de Ucrania y en menor medida del maíz. Ya está presente ahora, si bien el incremento de precios viene de más lejos y es anterior a la guerra, y hará eclosión con fuerza a partir del verano y de cara al próximo año. Significa una grave amenaza de crisis para los países árabes y África y un impacto importante sobre los precios en los países desarrollados.
- Incremento de costes de la alimentación. La crisis alimentaria se traduce en un aumento de precios de los productos alimenticios a través de una cadena de transmisión de costes. Este hecho tendrá mayores consecuencias sobre las rentas inferiores porque son las que dedican un mayor porcentaje de sus ingresos a la alimentación.
- El problema del suministro de energía, petróleo y, sobre todo, gas puede ser dramático en el próximo invierno si se consuma el cierre o restricciones importantes de la energía procedente de Rusia. En todo caso, lo que está garantizado es un incremento de los costes porque la sustitución del gas ruso por el procedente de la licuación con origen en EE.UU. y Qatar, sobre todo, significa pagar más por la misma cantidad de energía.
- El resultado de estos hechos precedentes es un incremento de precios, inflación, que es evidente que ya no se trata de un fenómeno pasajero, sino que se prolongará en los próximos meses. Que los incrementos de un mes en relación al otro sean mucho más modestos que los que hemos vivido no significa otra cosa más que llueve sobre mojado. Lo que está por ver es cómo habrán evolucionado los precios en un plazo de 1 y 2 años para darnos cuenta de la magnitud del incremento que nos viene encima.
- Guerra de Ucrania. La incertidumbre sobre su duración y repercusiones lo marca todo. Puede ir desde un colapso del ejercito ruso, incapaz de cumplir ninguno de sus objetivos, algo improbable pero no imposible, a un colapso del ejercito ucraniano, mucho más posible a pesar de que los medios de comunicación occidentales mantienen una escrupulosa censura sobre sus bajas y solo informan de los desastres rusos. Un tercer escenario es el de la congelación del conflicto con el consecuente desgaste de Rusia, pero también para Europa que tendrá que añadir un nuevo coste a los que ya experimenta.
- Política de covid cero en China, que ha alterado radicalmente las cadenas globales de suministro que ya veníamos sufriendo desde la covid. Si ese gran país no modifica esta estrategia, puede producirse incluso una resección de su economía. La razón de todo proceder, no es una terquedad irracional, sino la debilidad de su vacunación y de su sistema hospitalario que no le permite adoptar políticas de tolerancia con la pandemia porque tiene el riesgo de que todo acabe saltando por los aires.
- La bolsa vive un gran desconcierto porque no tiene claro dónde se puede invertir con buenos resultados a corto y medio plazo.
- En los trasfondos sobrevuela la incertidumbre sanitaria, bien por hipotéticas mutaciones del SARS-CoV-2, bien por la aparición de nuevas enfermedades contagiosas como acaba de pasar con la viruela del mono.
La nota positiva es, sin embargo, la perspectiva turística, que puede beneficiarnos de manera especial si no aparece un cisne negro que altere las buenas previsiones del verano.
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