A pesar de nuestra condición de región industrial europea, no nos engañemos, Cataluña es un país turístico. Tanto es así que algunas de las clasificaciones regionales europeas le otorgan este calificativo. Y no es para menos, en 2019 ingresó por la vía de este sector más de 14.000 millones de euros. Es una cifra extraordinariamente alta por la dimensión del país. Supera a Canarias, con 2.000 millones, y a Baleares y Andalucía, con 4.000. Pero es que además, utilizando una comparativa internacional, es más del doble de lo que ingresa Marruecos por este concepto o la famosa República Dominicana, y una vez y media más de lo que alcanza otro paraíso turístico como es Croacia. Por tanto, el turismo pesa, y pesa mucho.
Pero eso no es todo. Si bien es cierto que la demanda no ha dejado de crecer hasta la pandemia, y la masa económica ha ido aumentando, la realidad es que la rentabilidad y la productividad ha ido disminuyendo, dando lugar a una degradación de precios y salarios. Esto hace, por ejemplo, que algunos de los municipios turísticos que mueven más dinero de Cataluña, como Lloret de Mar o Salou, sean al mismo tiempo los que presentan una renta familiar más baja entre sus habitantes. Se genera riqueza, pero no unos ingresos suficientes para los trabajadores que participan.
Este hecho es muy evidente si se observa el ingreso medio diario por habitación de toda la costa mediterránea, que es donde concentra el 70% del PIB turístico, y las Islas Baleares y Canarias, considerando los 17 enclaves específicos en que se puede dividir todo este territorio, de los cuales 3 pertenecen a las Islas Baleares y 4 en Canarias. Los ingresos de la Costa Dorada y la Costa Brava, que son las dos grandes territorios de este listado, se sitúan respectivamente en el lugar 9º en el caso de la primera y el 13 en cuanto a la Costa Brava .
Por lo tanto, los ingresos no sólo quedan muy por debajo de los de las islas, sino que también registran, sobre todo en el caso de la Costa Brava, resultados inferiores a los otros puntos de la costa mediterránea, como la Costa del Azahar, Costa Blanca, la Costa de la Luz (Cádiz) y la Costa de la Luz (Huelva).
Por lo tanto, antes de la crisis de demanda, había un problema estructural que de una manera o de otra se debería haber abordado. Ahora de cara al futuro, este problema persiste. No se mejora la rentabilidad, al contrario, pero además no está claro cuándo se podrá recuperar la normalidad, entendiendo como tal ingresar los citados 14.000 millones de euros del 2019. Ni siquiera está asegurado que este objetivo tenga un horizonte previsible de cumplimiento.
La dimensión del problema, por lo tanto, es notable porque combina la necesidad de la cantidad con una transformación cualitativa del sector. Claro que es cierto que las reformas importantes se hacen en periodos críticos, pero no está nada claro que esto esté sobre la mesa. De momento el gobierno catalán es un invitado de piedra ante esta situación que urge abordar. Y no sólo eso, sino que las previsiones del departamento de Salud señalan un verano turístico difícil porque en la última comparecencia de la consellera, Alba Vergés enfatizó en términos de éxito que a finales de junio se habría vacunado al 30% de la población. En estas condiciones y con la variante británica y otras mutaciones circulando por el territorio no parece factible una normalización del verano.
Este hecho complica la recuperación económica de Cataluña, porque castiga a dos de sus frentes fundamentales. Uno, el litoral mediterráneo, y el otro la ciudad de Barcelona que ha convertido parte de sus barrios en un agujero negro, a consecuencia de la desaparición de los visitantes extranjeros. No es para menos, Barcelona encabeza el ranking de destinos españoles y alcanzó 21,4 millones en 2019. Este número de pernoctaciones equivalen a una población fija durante todo el año de unas 60.000 personas, y en términos de gasto por persona, dada la renta per cápita de la ciudad, equivale a una cifra que se sitúa cerca de los 100.000 habitantes.
Esta magnitud da una idea del golpe que recibe la ciudad. Es como si un distrito entero de la Ciudad hubiera desaparecido. Madrid le sigue con 20,7 de pernoctaciones. El resto de poblaciones están a años luz de aquellas cifras. La ventaja de Madrid es que como ha mantenido un nivel de apertura de establecimientos mucho más amplio que Barcelona, su recuperación turística es más evidente.